Hace solo unas semanas que los integrantes de Taller Abierto acaban de llegar de Portland (Oregón) de recoger el primer premio de la Competición Internacional “Living Aleutian Home Design Competition” ideada para promover la construcción de una vivienda experimental en la Isla de Atka (Alaska, EEUU).
Daniel Martínez Díaz, Nacho Román Santiago y Julio Rodríguez Pareja (Taller Abierto) no se cansan de hablar y de explicar su proyecto, transformando una conversación sobre arquitectura y diseño en algo sencillo, cercano y tremendamente atractivo. Engancha, como dice Nacho, como les pasó a ellos desde el primer momento en que tuvieron conocimiento de este concurso lanzado desde las Islas Aleutianas, un lugar con el que los mapas cartográficos casi se convierten en cartas de fábula y leyenda. Este conjunto de islas con nombre de planeta de ciencia-ficción es uno de los espacios más ásperos e indómitos del planeta. Allí los temporales y unos vientos constantes y muy fuertes están a la orden del día.
¿Cómo planteasteis el diseño de este edificio cuyas características arquitectónicas debían adaptarse al medio natural y al cultural? Como decíamos, fue creciendo de forma ‘natural’. Queríamos incluir la doble componente que suponía el uso de la nueva tecnología con el espíritu de las viviendas tradicionales, los ulax (excavadas en la tierra para aprovechar el calor de la tierra, con un espacio único…) y dar una respuesta válida respetando los conceptos de la cultura donde se iba a implantar. Después hay que tener en cuenta las características de la isla, donde sopla un viento constante el 85 por ciento de los días del año, llueve unos 240 días, es una zona con gran probabilidad de terremotos… Con todo eso, nosotros diseñamos una vivienda sostenible y autosuficiente, con una forma inspirada en los sombreros de los habitantes pescadores de estas islas, que son aerodinámicos.
Y además son materiales reciclables y tecnologías limpias, ecológicas, porque también era uno de los requisitos del concurso… Sí. El objetivo era construir una casa para Jimmy Prokopeuff, un joven de la isla cuya vivienda se está viniendo abajo, pero que serviría después de modelo para el resto de habitantes. Uno de los objetivos era reducir el consumo energético puesto que las condiciones climáticas unidas a la escasez de recursos (que implica que todo se tenga que importar) elevaba sus facturas a 600 dólares. Nuestro proyecto incluye materiales y amplias capas térmicas y aislantes, turbinas eólicas que aprovechan la fuerza del viento y la convierten en energía, sistemas de recogida de agua para utilizarla como aguas grises, una calefacción que se nutre de la geotermia… Todo se puede producir en serie y son materiales y placas manejables por una persona, porque hay que tener en cuenta las condiciones de orografía y de puesta en obra. En 50 días se puede construir esa vivienda (frente a los 6 meses que emplean ahora).
¿En qué porcentaje ha influido la estética en su diseño? La casa tiene una estructura de madera contralaminada, apoyada en unos soportes metálicos y conectados a una cimentación de hormigón. El exterior va recubierto con paneles de metal. Por los condicionantes del concurso y de la zona, el exterior tiene pocas pretensiones estéticas: son materiales de abrigo, severos, pero donde el diseño juega un papel muy importante, pues el acabado es el mismo que el de las pelotas de golf, con pequeñas hendiduras que dividen las succiones creadas por el viento. Es algo muy importante. El interior habla de lo cálido, lo amable, la sensación de confort. Para ello hemos utilizado la madera. Luego hay muchos detalles como el gran ventanal o los módulos interiores que permiten diversas configuraciones de la vivienda.
Y al conjunto le pusisteis el nombre de Finnesko… Sí. Finnesko es la marca de las botas que llevaba en capitán Scott en su expedición a la Antártida. Y eran botas de diseño, claro, con su aislamiento, sus clavos… Nos gustaba el nombre porque estaba también vinculado a una aventura y todo eso cuadraba con nuestra forma de entender no sólo el proyecto en sí, sino un poco todo…
Texto: Óscar Checa Algarra. Foto: vivienda experimental de Taller Abierto.