Aitana Sánchez-Gijón está inmersa en “el proyecto más arriesgado de su carrera”. El reto: poner su cuerpo, su voz y sus emociones al servicio de cinco mujeres que desafiaron el tiempo que les tocó vivir. En ella habitará, del 4 al 22 de diciembre, Juana, protagonista de este espectáculo de Chevi Muraday que sacudirá el patio de butacas del Teatro Español.
Homenaje, activismo, historia, emociones, denuncia, respeto… Juana es un viaje duro pero gozoso. Representa la naturaleza salvaje y profunda de la mujer, en un espectáculo multidisciplinar producido por la Compañía Losdedae, en el que ponen el contrapunto áspero y salvaje Chevi Muraday, Alberto Velasco, Carlos Beluga y Maximiliano Sanford.
Sánchez-Gijón dará vida a cinco mujeres que cambiaron la historia: Juana La Loca, Juana de Arco, Sor Juana Inés de la Cruz, la Papisa Juana y Juana Doña. A todas ellas les dedica una propuesta escénica arriesgada en la que se deja, literalmente, la piel.
¿Cuál es el origen de la obra?
En realidad, lo provoco yo. Esto parte de una revelación que tuve viendo el espectáculo de Chevi En el desierto, hace cuatro o cinco años. Cuando vi lo que hacía Chevi con el lenguaje de la danza y de la palabra, utilizando actores y bailarines, mezclando las disciplinas y todo como un mismo medio de expresión, pensé, yo quiero formar parte de algo así. Yo abordé a Chevi y le dije “hazme bailar, quiero hacer algo contigo”, y recogió el guante. Al poco tiempo me vino con la propuesta de Juana. A partir de ahí comenzó un proceso de casi año y medio de encuentros, de ir viendo qué hacer con el cuerpo, cuál era mi lenguaje posible, cuál era el lugar de encuentro de los dos dentro de ese espacio común que estábamos buscando.
¿Habías usado la danza antes?
Sí, yo venía ya con procesos que tenían que ver con el cuerpo, sobre todo con Andrés Lima y su forma de trabajar, de hacer talleres y laboratorios, trabajo de creación a lo largo del tiempo. Tuvimos la oportunidad de trabajar con Sol Picó, con Antonio Ruz, con gente del circo y empezar a conectar mucho con el lenguaje del cuerpo en la escena, también en Medea o Troyanas. Desde entonces he ido gestando esa necesidad de utilizar todo el instrumento de una manera más total, que el cuerpo sea un elemento más de expresión unido a la palabra. Por supuesto yo no tengo formación de bailarina, ni soy capaz de hacer la décima parte de lo que hacen ellos, ni lo pretendo.
Durante este tiempo de investigación y ensayos, ¿has visto evolución?
Sí, sin ninguna duda. Si miro atrás jamás pensé que podría hacer las cosas de hago; pero quien espere verme hacer piruetas de bailarina contemporánea se va a llevar un chasco, no es esa la idea. Yo me expreso con el cuerpo y ellos bailan, pero sí que creo que hemos encontrado ese lenguaje común que hace que yo esté completamente integrada, que todo tenga el mismo pálpito y nazca de la misma emoción.
Sales de tu registro habitual…
Sí, a mí me va mucho la marcha y necesito meterme en el fango, tirarme a charcos imposibles. Tengo mucho miedo, pero el miedo nunca es una barrera, es un aliciente más porque necesito demostrarme que puedo y que el miedo no me detenga… No me paraliza. Probablemente esto sea lo más arriesgado y lo más difícil que he hecho nunca. Me deja totalmente exhausta, me duele el cuerpo cada día desde que empecé con este proceso, estoy llena de cardenales… Además, soy la única mujer, entre cuatro hombres, y hay una energía muy masculina. Y que conste que me tratan como una reina, pero es inevitable que se produzca rudeza, aspereza, en lo que estamos haciendo. Es un espectáculo duro, de hecho, al comienzo le digo al público “quién me quiere acompañar… el viaje es largo y doloroso, pero es vivido”. Es un viaje de nado contracorriente, pero realmente la experiencia es tan viva, tan poderosa, tan profunda, que me compensa.
Juana, ¿tiene dramaturgia o narra una historia?
No, no hay una línea cronológica ni una dramaturgia al uso, nada más alejado. Estamos haciendo un espectáculo donde viajamos a través de la palabra y el movimiento, pero sobre todo a través de la emoción. Es un espectáculo de atmósferas, de sacudidas, donde hay como fogonazos de Juanas. El espectador probablemente no sepa qué Juana es la que está hablando porque en realidad son todas prácticamente la misma mujer, hay algo que las une que soy yo, una mujer contenedora, que así la ha llamado Chevi Muraday, el director; una mujer contemporánea, vestida de rojo y que habla desde la mujer que soy hoy. Así, poco a poco, me van habitando y traspasando todas esas Juanas… Es un espectáculo impresionista y prima la emoción. La palabra es poética, bebe de Clarice Lispector y todo ese mundo suyo en el que se plantea el origen, el porqué de la existencia, la angustia existencial, el pálpito de vida, la necesidad de ser… Todo esto es lo que va saliendo de la boca de cada una de las Juanas… A veces está muy claro qué Juana es Juana de Arco o Juana la Loca, pero hay otros en los que realmente se mezclan y se funden unas con otras.
¿Cómo ha sido el proceso de investigación para dejarte habitar por los cinco personajes elegidos?
A Juana de Arco la encarné en Granada, en una ópera oratoria, por lo que ya había investigado sobre ella; pero, por ejemplo, sobre la Juana la Loca no había investigado tan a fondo y me he quedado absolutamente fascinada y horrorizada por esa vida tan dolorosa y extrema; ese encierro tan prolongado, esa locura de amor. La Papisa Juana, que no sabemos si es un personaje histórico o de leyenda (yo tiendo a pensar que sí es histórico), fue una mujer que se hizo pasar por hombre y acabó siendo Papa. También hablamos de Sor Juan Inés de la Cruz, o de Juana Doña, encarcelada por sus ideas.
¿Qué tienen en común?
Son todas mujeres muy valientes que, a pesar de todos los pesares, y de no tener ese espacio ni esa posibilidad en la historia, no pudieron dejar de ser quienes eran y hacer lo que hicieron, fieles a sí mismas. En la mayoría de los casos fueron duramente castigadas, incluso perdiendo la vida o la libertad, pero es muy impresionante las huellas que han dejado estas Juanas. Para mí Juana son todas las mujeres anónimas que se han salido del molde, que han roto barreras, que no se han conformado con lo que les han contado, se llamen Medea, Hécuba, Nora o Pepita… Estas Juanas son el símbolo de todas esas mujeres que a lo largo de la historia han creado ese entramado que nos lleva hasta el día de hoy, y que ha creado a las mujeres que estamos hoy aquí y a la sociedad que somos hoy, con todo lo que nos han aportado, y con todos los límites que pusieron a sus vidas y que todavía seguimos arrastrando.
¿Qué queda del origen de Aitana como actriz en este espectáculo?
La misma pasión, el mismo deseo de aprender y de alimentarme de todo lo que pueda aportarme cosas, el mismo temblor a la hora de abordar, de subirme a un escenario o ponerme detrás de una cámara. Siempre intento dar lo mejor de mí.
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