Desde pequeño, Daniel Sánchez Arévalo (Madrid, 1970) sintió una fascinación especial por el cine. Cuenta en su blog: “siempre pensé que era la reencarnación de John Wayne, hasta que un día descubrí que murió en 1979. La decepción de no ser el espíritu errante de un cowboy me llevó a estudiar empresariales”. En la facultad descubrió su vena literaria e inició su carrera como guionista de series como Farmacia de guardia, Hospital central, Querido maestro… Una beca Fullbright para estudiar un master de cine en la Universidad de Columbia y más de una docena de cortos galardonados marcaron la antesala de su primer largometraje: AzulOscuroCasiNegro, premiado, entre otros, con tres goya. En ocho meses en cartel, la vieron 172.000 espectadores. Pronto estrenará su segundo largometraje, Gordos.
¿Hay episodios autobiográficos en tus personajes?
Pongo algo de mí. Las historias no tienen nada que ver con algo que yo haya vivido. Me gusta observar y “ficciono” sobre la realidad. Mis argumentos se basan siempre en algo creíble.
¿El cine sirve como catalizador para lograr cambios sociales, de mentalidad…?
El cine es un reflejo de la realidad. Trato de plasmar esa realidad, sin forzarla, sin pretensión de cambiarla, no creo que eso sea bueno. Intento contar historias creíbles que reflejen momentos y sentimientos y que sea el espectador el que saque sus conclusiones.
¿Cómo definirías Gordos?
Es una comedia dramática que se mueve a partes iguales entre el humor y el drama. Son cinco historias que giran en torno a una terapia de grupo de gente obesa, donde lo importante no es adelgazar sino estar a gusto con uno mismo.
¿Qué reflejan y qué esconden?
El juego de la película está en ver a las personas detrás de los personajes, poder llegar a ver sus corazones y descubrir sus verdades.
¿Gordos es una crítica a una sociedad en la que el éxito se basa en el físico?
La obesidad es, sin duda, la epidemia del s. XXI. No obstante, en Gordos la obesidad es una excusa para hablar del miedo a enfrentarnos con nosotros mismos; es una capa más para protegernos de nuestros temores. La trama se basa en un grupo de personas y en cómo se enfrentan a los conflictos cotidianos. Así como en AzulOscuroCasiNegro recreaba personajes cotidianos que vivían situaciones poco habituales, en Gordos reflejo a unos personajes extraordinarios que viven situaciones extraordinarias.
¿Cómo ha sido el rodaje?
Se ha realizado en diez meses. Las fases han estado marcadas por los cambios físicos, según iban engordando y adelgazando los actores. Era arriesgado porque dependíamos de cómo respondieran los cuerpos. De hecho, barajaba realizar cambios de guión si alguno de los actores no llegaba al cambio físico requerido. Hemos tenido mucha suerte; tanto las chicas (Verónica Sánchez, María Morales, Leticia Herrero…) como el chico (Antonio De la Torre) consiguieron llegar a la imagen idónea. En este sentido, se podría decir que es una película sin “trampas” de guión. Es un filme muy desnudo porque quería que los procesos de cambio de físico fueran de verdad. Prefería prescindir de rellenos corporales al estilo de las comedias de Eddie Murphy.
Dicen que el futuro está en 3D. ¿Te ves usando este formato?
Es una respuesta ante la huida del público de las salas, como en su día fue el cinemascope. Hay que adaptarse, y no veo ningún problema en realizar cine en 3D mientras pueda hacer dramas intimistas.
¿Cuántas películas ves al mes?
Me gusta ver “cine en cine”, es decir, voy a las salas de proyección dos veces por semana. Prefiero los horarios en los que no hay mucho público: primera hora de la tarde, primera sesión de la noche…
¿Comes palomitas en el cine?
Sí, me considero un espectador genuino. Me gusta comer palomitas, siempre con respeto por los espectadores. Me encanta que las películas me emocionen y obviamente, cuando hay un momento emotivo lloro y dejo de comer palomitas.
Tres películas de la historia del cine:
El apartamento de Billy Wilder, Una noche en la ópera de los hermanos Marx y La gran evasión de John Sturges.
Y de los últimos años:
Revolutionary road de Sam Mendes, Waltz with Bashir de Ari Folman y Camino de Javier Fesser.
¿La experiencia más surrealista en un cine?
En Jaén, con la proyección de AzulOscuroCasiNegro. Me di cuenta que las voces de los actores sonaban como las ardillas Chip y Chop. Subí a la sala de proyecciones a comunicarle al operario que se estaba emitiendo a más de 30 fotogramas por segundo, pero hizo caso omiso. Efectivamente, duró diez minutos menos que el metraje normal. Al final, había un coloquio, les comuniqué el problema, y que solicitaran la devolución del dinero de la entrada, pero la sorpresa surrealista fue que a todo el mundo le había encantado la película tal cual la habían proyectado.
Si quisieras ligar, ¿la llevarías al cine en la primera cita?
(Ríe). Sí, además lo he hecho varias veces. Es una buena opción para romper el hielo. Pasas dos horas entretenido, en las que no tienes que hablar, y a la salida ya tienes tema de conversación.
Texto: María José Yagüe
En foto: Daniel Sánchez Arévalo.