Salva Bolta se estrenó en el teatro valenciano hace veinte años. Desde entonces ha sido actor (Flor de Otoño, 1982), escenógrafo (Hotel Venezia, 2006), director (Münchausen, Los días felices…) y coordinador de la Dirección Artística del Centro Dramático Nacional. Entre el 30 de enero y el 24 de febrero, estará al frente de una nueva edición del Festival Escena Contemporánea para demostrarnos que, sobre todas las cosas, es un gran espectador.
¿Cómo ha sido la experiencia de programar esta edición del Festival? Estoy fascinado con la cantidad de proyectos que hemos recibido. 200 propuestas para proyectos convencionales y 150 para espacios no convencionales. No te puedes imaginar la cantidad de creadores que hay –algunos de ellos todavía bastante desconocidos- con propuestas interesantísimas de alta calidad y riesgo artístico y personal. Hay una fibra de creadores que están palpitando ahora mismo en la calle.
¿Cuál es el Leitmotiv de este Escena contemporánea? Hay mucha gente en las artes escénicas que está recogiendo el eco de lo que está ocurriendo en el mundo en el que vivimos. No hace mucho tiempo los creadores estaban ocupados en el propio proceso creativo del artista y su reflexión era sobre ellos y su propia obra. Ahora mismo están recogiendo la necesidad de conectarse con una realidad mucho más profunda, más emocional, más colectiva y optimista que la que estamos viviendo. Yo he intentado elegir trabajos que estén preocupados por esto y cuya intencionalidad sea ofrecer a quien vaya a verlos un poco de alivio, un poco de rabia, o una pequeña curación o respiro sin apartarle la mirada del mundo real.
¿Crees que era necesario encontrar un arte que se desvinculase de sí mismo? No lo sé. Estamos viviendo en un momento social en el que el ser humano como tal, en el sentido más ancestral de la palabra, está teniendo cada vez menos cabida. Y el ser humano necesita sentir que forma parte de una colectividad y en un lugar como el teatro participa de una ceremonia en la que se conecta a ese sentimiento de pertenecer a algo. Tú me preguntas si hacía falta eso, yo lo siento cada vez más así. Y lo siento también cuando formo parte del colectivo de espectadores. No creo que la gente vaya al teatro porque necesita diversión o evadirse de la realidad. Eso es una idea del poder. Yo creo que el ser humano está cada vez más evadido de la realidad y lo que busca es acercarse a ella.
¿Y eso lo están reflejando los nuevos creadores? Sí. Antes vivíamos en un estado del bienestar en el que todas las necesidades del ciudadano estaban cubiertas y si el arte no golpeaba hacia lo social era porque lo social aparentemente estaba cuidando del ciudadano. Pero ahora estamos descubriendo a la carrera que todo eso es mentira. Que el estado de bienestar se ha acabado, que la clase media se va a terminar. Y estamos reaccionando todos. Y los creadores también, lógicamente. Dejan de mirarse a ellos mismos. No hay nada más que levantar la mirada. Ese arte en el que el creador se miraba a sí mismo se había convertido en algo muy críptico.
¿Crees que ahora va a ser más accesible? Desde la dirección del Festival, mi intención es programar espectáculos cuyos creadores tengan implícita la voluntad de conectar con el espectador. No sé si el arte se volverá más accesible pero te puedo asegurar que gran parte de los creadores están sintiéndose atravesados por la realidad social.
¿Crees que esa mirada es la que te ha llevado a estar al frente del festival? Yo lo que puedo aportar es eso, lo que siento, lo que me emociona… Sin dejar de tener en cuenta el marco y el paraguas del festival. Pero en ese lugar de creación que es Escena Contemporánea habita mucha gente así. Y muchos espectadores también van buscando tener una experiencia vital, entera y emocional. Yo voy a intentar programar un festival para patios de butacas que estén llenos de gente hambrienta de eso.
¿Qué te está aportando personalmente? Riqueza, porque me doy cuenta de la cantidad de gente que hay con ideas maravillosas, con proyectos complejos y elaboradísimos. Yo disfruto mucho dirigiendo pero disfruto tanto o más sentándome a ver el trabajo de otros. Creo que principalmente soy un buen espectador. Yo me alimento de lo que hacen los demás, en mi alma.
Texto: Andrea G. Bermejo. Foto: World of Interiors, de Ana Borralho y João Galante © Vasco Célio (Escena Contemporánea 2012).