A Sigmund Freud se le conoce tanto como a cualquier estrella del rock. De hecho, su legado ha influido notablemente en la cultura popular del pasado siglo. Pero precisamente este estatus de intocable, esta idolatría por parte de sus correligionarios, es lo que ha favorecido que algunos aspectos de su vida personal hayan quedado en la sombra. Jorge Marugán Kraus la ha estudiado y como resultado del análisis ha publicado el sorprendente libro El deseo homosexual de Sigmund Freud y su travesía por lo femenino.
¿Cómo te diste cuenta de este deseo? Cuando descubrí la relación epistolar entre Freud y Jung. Después de leer sus cartas me di cuenta de que ahí había un elemento latente, que salía a la superficie con bastante intensidad y que se repitió con otros amigos como Fliess. Pero con Jung me interesaba más porque es un gran personaje y la relación tuvo mucha miga. En la ruptura que sobrevino después, que se supone que fue por divergencias ideológicas, hubo también un componente de tensión afectiva muy importante.
Además, según se ve por tu libro, Freud profesaba por ellos casi un amor adolescente. Totalmente. La sensación es que en las relaciones de Freud hay un componente de precariedad muy importante. Exige una fidelidad a toda prueba, es celoso, posesivo y demanda mucha atención. Pero hay que aclarar que no es que Freud fuera homosexual, sino que tenía este deseo homosexual que en ciertos momentos de su vida le hacía sufrir. En el libro aparece cómo él proyecta este deseo en los otros. Por ejemplo, a todos los amigos con los que tiene este conflicto les dice que son homosexuales.
Según dijo Freud, el ser humano nace bisexual y luego se decanta, reprimiendo o no la homosexualidad… Eso es. Pero en realidad este era un pensamiento de Fliess, y Freud lo que hizo fue encajarlo en su propia teoría para “caerle bien”. Finalmente, Freud acaba descubriendo que todos nacemos asexuales y luego, en el proceso evolutivo, el impulso se dirige hacia la mujer o el varón, y en algunos casos hacia ambos.
En la actualidad, muchas de las teorías de Freud se toman por falsas, o al menos por poco científicas. ¿Crees que hemos pasado al otro extremo, y la razón cada vez cuenta menos? Sí, y el problema fundamental está en que la ciencia se ha convertido en una especie de tecnociencia aplicada a las leyes del mercado. Se ha vuelto cada vez menos humana y más dirigida a crear un producto que genere dinero.
¿Todos reprimimos alguna parte de nuestra personalidad para encajar en la sociedad? Esto es así porque al constituirnos necesitamos a alguien que nos autentifique esta identificación. De lo contrario, aparecen todo tipo de mecanismos que a veces pueden desembocar en brotes psicóticos. La represión, según Freud, funciona para dejar a un lado todo lo que no sería fácilmente aceptable por los demás.
¿Qué tipos de “máscaras” nos pondríamos para evitar esa soledad? Siguiendo el pensamiento de Freud o Lacant, no es que nos pongamos máscaras, es que la máscara es todo lo que somos. Debajo de ella hay un vacío constitutivo, un agujero. Todos vivimos disfrazados, y no hay otra alternativa.
El libro será presentado el 17 de febrero a las 19h30 en el salón de actos del Ateneo de Madrid.
Texto: Nacho Urquijo
En foto: Jorge Marugán Kraus