Sus besos preferidos «son los húmedos», Audrey Hepburn sería la actriz a la que le hubiese gustado besar, «si hubiésemos coincidido en el tiempo y en la escena», y no nos quiere decir si la española besa de verdad porque le ponemos en un compromiso: «mi chica es canadiense y besa muy bien», contesta riendo. El madrileño Fernando Gil se mete en la piel y la armadura de tres personajes en Spamalot, el musical de Monty Python basado en su película de Los caballeros de la mesa cuadrada, que en versión castellana, y bajo la dirección de Tricicle, se acaba de estrenar en Madrid.
¿Cómo ha sido el reto de enfrentarte a un texto de los Monty Python y a la dirección de Tricicle? Podríamos decir que tengo una especie de «Doctorado de Monty Python» porque llevo cinco años trabajando con sus textos e interpretando personajes suyos. Me podría considerar como una especie de experto en el tema y sobre todo en la adaptación del humor de los Python al humor español. Hay muchos elementos de estos humoristas que sólo se entendían dentro del humor inglés, pero poco a poco hemos ido creando un puente de traslación para lograr que estas gracias impacten igual al público de nuestro país, y hemos logrado que la gente se ría tanto como lo hacen otros espectadores anglosajones. Y Tricicle son unos cirujanos del gag, se aprecia que llevan muchos años trabajando el dibujo gestual y visual, entonces hacen como coreografías cómicas muy efectistas. Creo que la suma es muy potente.
Das vida a tres personajes en el espectáculo: Sir Lancelot, el soldado francés y Pijus Magnificus. Cuéntanos cómo son. Sir Lancelot es un personaje que me fascina, porque es el típico psicópata sin escrúpulos (violento a su pesar). Es de estos individuos que te encantaría tener como amigo porque él primero arrasa y luego pregunta. No obstante, hay un giro en la obra en la que el personaje experimenta un cambio dando lugar a escenas de gran hilaridad… Se rompe toda la lógica creada a su alrededor desmontando al personaje con esa licencia cómica tan típica de los Monty Python y realizada con gran maestría por Tricicle. El soldado francés protagoniza una escena que entusiasma al público, los espectadores se ríen a carcajada limpia. Es un auténtico provocador. De hecho, en esta escena realizo la tontería a la que más partido he sacado en mi carrera de actor. Hago una «pedorreta» que dura 35 segundos, con la que los espectadores se mueren y aplauden con una ovación que en términos taurinos sería de las dos orejas y el rabo.
¿Y cómo es tu Pijus Magnificus? Es un personaje entrañable. Es el mago de la obra, aparezco en escena volando, obviamente sujeto por un arnés, y propulsado por una escoba… Aparentemente es un personaje que debería infundir miedo, pero el pobre da risa. De hecho, para interpretarlo me dijo Paco Mir: «intenta que sea ‘zapitozotas’ (de estos tipos que hablan con la «z»)». Así, queda un vejete curioso que su labor en la vida, que es vigilar una zona de la montaña, es todo un desatino, dando lugar a un auténtico caos humorístico.
Se podría decir que eres un actor todo terreno… Cantas, bailas, declamas… ¿Qué aspecto tuviste que trabajar más? Lo que más me ha costado preparar han sido las coreografías. En la Escuela me especialicé en teatro gestual y el cuerpo lo sé mover bien pero la estructura de la danza es muy estricta. Yo he sido un improvisador gestual y los gestos que hago son un poco más libres, cada día el gesto varía un poco. Pero la danza es más estricta, todo está medido por ocho tiempos y el quinto tienes que hacer un determinado movimiento y a mí eso me costaba horrores. Me pasé todo el verano ensayando como un descosido pero al final el coreógrafo quedó contento con lo cuál me doy por satisfecho. Es más, ahora soy el que mejor baila. (risas).
