Polifacético y versátil como Madrid, Alberto Velasco es una mezcla de cosas muy distintas, que entrelazadas funcionan a la perfección. Positivo y vitalista, llegó a la capital hace seis años y ya nunca regresó a su Valladolid natal. Actor, director, bailarín, docente, parece no tenerle miedo a nada. Defiende la honestidad como el único camino para conectar con el público y su cabeza es una locomotora que no para jamás. Se sueña creando y envejeciendo en la ciudad que le ha enamorado.
¿Qué te ha dado Madrid?
Madrid es la ciudad de las posibilidades, todo puede pasar aquí. Tengo la sensación de que la ciudad te recoge, te acoge, te proyecta, te defiende y te abraza. Estoy realmente enamorado de Madrid, no lo cambio por nada del mundo.
¿En qué rinconcito de la ciudad tendrías un “Vis a vis”?
Me gusta mucho la plaza de Tirso de Molina, con los puestos de flores, me parece universal, casi parisino. Quedar en los puestos me parece muy romántico.
Estás en pleno rodaje de la cuarta temporada de esta serie. ¿Qué supone participar en una producción tan exitosa?
Es un sueño estar en un proyecto con esta factura, estos guiones y esta proyección internacional. Además, la gente recibe Vis a vis con mucho cariño en todo el mundo y lo que me llega es amor y respeto. Estoy muy agradecido, volver, cuando pensaba que para mí había acabado, es un doble sueño cumplido.
¿Te esperabas la repercusión de Danzad Malditos?
Fue una sorpresa enorme, jamás pensé que iba a suceder lo que sucedió con la pieza. Encontramos la conexión con el espectador con una fórmula mágica e irrepetible. Ha habido un antes y un después en mi carrera para bien y para mal, porque la gente espera mucho de ti y crear con esa losa fue muy difícil.
Dime lugares donde bailarías hasta morir.
En el Stardust, una fiesta que organiza los viernes Miss Moustache, porque me gusta mucho la música electrónica. Y un sitio al aire libre que me inspira es la Gran Vía. La primera vez que la atravesé conduciendo se me puso el corazón a mil.
Un musical.
¡Billy Elliot, por supuesto, y no porque haya participado yo! Es una historia que puede llegarle a cualquiera. Y es muy necesario ese mensaje positivo de luchar y perseguir los sueños.
¿Cómo ha sido tu experiencia dentro?
He de decir que fue un puñetazo en toda la boca… Yo tenía ciertos prejuicios con los actores de musicales y mira, son unos atletas del alma, del corazón, se lo curran y están preparados física, intelectual y mentalmente; y luego trabajar con niños ha sido increíble, me daban unas lecciones de humildad y de sinceridad impagables.
¿En qué sitio de Madrid te han conquistado por el estómago?
En La casa de las Torrijas, en la calle de la Paz, con un menú buenísimo, por 12 euros. Siempre como allí, te atienden fenomenal, tienen torrijas todo el año, los callos están increíbles, los calamares a la andaluza, los torreznos…
¿Hay un placer semejante en comer y bailar?
¡Semejante pero incompatible! Es un placer, pero como yo tengo esta cosa eterna con el peso, comer siempre conlleva algo de culpa. Lo disfruto y lo sufro, cosa que no me sucede con el baile.
¿Danza o interpretación?
Me completa más la danza y me ha ayudado a entender el mundo de la palabra. La danza es mi terapia, me ha ayudado a superarlo todo y a estar en el camino. Encuentro en el cuerpo la verdadera expresión de la emoción.
Tu discurso nos invita a ir más allá de los cánones actuales de belleza. ¿Hay que abrir la mente?
Claro que sí, somos seres humanos tan distintos unos de otros que es imposible querer contar las mismas historias con los mismos cuerpos. A mí me ha tocado ser gordo, pero a la que le toca ser baja, o alta ¿qué? Cada cuerpo es una historia y cada uno tiene que defender lo que es para trasladarlo al escenario y que el público vibre contigo.
¿Te han hecho creer que podías ser una moda pasajera?
Sí, yo todo el rato pienso que me van a descubrir, que soy un farsante y que me van a devolver a mi casa. Lo hablaba con Asier Etxeandía, hay un miedo común en los artistas, confiamos en nuestro talento, pero, a la vez, estamos siempre pidiendo perdón por si nos descubren como la gran mentira.
Un rincón secreto de Madrid.
Descubrí hace poco un sitio increíble, en la calle Conde de Romanones, un patio interior que es un octógono, es el único que existe en la ciudad, se accede por una puerta de carruajes.
¿Algún proyecto «secreto» que se pueda contar?
Sólo diré que hay una dirección que estreno en febrero, en el Fernán Gómez; voy a hacer una serie nueva… y participo en una producción de Telecinco, Señoras del (h)AMPA, con un elenco extraordinario. No me puedo quejar.
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