Roberto Pérez Toledo (Lanzarote, 1978) es, como él mismo se autodefine, “hacedor de pelis cortas y una larga”. También es uno de los cineastas pioneros en el uso (intensivo) de las redes sociales. Y, por encima de todo, amigo de sus amigos. Mi amigo. En otoño estrena Seis puntos sobre Emma, un drama romántico juvenil, protagonizado por Verónica Echegui, que habla de “nuestra ceguera sentimental”.
Conocí a Roberto a través del invento de Mark Zuckerberg. Me solicitó amistad y yo acepté. “No sabía a qué te dedicabas pero me hacían gracia tus estados” recuerda él. Yo tampoco. Pero conectamos. Nos convertimos en amigos virtuales. Luego descubrí sus cortos. Obritas maestras como Nuestro propio cielo o Los gritones. Y me enamoré de su mirada. La primera vez que coincidimos fue en un pase de Avatar, pero yo no le vi. Hasta entonces no había reparado en que no sabía cómo era físicamente. Nunca había visto una imagen suya. Solo de sus amigos, a los que retrata compulsivamente en su fotolog, su blog Mi vida rueda, sus diarios de rodaje, etc… Y es que Roberto ha construido su identidad a través de la de sus amigos. Él es sus amigos. Se proyecta en ellos. Y viceversa. “Hay gente que me pregunta si creo adrede una aureola de misterio” cuenta, medio irónico. “Mi forma de salir en las fotos es haciéndolas”. Y prosigue: “Tengo cierta obsesión por registrarlo todo. Cuando creé el fotolog mi idea siempre fue hacer un álbum de recuerdos que pudieran consultar todos mis amigos”. Roberto tiene 2500 amigos en Facebook y 1365 seguidores en Twitter. Yo dejé de ser uno más.
Confiesa Roberto que no se fía de su memoria, que se recuerda viendo E.T a los cuatro años, angustiado, pero que no sabe si es un recuerdo que ha fabricado él. Yo creo que su problema (como el mío) es que a menudo mezcla la realidad y la ficción. La última vez que nos vimos (antes de esta entrevista) fuimos a ver E.T a la Filmoteca. Viéndole emocionado en la escena final entendí por qué es la película que despertó su vocación. Crecer en un sitio tan aislado y pequeño como Lanzarote no debió ser fácil. Por eso a menudo pienso que de adolescente –bueno, en realidad sigue siéndolo- Roberto soñaba con tener un amigo como E.T y que, gracias a sus poderes, la silla de ruedas sobre la que desplaza desde los catorce años salía volando para aterrizar en un mundo en el que los cines no tienen escaleras y los chicos son tan guapos como actores de Hollywood. Menos mal que a los dieciocho años se fue a Salamanca a estudiar Comunicación Audiovisual y luego a Madrid para cumplir su sueño. “Hubo un traslado de pandilla y empezamos a hacer cortos”, rememora. “Me sentía muy arropado. Todos me ayudaban a materializar lo que quería hacer”.
Roberto ha dirigido más de 15 cortos en los que ha diseccionado con una sensibilidad y una economía narrativa asombrosas sentimientos tan íntimos como complejos. Yo lo llamo, con cariño y complicidad, “el poeta de las minusvalías emocionales”. Él se ríe y me da la razón. “Me inspira mucho todas las fases que hay entre amistad y amor” se sincera. “Cómo una cosa puede evolucionar a otra, de cómo se gestionan esos sentimientos, sobre todo cuando es en secreto. Qué haces cuando te corresponden, cuando no o cuando tienes una relación perfecta y aparece una vena autodestructiva”. Y remata: “Cuándo decir te quiero. Es una gran pregunta para mí. La base de Los gritones”.
En otoño estrena su primera película, Seis puntos sobre Emma. La protagoniza Verónica Echegui. Y la ha hecho con amigos, sobre todo actores. El tráiler ha sido un fenómeno en la red. “Quería hablar de los palos de ciego que damos hasta que encontramos lo que queremos. Me dije: ¿Y si eso fuera literal? Me gustó la imagen de una tía que va a ciegas y, a la vez, es ciega” me confiesa. Ahora le toca enfrentarse a la condescendencia de la prensa. “Están muy influidos por el rollo de superación personal”, cuenta. Pero se lo toma con humor. Como cuando le invitan, una y otra vez, a jornadas sobre cine y discapacidad. “Mi vida es complicada a muchos niveles, pero no dirigiendo” aclara. Menos mal que ahí están sus amigos para hacer que su vida siga rodando.
Texto: David Bernal. Foto: Roberto, en el centro, con gafas, rodeado de algunos amigos.