Las imágenes de Pablo Genovés (Madrid, 1959) nos hablan de encuentros fortuitos entre una foto que no le pertenece y otra que hace suya a través de la manipulación. No en vano, todas sus series parten de la misma necesidad: “reutilizar imágenes preexistentes, fotografías del pasado de lugares icónicos e interactuar con ellas, hacerlas parte de un futuro imaginario y quizás, por qué no, posible”.
Tiempos históricos, cronológicos y climáticos se vislumbran en tu obra, así como una cierta intemporalidad. ¿Podemos hablar de tiempos suspendidos? Me seduce enormemente la historia que hay detrás de cada una de ellas. Pequeñas fotos de sitios que representan tanto y que han viajado por el mundo, dormido en cajones, pasado de generación en generación. Sacarlas de su sueño, rescatarlas del olvido e inyectarles una segunda versión de la historia es como una necesidad para mí. ¿Suspender el tiempo? Por qué no… ¿Suspenderlas en otro tiempo? Quizás.
¿Por qué has elegido museos, iglesias y teatros como protagonistas de tus fotografías? Antes de escoger una imagen, veo miles y miles de estampas. Las busco por todo el mundo: en mercados, librerías de viejo, a veces, en sitios insólitos y, la mayor parte de ellas, en lugares no demasiado cómodos. Paso muchísimas horas buscando, con frío, lluvia, calor. Cuando de pronto aparece una especial, no sabría decir por qué. Es algo que me arrastra. De nuevo las palabras no tienen nada que hacer. No puedo traducirlo al lenguaje hablado. Los museos, las iglesias, los teatros son la selección que ha hecho la propia historia de la fotografía. No hay estampas de pequeñas escenas domésticas. El ser humano ha fotografiado lo grande, lo que consideraba un logro, algo que trascendería su época.
¿Qué rol juega lo inesperado, la irrealidad o lo insólito en su obra? Creo que lo inesperado, la irrealidad y lo insólito es lo más natural en eso que llamamos realidad. Cuando comienzo a trabajar con una imagen, todo sucede de una forma fluida. Lo que funciona se hermana sin estridencias. Lo que no funciona se va desechando de manera intuitiva, subconsciente, no me veo muy dueño de los resultados, siempre me sobrepasan, es lo que me apasiona de la creación artística, ese viaje en el subconsciente.
¿Por qué no encontramos al ser humano en su trabajo? El espectador es el último y único ser humano en mi obra.
¿Podemos hablar de legado pictórico (influencia de su padre, Juan Genovés) en sus fotografías? No lo sé. ¿Quién puede considerarse o juzgarse sin su niñez? ¿Qué derivaciones futuras le esperan a su obra desde el punto de vista artístico? Yo no programo mi obra. Es imposible, pero las últimas obras para esta exposición tienen que ver con el arte maltratado. La máquina invasora… quizás todo siga por ahí. Quizás.
¿Qué le ofrece vivir en Berlín frente a Madrid? Ninguna me ofrece más que otra, sencillamente necesito vivir entre dos mundos. Necesito de los contrastes. Tiene más que ver conmigo que con ellas.
Texto: Inma Flor. Fotos de Pablo Genovés: (arriba) Cronología del ruido, (sumario) La biblioteca y el muro.
Pablo Genovés · Galería Pilar Serra (Almagro, 44) · Hasta el 17 de marzo.