Cuarenta años con cámaras a cuestas para dar cuenta del ambiente urbano más popular de Madrid, su mirador preferido.
Luis Baylón (Madrid, 1958) toma como escenario sus calles agitadas, sus puentes o sus parques, e inmortaliza a los madrileños que los recorren, prestando especial atención a sus detalles. Influido por Bernard Ploussol, Baylón, cámara al cuello, ha vivido la efervescencia de la movida madrileña. Portugal, Francia y China, son algunos de los lugares que más le han marcado. Ha editado libros como Tarde de toros, Par de dos o Sólo fumadores y ha cofundado EntreFotos.
En tu trabajo predomina el retrato urbano. ¿Es lo que más te gusta hacer? Es lo que empecé haciendo, ya hace treinta años. Me gusta porque me parece más directo, y además, tanto en la forma como en el fondo, se relaciona con materias que me interesan, como la psicología y el cine, entre otras. He podido producirlo gracias a mi cámara Rolleiflex, la he utilizado desde siempre. Se ha ganado la fama desde los 60 al ser muy ligera y muy versátil, propia de los reporteros. No obstante, fíjate lo que me pasa: Generalmente, todas las fotos que me gustan se me escapan. Así que necesito ir siempre armado…
La mayoría de estos retratos los has hecho en Madrid. ¿Se debe a que vives aquí o lo que ocurre es que en Madrid encuentras algo especial e imprescindible? ¡Es que yo soy gato, chata! Nací en la intersección de Velázquez con Joaquín Costa y he vivido siempre aquí. Y claro, llevando la cámara a cuestas desde los 17 años, cómo no tener material de este lugar. Fíjate en esto: Todas mis fotos son un autorretrato, porque todas son una narración de mi experiencia, un retrato de mi vida, de lo que hago, de lo que me encuentro, de lo que me sorprende.
¿Cómo prefieres las fotos “robadas” en la calle: cercanas, con teleobjetivo…? Detesto la palabra que has utilizado: “robada”. Es una expresión de la que se ha abusado al hablar de la fotografía hecha en la calle. Un ladrón no enseña lo que roba, y yo sí enseño todo lo que fotografío. Así que mis fotografías no son robadas. Muchas las hago al vuelo y para otras pido que posen para mí, pero no me escondo y siempre respeto la intimidad de todos.
Has dicho que la gente que retratas es aquella que tiene “algo especial”. ¿Es definible con palabras? Retrato a la gente que me llama la atención. Retrato a las personas que no son tan anodinas como somos el común de los mortales, que no pasan desapercibidas. Puede ser su expresión o su indumentaria lo que las singulariza, pero a veces, lo que ocurre es que su aspecto influye en mí debido a mi propio estado de ánimo, o porque, de pronto, las ilumina una luz que las favorece.
Hiciste un libro llamado Sólo fumadores. Estéticamente, ¿qué tiene de especial el acto de fumar? Fue una anécdota. Normalmente mis producciones fotográficas no son premeditadas, sino que proceden de anécdotas. Imagínate que alguien ha ido dejando por ahí tiradas las piezas de un puzzle; pues de pronto, yo veo varias juntas y las uno. Encuentro algo curioso y decido hacerle una foto o un reportaje entero. Puede ser una tontería, como me ocurrió en el proyecto Par de dos, que recogí en un libro homónimo, donde las fotos presentan pares de sujetos vestidos iguales o muy parecidos, lo cual resulta bien como provocación estética. Beber de la anécdota para inventar proyectos es una estrategia común a todos mis libros, desde Tarde de toros, Animalada (donde figuran imágenes curiosas de animales), etc.
He oído estas dos cosas sobre ti: Que eres muy buen conferenciante, porque transmites con mucha claridad y gracia tus conocimientos sobre fotografía, y que has creado escuela. ¿Son ciertas? No lo puedo decir yo. Supongo que lo que ocurre es que soy muy apasionado –cosa que no me gusta- y cumplo con las dos partes de que el trabajo fotográfico ha de constar: una primera, la de la toma, que es excitante, y otra de contemplación y reflexión de la imagen fotografiada, cuando se alcanza una especie de nirvana al ver la Capilla Sixtina que uno ha hecho. La primera fase es puro instinto, y la segunda es racional y emocional. Son dos caras de la misma moneda. Lo que sí creo es que he abierto caminos con esas iniciativas de construir puzzles de las que te hablaba.
Has retratado para El Duende a Jerónimo Álvarez (muchísimas gracias). ¿Qué te aporta como modelo y como fotógrafo? Va unida su cualidad de fotógrafo a su forma de ser, que me encanta. La fotografía es una huella dactilar, o una caligrafía, y lo buena que es esta persona se trasluce en la foto. Es mejor persona que fotógrafo, y estoy diciendo mucho. Y su talento profesional ya no es potencial, pese a su juventud.
