Lleva más de treinta caminando, con los ojos bien abiertos y los oídos atentos. Aprendiendo intuitivamente, creciendo, desaparecida para el mundo de las letras. Por suerte, este mes de octubre, la recién creada editorial barcelonesa Lava, una editorial de literatura volcánica en erupción permanente, recupera Los girasoles en invierno, la primera novela (inédita en España) de esta escritora que formó parte de los aledaños del boom literario de los sesenta, pero que nunca tuvo el éxito que merecía.
Nos cuenta Albalucía Ángel, a punto de salir para La Serena (ciudad al norte de Chile), hasta la que le esperan dieciocho horas de autobús, pero que afronta con una mezcla vivaz de perplejidad e infalible convicción, al decir que “toda el aguante está intacto, parece”, que su relación con la música es de nacimiento, que nunca “ha dejado de sentirse parte de un teclado, de cualquier instrumento”. Más precisamente comenzó su relación con la música a los 4 años. Primero con la guitarra, después el acordeón y, más tarde, la dulzaina. Lo que ella quería es que sonara, que sirviera el instrumento, cualquier instrumento, para que ella pudiese acompañarse con su voz. Así, durante los años sesenta, mientras escribía su primera novela (que acabaría en 1968), se ganaba la vida con el oficio de ”diseuse” de la canción folklórica colombiana. Tanto es así que, mientras vivía en Barcelona, en casa de Gabriel García Márquez y su mujer, los escritores del boom la consideraban una cantante, pero nada sabían de su escritura.
Su novela Los girasoles en invierno, ahora reivindicada por las escritoras jóvenes, que ven en ella una figura tutelar, un referente feminista y una pionera de la vanguardia postmodernista en castellano, es metáfora de sí misma, pues la escritora colombiana resistía entonces, en aquellos años sesenta, como un girasol en invierno. El año en el que la escribió su meta era sobrevivir al invierno parisino (donde se ambienta gran parte de la novela). Vivía en la Rue Plumert y en su obra se afana por mostrar el espejismo de la ciudad, mientras tiritaba en su cuartucho. Se trata de una novela auténtica y veraz; por ello, está también llena de música, como ella. Nos confiesa la escritora que no tenía en mente el ritmo mientras escribía, sino que es algo que se sostiene íntimamente, y que se hace eco del “ritmo de mi música interior”, nos dice. Por ello Los girasoles en invierno está llena de luces y de sombras, y da cuenta de una juventud a la que la vida está a punto de escapársele de las manos, una bohemia poseedora de todos los sueños posibles e imposibles. En estos días a Albalucía Ángel se le va a conceder el título de honoris causa en la Universidad Nacional de Colombia y así, es ahora momento de escuchar de una vez esta música olvidada, sea en relación (o no) al boom latinoamericano.