Después de fotografiar chimpancés para la Fabrica de Benetton, James Mollison apuntó con su cámara a la jungla de los conciertos. ¿Son los fans una especie en peligro de abundancia?
La primera vez que James Mollison (Kenya, 1973) pisó Los Ángeles, tuvo la sensación de que la ciudad había sido tomada por un ejército adolescente de Britney Spears en miniatura. Se preguntó entonces si el fenómeno de los fans había de plantearse como otra de esas egg-chicken-questions sin solución. ¿Qué fue primero, el fan o la fama? “No tenía claro si era pura imitación o había algo que las conectaba misteriosamente”, cuenta el fotógrafo en su cita con El Duende. “Inmediatamente traté de averiguar algo en doyoulooklikebritney.com, pero no saqué gran cosa. Necesitaba mis propias pesquisas, acudir a un concierto de Britney y sacar conclusiones”. Lástima que por entonces la cantante se encontrara sumida en una de sus recurrentes crisis existenciales. A la búsqueda de alternativas que ofrecieran similares garantías, Mollison se enroló en un concierto de Marilyn Manson donde, además, tendría la oportunidad de poner en práctica todo el periodismo de contienda que había visto en las películas. “Sobreviví a la experiencia –reconoce entre risas–. Cuando llegué a casa y comprobé el contenido de los carretes no daba crédito. Nadie destacaba sobre el resto. Todos eran iguales, diferentemente iguales. Así fue cómo empezó todo este proyecto”.
El método de trabajo para el resto de fans que integran la colección se debatió a menudo entre el riesgo y la diversión en que se desarrollan las últimas horas de un concierto. A falta de permisos de los promotores para organizar las sesiones de fotos dentro de los recintos, Mollison y su equipo montaban los campamentos a la salida. “Amber, la que es ahora mi mujer, fue fundamental para captar a la gente. Los big rastas la querían, las mujeres se sentían a salvo en su compañía, los padres nos dejaban fotografiar a sus hijos… Mi amigo y asistente Damian se encargaba de controlar los parecidos. En lo que a mí respecta, tiraba todas las fotos que podía con mi Mamiya RZ67”. A medida que Disciples iba tomando cuerpo, más nítidamente dibujados quedaban los vínculos que unían en afinidades, no sólo musicales, a cada tribu. “No tardé en darme cuenta de que más allá del sentimiento de pertenencia a un grupo, las comunidades de fans eran un sucedáneo de familia. A unos les sirve para intercambiar opiniones sobre música, a otros para regresar a su juventud y los hay que simplemente se van encontrando entre el bullicio de la gente”. El resultado de todas estas experiencias se recoge en un cuidado monográfico de 128 páginas, The Disciples by James Mollison (Ed. Chris Boot), que sabe a tesina sociológica pero que se devora en una tarde. Se podría decir que Mollison le ha cogido el gusto al trabajo de campo, lejos de los estudios. “Ahora trabajo en una colección sobre los niños y sus habitaciones. Ya he fotografiado casas en Estados Unidos, Brasil, Inglaterra, China, Kenya, Tailandia… Resulta curioso que lo que en Occidente entendemos por habitación en otras zonas del mundo no es más que un rincón de la cocina o un hueco debajo de las escaleras”.
Texto: Manuel Dallo
Fotos: James Mollison, Dresden Dolls y Marilyn Manson de la serie The Disciples. En sumario: Oasis.