Luces de Bohemia es uno de los textos con los que nos inician en el Teatro en el colegio. “Por eso tenemos una curiosidad especial por la reacción del público más joven”, cuenta Lluis Homar, quien dirige una versión fiel (y “mancomunada, todo el equipo aportó ideas”) de esta obra producida por el Centro Dramático Nacional. Encabezan el elenco Gonzalo de Castro, como Max Estrella (“la barba que se ha dejado demuestra su implicación con el personaje”), y Enric Benavent, como Don Latino.
Fue Gerardo Vera quien hace dos años le propuso montar esta pieza en el María Guerrero, donde ya se representó una vez. ¿Recuerda qué sintió? ¡Vértigo! Los días siguientes me despertaba con ansiedad, me preguntaba cómo abarcar esta obra fundamental del siglo XX, que significó una ruptura de la estética al servicio de una regeneración ética; además, creo que la tragicomedia es el género más difícil. Pero, al releer el texto, sentí una llamada. Le propuse a Xavier Alberti, con quien he trabajado mucho en teatro, que se encargara de la dramaturgia y la música, e hice un “casting de entusiasmo” para seleccionar a los actores con los que embarcarnos en esta arriesgada aventura.
No hay que olvidar a los clásicos… Valle Inclán es hoy nuestro cómplice. Hay un paralelismo entre el momento en que se publicó (1924) y el actual: en ambos, los valores están patas arriba. Nos parece interesante zambullirnos en el alma de estos personajes desafinados, cuyo autor definía como imperfectos aunque los amaba; sabía que podían ser mejores. Queremos ver la realidad desde el fondo del vaso, como dice Don Latino en la obra, refiriéndose al esperpento.
Han tenido que pasar doce años para que vuelva a dirigir teatro, desde que montó e interpretó Hamlet. ¿Tan mal recuerdo le quedó? Fue un tour de force lleno de dificultades. Quedé exhausto, me tomé una tregua.
¿Cómo ha cambiado el teatro desde sus comienzos, en los setenta? En aquel momento aún se podía entender como una aventura de vida. No había dinero, éramos más libres –aunque no lo pareciera, porque había que cambiar todo el sistema–. Ahora somos prisioneros de nosotros mismos, de lo que hemos creado, no podemos vivir sin ciertas comodidades. Hay una actitud de Valle de la que deberíamos aprender: no quería ser rico, quería ser independiente. En una época en que se moría de hambre, le dieron un cargo político del que dimitió en protesta por una caza de faisanes. Y aunque desde el gobierno insistieron en ofrecerle una manutención, la rechazó.
Es uno de los fundadores del Teatro Lliure. ¿Qué recuerda? Como decía uno de los primeros personajes que interpreté, había una gran dosis de entusiasmo en reserva. Éramos una cooperativa, entendíamos el hecho teatral como algo colectivo. Me siento afortunado de haber estado allí.
Un montaje inolvidable… Arlecchino servitore di due padroni, de Giorgio Strehler, que vi en el Piccolo Teatro di Milano.
Texto: Paloma Fidalgo. En foto: Lluis Homar © David Ruano.
Luces de bohemia · Teatro María Guerrero (Tamayo y Baus, 4) · Hasta el 25 de marzo.