No todo ha de reducirse a esperar una reacción en el público. Tampoco tiene que ver con parir una idea provocadora, ni siquiera vanguardista. Hay veces que la creación se reduce a la necesidad humana de entenderse, de estar unos segundos en la piel del otro.
James y Tom Hancock son dos hermanos australianos. Cada uno de ellos tiene talento por separado y al tiempo, limitaciones para crear. James se ha hecho adulto y ha tenido que dejar de creer en las hadas. Tom tiene Síndrome de Down y algunas cosas fuera de lo cotidiano le resultan inaccesibles. Cuando los dos se juntan, sus ilustraciones toman direcciones inesperadas que superan la noción de creación y se convierten en un sistema de comunicación propio.
Cuando os ponéis a trabajar en una nueva ilustración, ¿cuál es el proceso? Con algunas piezas los dos nos sentamos con una hoja de papel en blanco y vemos hacia dónde va. Trabajamos orgánicamente sobre la página sin tener en cuenta el diseño. Él dibuja algo y a continuación yo dibujo al lado de él. Yo dibujo algo más y él añade otra cosa… El proceso se eleva desde el inicio del que partimos, la colaboración crece a través del material. Con otros trabajos, como los retratos, empezamos con una base de pintura y otros preparativos que hago yo. Una vez que el fondo está hecho lo tomamos como punto de partida y vamos hacia nuevas direcciones.
¿Qué conceptos tenéis en común? Tom tiene una manera personal de ver y representar el mundo. Tiene todo un catálogo de señales y símbolos personales con los que puede transmitir cosas que, al tiempo, son ritmo y alegría en el acto de dejar su huella. Le encanta hacer pequeñas historias en miniatura con sus símbolos dentro de la historia principal. Creo que él, al igual que yo, ve que con el dibujo se pueden reinterpretar los objetos que te rodean. Hacer que exploten y luego volver a juntar las piezas en la página. Te permite ver lo efímero, aspectos emocionales y otros que no son visibles a primera vista.
¿Tenéis algún tema más recurrente que otros? Tom y yo estamos interesados en la obsesión. Estamos obsesionados con el dibujo, con comenzar algo y rehacerlo hasta que te vuelva un poco loco. Esta obsesión es parte de nuestro proceso de creación y se puede ver en la elección de símbolos de forma repetitiva y detalles complejos.
¿No hay vértigo cuándo piensas en lo que esperan de ti? Siento que tengo una gran sensación de alivio cuando trabajo con Tom. A él le proporciona mucha libertad en un mundo lleno de limitaciones hacia él mismo, no tiene el peso de sentir qué es lo que tendría que hacer según el punto de vista de los demás. Esto fluye en mí. No hay agobios o limitaciones. Es abrumador. Todo es juego y aventura. Cada vez que comenzamos a trabajar no existe el miedo a la página en blanco o hacia dónde vamos a llegar. Nos lanzamos y chapoteamos alrededor.
Crear, en este caso, tiene más que ver con la comunicación, ¿no? Rotundamente sí. Hay algunos temas más complicados de los que sería imposible hablar sin nuestro trabajo. Temas como la identidad, la percepción, la virilidad, la física cuántica… Son cosas de las que solemos hablar cuando trabajamos juntos. Es un encuentro especial de nuestras cabezas, una unión de nuestras mentes. Nos mezclamos los dos y juntos codificamos nuestras propias filosofías en el trabajo de cada uno, compartiendo ideas vivas en la página.
¿Qué te aporta trabajar con tu hermano que no conseguirías solo? Trabajar con Tom siempre ha abierto mi mente a nuevas formas de ver las cosas. Su libertad de expresión es fuente de inspiración. Tom ha sido capaz de mantener su sensibilidad e intuición infantil hacia el mundo. Su creatividad y su proceso lo refleja. ¿No decía Picasso que tardó cuatro años en pintar como Rafael, pero toda una vida para pintar como un niño? Tom ha mantenido este mundo personal, infantil y sus habilidades me fascinan.
Texto: Teresa Garrido. Ilustración: Selfportrait, 2011.