David Martí y Montse Ribé, socios de DDT Efectos Especiales, han sido pioneros en el arte de los efectos especiales de maquillaje en un país en el que no había tradición. De su taller barcelonés han salido, entre otras, las criaturas de Hellboy II o El laberinto del fauno, un trabajo reconocido con un Oscar. Su pasión es crear máscaras (y disfraces) que no lo son.
Hablando con Montse Ribé (David Martí, su socio, no está) no cuesta imaginársela de niña, pegada a la tele, soñando que es la Sarah de Dentro del laberinto, de Jim Henson, rodeada de criaturas fantásticas. Desde esa imagen, al Oscar que ganó en 2007 por su trabajo en El laberinto del fauno, hay la consecución de un sueño que pasa por DDT Efectos Especiales, un taller, fundado en 1991, que hace efectos de maquillaje, replicas de cuerpos, animatronics y prop (atrezzo especial). Un arte que este año, por primera vez, tendrá categoría propia en los Goya. Aun así, cuentan, “a veces te da la sensación de que no te acaban de tomar en serio”.
“A David le motivó el cine de género que le gustaba. A mí, más que el cine, me gustaban los bichos y las criaturas de fantasía: las quería ver, tocar y hablar con ellas.” cuenta Montse sobre su vocación. Los comienzos, eso sí, fueron complicados. “David, que es mi maestro, hizo un curso por correspondencia con Dick Smith, que hizo el maquillaje de Amadeus y El exorcista. El problema es que aquí no encontraba los materiales necesarios. Todos los que nos dedicamos a esto somos un poco autodidactas. Y es un aprendizaje continuo que no se acaba nunca”. Existe, además, una amenaza que puede acabar con su oficio: los efectos digitales. “No lo hemos notado mucho porque aquí estamos como Estados Unidos en los 80”.
Un maquillaje es lo contrario de una máscara. ¿Cuál es la clave de un buen trabajo de caracterización? Primero, un buen diseño. Y luego, la ejecución técnica. Si la prótesis está bien integrada en la cara de la persona, no se ven las puntas ni hace formas extrañas, te acabas olvidando de que lleva una máscara y te crees a ese personaje como tal. Sabes que el fauno no existe, pero tú lo estás viendo y dices: “es un fauno y ya está”. No piensas que hay una persona dentro. Más tarde piensas: a ver cómo está hecho… La caracterización es como una máscara, pero invisible, que tiene que transformar a la persona y pueda actuar como si no la llevara.
¿Qué es más difícil, hacer un trabajo realista –como el embarazo de Mar Adentro o los pechos del travesti de La mala educación– o un trabajo fantástico –como Hellboy II? Con el fauno, por ejemplo, no tienes la dificultad de comparar la criatura porque nadie sabe cómo es un fauno y no tienes límites, pero crear el maquillaje y el traje tiene mucha complicación. Aunque hacer un envejecimiento es más difícil porque cada uno se puede imaginar cómo envejecería esa persona. A veces se hacen envejecimientos que técnicamente están muy bien, pero mucha gente dice “no me gustaba nada ese maquillaje”. No es que esté mal hecho, es que cuesta mucho imaginarte a Brad Pitt envejecido. En lo fantástico la gente puede aceptar y pasar ciertas cosas pero en lo realista no.
Texto: David Bernal.