En el MOMA, en la galería parisina Magda Danysz, en la madrileña Espacio Mínimo o la embajada de Holanda en Varsovia se exhiben las obras de Erwin Olaf (Hilversum, Holanda, 1959). Y es que es uno de los mejores artistas de su generación. El gobierno holandés acaba de concederle el prestigioso Premio Johannes Vermeer en reconocimiento a toda su carrera.
Enseña lo que no se ve. Con sus fotos, instalaciones y vídeos consigue transmitir la angustia de sus personajes (Olaf’s Hotel). Aborda temas a menudo tabú como el sexo (en Mature) o critica la sutil tiranía del consumismo (en Fashion Victims), hecho curioso teniendo en cuenta que el autor se ha ganado muy bien la vida en el mundo de la publicidad (dos de sus campañas recibieron el León de Plata en el Festival de Publicidad de Cannes)…
Quizá antes sus obras eran más irónicas y provocadoras, y su contenido más social, y ahora son más introspectivas y se centran en asuntos domésticos. Sí y no. Mi trabajo ha pasado de un tono más directo y provocador a otro más sereno y sutil en relación con la forma de transmitir pensamientos y opiniones. Pero pretendo que los temas sigan vinculándose a lo colectivo.
Lo que no ha cambiado es la tensión que se masca en sus trabajos. Aunque las escenas estén aparentemente en calma, hay una inquietud latente. Ese ha sido siempre mi reto. Pero no pretendo transmitirle la tensión directamente a la cara al espectador, en el momento en que está viendo la obra, sino despertarle, desde la ambigüedad de la escena, una sensación incómoda que lo invadirá durante días.
Esa ambigüedad estaba muy conseguida en la instalación que pudimos ver en ARCOMadrid 2012, The Keyhole, un interior visto desde fuera, a través de una cerradura, con adultos acariciando a niños. Era una obra sobre la moral, ¿no? Trataba la moral en gran parte, pero también el amor y la ternura. Afectaba al sentimento de culpa, posible tanto en el espectador como en los protagonistas de la escena. Quizá al primero le provoque enfado lo que ve. Pero, ¿qué ve realmente? Puede que tenga un enfoque distorsionado por sus propios prejuicios…
Ha empezado a crear instalaciones como esta y vídeos en los últimos años. Al principio de su carrera, en los 80, trabajaba solo como fotógrafo. ¿De qué disciplina se siente hoy más cerca? En realidad, siempre me he visto como un artista abierto a cualquier disciplina, aunque incialmente me dedicara específicamente a la fotografía.
Hay quien dice que los espacios donde tradicionalmente se ha expuesto el arte (galerías, museos) no son los más apropiados para exhibir sus instalaciones, como tantos otros artistas. Sí, sí que lo son. Ambos. Y probablemente lo seguirán siendo en el futuro.
¿Cuál sería un escenario de ensueño para hacer una foto? Ahora mismo, Berlín, porque mi próximo proyecto se desarrolla allí. Así que, a por él, y como lo ambiento en los años 20, lo ideal sería que también pudiera viajar en el tiempo en ese sueño…
¿Y un lugar inusual o poco ortodoxo donde le gustaría exhibir sus trabajos? Bueno, en mis comienzos, mi estudio era una iglesia…
Texto: Inés Granha. Foto: Erwin Olaf, Keyhole.