Aunque la tele le ha dado la popularidad, Carmen Machi (Madrid, 1963) es una bestia parda del teatro que lleva sobre las tablas desde los 17 años. La tortuga de Darwin, Juicio a una zorra o Agosto (Condado de Osage) son algunos de sus últimos éxitos. En estos días protagoniza un montaje de ¿Quién teme a Virginia Woolf? dirigido por Daniel Veronese en el teatro La Latina.
¿Qué relación tenias con el texto de Edward Albee antes de que te ofrecieran protagonizarlo? Como la mayoría de la gente tenía el referente de la película de Mike Nichols. Curiosamente el único montaje que había visto era este de Daniel Veronese en Barcelona. Una de las premisas del director fue que nos olvidáramos de cualquier referencia. Él tenía su adaptación; más corta, más intelectual y con más humor.
¿Cómo es la Martha de Carmen Machi? El perfil del personaje depende de quién lo haga. Lo que para mi supone tener una copa en la mano a lo mejor es muy distinto de cómo otra actriz la tendría. Si te fijas entre la Martha de Elizabeth Taylor y Nuria Espert hay diferencias abismales. En mi cabeza es una mujer que por sí misma no es nada, que siempre ha querido ambicionar a través de los hombres que ha habido a su lado: quiere ser la hija del mejor, la mujer del mejor y la madre del mejor. Pero ella no ser la mejor. Y eso le frustra. Aunque hay más: es una noche de juego en la que ellos se divierten mucho pero se están haciendo mucho daño, siendo muy difícil distinguir la realidad de la fantasía. Es teatro dentro del teatro.
Últimamente haces más papeles dramáticos: ¿es una decisión personal o algo casual? Haciendo drama disfruto mucho. La comedia es un género agotador, muy complejo, que técnicamente tienes que trabajar mucho. Y se suele creer lo contrario: que hacer comedia es una cosa menor y el drama te convierte en actriz. Pero sí que es verdad que con la edad me ofrecen personajes interesantísimos con una carga dramática importante.
¿Tienes algún ritual antes de salir a escena? De toda la vida me santiguo tres veces. Pilar Bardem, que es muy supersticiosa, me pegó lo de no poder ponerme amarillo. Y fumarme un cigarro. Le doy tres caladas, lo tiro, me santiguo tres veces, ¡y catapún!
¿Y algún papel soñado? La profesión está siendo tan generosa conmigo que no me da tiempo a soñar personajes. He hecho animales, hombres, niños… Mi sueño es hacer personajes que sean muy diferentes y que yo misma no me reconozca dentro de ellos.
El teatro te ha dado una popularidad diferente a la que te dio la tele. ¿Estás un poco más tranquila? La vida pasa y todo te va serenando. Uno no puede estar preparado para la popularidad porque es una barbaridad: es de cero a cien. Y porque, además, no tiene nada que ver con tu oficio. Cuando hacía la serie tenía una media de seis o siete millones de espectadores. Al teatro pueden ir quinientas o mil personas. Llega un momento en el que no puedes más y te bajas del carro. Ahora hago lo que quiero. Ir andando al teatro me gusta mucho.
¿Volverías a la tele? Por supuesto que sí. No es un rechazo al medio. El problema estaba en mí. Llegue a la saturación más absoluta. Y no le puedes entregar tanto tiempo a un personaje.
¿A qué crees que se debe el gran momento de vitalidad que vive el teatro frente a otras artes? Tiene algo que ver con la magia de ver la carne, el hueso y el sudor de quien te lo transmite. Lo más sorprendente es la cantidad de gente joven que viene. En Santander, con Juicio a una zorra, la media era de unos veinte años. ¡Qué maravilla! Para ellos es arte nuevo. Y flipan porque es la vida, y no lo dominan ellos: te domina a ti. El teatro, además, es un sitio de reunión. Hay mucho público en desacuerdo con la famosa subida del IVA, que es una forma de hacer que la gente no se lo pueda empezar a permitir. Pues mira por donde la gente sigue yendo. Y mucho.
Digamos que mantienes una actitud optimista ante las nuevas medidas tomadas por el gobierno. Lo que quieren es que el teatro se convierta en un artículo de lujo. Pero no creo que lo consigan porque hay gente que está realmente enganchada a ver teatro. Otra cosa es que empiecen a controlar a los que tienen que contratar. Si no tienen dinero porque no reciben ayudas no habrá teatro.
¿Qué nos puedes contar de tu participación en la nueva película de Almodóvar, Los amantes pasajeros? Lo mío es una colaboración. Se trata de una comedia desternillante que devolverá al público que dice que quiere volver a ver “el Almodóvar de siempre”. Y no puedo decir más porque Pedro quiere que sea sorpresa.
Texto: David Bernal. Foto: ¿Quién teme a Virginia Woolf? © Publiescena / Enrique Cidoncha.
¿Quién teme a Virginia Woolf? Teatro La Latina. Hasta el 12 de octubre. Juicio a una zorra. Teatro de la Abadía. Del 17 de abril al 5 de mayo de 2013