Has participado en las series de televisión con más audiencia de nuestro país, ¿consideras que es un género a fomentar? Creo que como en todo vamos avanzando… Al principio parecía que la cosa se había estancado en series con un trasfondo bienintencionado heredado Médico de familia, se intentaban hacer productos que abarcasen ese target desde niños hasta abuelos. Me provocaba cierto rechazo y me planteaba si no podríamos hacer en España algo con un poco de picardía. Ahora, poco a poco, vamos viendo que en las series se incluye la «mala leche» que le da un punto cómico a las escenas. Por ejemplo, en La tira, veo que se abren cada vez más a meter sketches más cabrocentes o Camera Café o Los hombres de Paco tienen ese punto, que da mucho juego.
¿Alguna manía o ritual antes de salir al escenario? No, porque yo hice la «mili profesional» en la compañía teatral Yllana y un día estábamos en teatro de 1.200 localidades y al día siguiente en el gimnasio de un colegio de Inglaterra y al otro actuábamos en un pub alemán… Entonces no te daba tiempo a plantearte voy a hacer esto antes de salir. Llegabas, montabas, realizabas la función, hacías trece personajes, apenas te daba tiempo a cambiarte, desmontabas y a otro destino. Eso me ha dejado muy pocas manías. Llego, lo hago y me voy.
¿Nos cuentas alguna anécdota divertida de tu carrera? En una comedia que hacía con Yllana, era gestual e hicimos la gira por 14 países. Al final del espectáculo incluíamos una especie de guerra de calcetines. En una bolsa llevábamos los pares de calcetines y se los distribuíamos al público para que nos los arrojasen cuando nosotros salíamos detrás de un parabán como patitos de las dianas de las ferias. En un colegio de Inglaterra, en Marlborough, donde estudian las hijas de Sting, en lugar de los calcetines nos empezaron a tirar manzanas, zapatos y otros objetos (los muy cabrones) tuvimos que salir por piernas de ahí. En Dinamarca, actuábamos en un Festival de Música al lado de Copenhague, en una carpa de teatro durante el solsticio de verano. En estas fechas en Dinamarca hay casi 20 horas de luz y dos de penumbra. A este festival acuden miles de personas en tiendas de campaña. Hacía un calor espantoso y el único sitio con un poco de oscuridad y fresco era la carpa del teatro. Así que los tres primeros días fueron un éxito, pero a partir del tercero la gente estaba tan cansada que nos veíamos haciendo la función para miles de personas que venían a dormir o que estaban borrachos. Así que, a veces, soltaban improperios en danés del tipo que nos calláramos y no interrumpiéramos sus sueños. De hecho, un día, un individuo se acercó al escenario con una cerveza sugiriendo que nos daba de beber si parábamos la función y le dejábamos dormir.
Texto: María José Yagüe
Spamalot. Estreno 10 de septiembre. Teatro Lope de Vega
Créditos editorial de moda:
Fotografía: LUIS GASPAR
Realización: VIRGINIA LUENGO
Maquillaje y peluquería: LOLITA para Dior
Estilismo: MARIAN BEIGBEDER
FOTO 1 (arriba). Pantalón de Love Moschino · Jersey de Tommy Hilfiger · Chaqueta de Ana Locking · Zapatos de Tod’s
FOTO 2. Pantalon en seda y fajín de Antonio Miró · Blazer de Burberry · Camisa de CK Calvin Klein · Pajarita de Dsquared2 · Zapatos de Tod’s
FOTO 3. Pantalón de Love Moschino · Jersey de Tommy Hilfiger · Chaqueta de Ana Locking · Zapatos de Tod’s
FOTO 4. Blazer y pantalón de I.Independent · Camisa de CK Calvin Klein · Corbata de Frankie Morello · Zapatos de Tod’s
FOTO 5. Smoking de Frankie Morello · Camisa de Love Moschino · Sombrero de Piombo · Zapatos de Tod’s
FOTO 6. Pantalon en seda y fajín de Antonio Miró · Blazer de Burberry · Camisa de CK Calvin Klein · Pajarita de Dsquared2 · Zapatos de Tod’s