Foto: Luis Baylón por Jerónimo Álvarez
Jerónimo Álvarez
Esplendor de juventud
Tenemos asociado su nombre a reportajes de El País Semanal y que se encarga de la fotografía de buena parte de los discos del pop español. El que exhibió una colección llamada Retratos del cine español, donde se reunían a los actores y actrices más frecuentes en la cartelera de nuestro país. A pesar de su juventud, Jerónimo Álvarez (Madrid, 1973) ha generado un musculoso cuerpo de trabajo. Sus fotos tienen un tono esplendente y son amables, pero no les falta carácter.
En general, ¿la gente se gusta en sus fotos? Generalmente la persona retratada es la última en gustarse, o dicho de otro modo, la aceptación de uno mismo suele ser más difícil y extrañamente exigente, pero yo provoco la reflexión y un intento de distanciarse de uno mismo para que no sea tan difícil reconocerse.
Eres fotógrafo free-lance. ¿Cómo te resulta la experiencia? En primer lugar, un alto grado de paciencia y aguante a la inestabilidad pues nunca sabes cuándo llegará el próximo encargo, pero a su vez cuentas con un altísimo grado de libertad, pues eres realmente tu propio jefe y conoces constantemente gente nueva.
Haces fundamentalmente fotos para prensa y retratas a músicos y otros artistas. ¿Con qué actividad te sientes más cómodo? No me puedo decantar por una. Ambas me permiten un alto grado de creatividad. Generalmente realizo encargos que se parecen bastante en lo esencial: retratar a personas con mi punto de vista.
Hiciste una colección de Retratos del cine español, donde fotografiaste a actores y actrices nacionales. ¿Quiénes posan mejor, ellos o ellas? Siento ser tan soso y además parecer gallego… pero depende principalmente de la persona, al margen del género. En todo caso, las actrices generalmente trabajan más con la sensualidad y los actores con el carisma.
En los retratos de esa exposición se transparenta una complicidad de los fotografiados contigo, el fotógrafo. ¿Cómo la conseguiste? ¡Gracias! Me parece fundamental crear esa complicidad para lograr un resultado expresivo. Dependiendo de la foto que estoy intentando conseguir envuelvo la sesión de un ambiente u otro. Para mí, una grandísima herramienta de apoyo es la música. Creo bandas sonoras específicas para la mayoría de sesiones.
¿Y cómo te ganas a un desconocido? Con los conocidos tienes un gran paso ganado: Saben cómo eres, lo que buscas y la intención de ambos es ir a por un buen resultado. El handicap es justo el mismo. De conocerlos tanto, llegar a extraer y plasmar en foto lo que sientes de ellos a veces puede ser un poco frustrante. Por el contrario, con los desconocidos hay que superar la gran barrera de la desconfianza y la inseguridad pero queda un gran mundo de sorpresas mutuas por descubrir que seguramente quedarán plasmadas en la fotografía.
Decía Bernard Plossu que la fotografía es una radiografía del alma. ¿Es verdad? ¡Sí! Muchos autores lo han venido a decir de alguna u otra forma. Incluso la gente de la calle en el fondo siente un poco eso cuando tu intención al fotografiarlos traspasa esa barrera de la mera instantánea.
En 2003 recibiste el Premio del Certamen de Fotografía INJUVE. ¿Qué aspecto de tu trabajo crees que convenció al jurado para recibir aquel premio? Se lo debimos poner difícil al jurado, pues nos lo dieron ex -aequo a tres fotógrafos (Javier Arcenillas, Fran Kalero y a mí). Quizá mi proyecto sobre Benidorm rezumaba un punto de vista kitsch pero con tintes de dignificación y búsqueda de la belleza de un modelo de vacaciones del que yo estoy alejadísimo.
Tus fotos son muy naturales, apenas se ven huellas de Photoshop. ¿Trabajas con profundidad tus imágenes una vez hechas o te esfuerzas por obtener una buena imagen ya en el momento en que disparas, que apenas necesite tratamiento? En mi trabajo hay de todo. Sobre todo depende de la idea de la que partes antes de hacer la imagen. Siempre me esfuerzo por obtener el mayor acabado posible durante el disparo, pero la postproducción digital es una herramienta utilísima que uso intentando que siempre esté al servicio de esa idea, nunca como protagonista.
¿Qué te aporta Luis Baylón como fotógrafo y qué te ha aportado como modelo? Como fotógrafo, TODO. Es de esas personas a las que considero maestros, con todas las de la ley. Es de esos fotógrafos puros, 24 horas. Inspiración total. Como modelo, como a casi todos los fotógrafos, le incomoda ponerse delante de la cámara, por eso le estoy tan agradecido por haber aceptado esta invitación mía. Quedamos en mi casa y entre unas cervecitas y una comida amena nos disparamos las fotos que veis en la revista.
Foto: Jerónimo Álvarez por Luis Baylón