La guía telefónica es escuálida si comparamos su grosor con el catálogo de retratos que ha hecho Enrique Meneses (Madrid, 1929) a lo largo de sus sesenta años de profesión. Seis décadas buscando noticias en los cinco continentes en las que ningún medio se le ha resistido (prensa escrita, televisión, radio, Internet…), aunque la fotografía ha sido su herramienta de trabajo más habitual. Con su cámara atravesó África de El Cairo a El Cabo, reprodujo la aspereza de guerras como la del Canal de Suez o Sarajevo, convivió con Castro y el Che en Sierra Maestra, fue testigo de la Marcha sobre Washington, ayudó a salvar Abu Simbel, fotografió al Dalai Lama, a Picasso, a Dalí…
Durante tus sesenta años de profesión has ejercido el periodismo en todas sus vertientes: prensa escrita, radio, televisión, fotografía e Internet. ¿Qué te aporta la fotografía? Un periodista es los ojos y los oídos de la sociedad, de quienes quieren saber y preguntan. El de la fotografía es un lenguaje universal, permite transmitir el mensaje de lo que ocurre en cualquier parte a cualquier destino sin necesidad de traducción.
Sueles esforzarte en distinguir el fotoperiodismo de la fotografía de prensa. El fotógrafo de prensa retrata un hecho que explica un texto (“Zapatero y Rajoy se saludaron a la puerta de la Moncloa”, por ejemplo). El fotoperiodista narra una información en fotos, la cámara sustituye al teclado del ordenador.
Durante la mayor parte de tu carrera has utilizado una cámara analógica. Pero te encantan las posibilidades que ofrece la digital. La fotografía digital significa libertad para trabajar. Puedes ver tu trabajo cuando aún no has abandonado el lugar de la acción, y repetir, borrar, buscar otro ángulo… No tienes que esperar el revelado en los laboratorios.
Charles Aznavour en el Carnegie Hall de Nueva York, 1963.
Con tus fotos, has retratado a personajes de los cinco continentes para medios españoles y extranjeros (Abc y París Match, por decir dos), tanto en tiempos de paz como de guerra. Eres muy crítico con la forma como paga la prensa el trabajo fotográfico en España. España es el único país del mundo donde se compran los reportajes al kilo, y luego se utilizan esas fotos tuyas para cubrir veinte páginas y la portada. Fuera de aquí se utiliza el page rate, o tarifa por página ocupada, con una tarifa para portada, para doble página y para página. Además, España nunca se ha caracterizado por pagar mucho a sus periodistas. Por cubrir mi primer reportaje, la muerte de Manolete, me pagaron menos de lo que me costó el taxi a Linares con espera.
La lista de las personas que has fotografiado más bien parece un glosario de los protagonistas del siglo XX. Repasemos algunos: Fidel Castro y el Che, Kennedy y su mujer, Krushev, Paul Newman, Picasso, Dalí, el Rey de España… Me sorprendió la atención con que escucha nuestro Rey, por cierto. Lo conocí al volver de Sierra Maestra, él sólo era Príncipe de España y quería que le contara cómo eran los jóvenes revolucionarios.
Cuando los revolucionarios cubanos cobijados en Sierra Maestra aún no pasaban de utópicos inofensivos, fuiste a retratarlos en un reportaje que luego se publicaría en Paris-Match. ¿Cómo te los ganaste? ¿Sus convicciones ya eran comunistas desde el principio? No era difícil ganárselos para sacarlos en la prensa, a ellos les interesaba que los promocionasen. Castro no se hizo comunista hasta que, después de una semana de paseo por toda la isla besando jovencitas y niños, llegó a La Habana y se encontró con el Partido Comunista Cubano instalado en el poder.
El retrato del Che que más vueltas ha dado no es tuyo, es de Korda. ¿Podías intuir que el Che llegaría a ser el mito que es hoy? No. El Che era, para mí, un guerrillero más, aunque sabía organizarse muy bien. Encima, padecía asma (en Sierra Maestra dijo haber descubierto que lo que mejor lo ayudaba a combatirlo era la pólvora). Precisamente, la leyenda se forjó a partir de esa foto de Alberto Korda, que lo presenta como a Cristo resucitado.
En una sesión de fotos de Richard Avedon, Salvador Dalí con una modelo mientras preparan una sesión de fotos de joyas creadas por éste
Para sacarles fotos a los revolucionarios y a cualquiera que has enfocado, has preferido “robarle” la foto, más que pedirle que pose para ti. ¡Por supuesto! La foto está en lo que la persona hace. Eso de que los políticos se sienten a fingir que hablan para que se les hagan fotos mientras tanto, y cuando realmente están hablando nadie los enfoca, me parece lamentable.
Te atreviste a dirigir las revistas Lui primero y luego Playboy durante la incipiente Transición española. Sus páginas estaban llenas de cuerpos al aire. Debió de ser todo un shock para el público. Pues sí. Los primeros dieciocho números de Lui me acarrearon dieciocho juicios por escándalo público. Con eso lo digo todo.
A estas alturas, ¿te queda algún retrato por hacer? ¡Todos! Nadie piensa que hay una foto que tendría que hacer, salvo que coleccione fotos de monumentos. Quizá me hubiera gustado entrevistar en mejores condiciones al Dalai Lama. Lo entrevisté siete veces, pero en circunstancias en que él no podía prestarme total atención ni ser totalmente sincero o claro. También me hubiera gustado ir al Tíbet.
¿Hay una foto de la que te enorgullezcas especialmente? Sí, la de un nilótico del sur de Sudán y su familia. Condensa la esencia de una familia nómada: El hombre camina con dos azagayas en la mano, su único bagaje. La mujer anda dos metros detrás de él, con el ajuar de la casa sobre la cabeza y el niño sujeto a la espalda merced a un pañuelo anudado en el pecho. Un perro, amigo tradicional del hombre, sigue a la familia, y la sombra de todos va hacia atrás de ellos, porque caminan hacia el futuro. Están saliendo de la prehistoria para entrar en la Historia.
Has vivido muchos años en África. Sólo en Egipto, seis años. El futuro de la Humanidad depende de África, de su fauna, de su flora, de sus materias primas, de sus jóvenes.
El EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) te obligó a colgar la cámara en la guerra de Sarajevo. ¿Sigues haciendo fotos? Me he fumado la Tabacalera entera, por eso he enfermado. En Sarajevo no podía cruzar corriendo la avenida de los francotiradores cargado con las cámaras, y eso era demasiado riesgo. Por suerte, los serbo-bosnios no dispararon contra mí porque su código no les permitía atentar contra el tonto del pueblo. Sí, sigo haciendo fotos. Pero de otra manera, claro, porque ya no puedo subirme a una tapia.
Publicaste tus memorias hace cinco años (Hasta aquí hemos llegado. Ediciones del viento). ¿No has pensando en la jubilación? No. No me da la gana. Vivir es hermoso, y quiero que conste.
Texto: Entrevista realizada por Paloma F. Fidalgo