Entre los colectivos graffiteros españoles, Boa Mistura (Pahg, Derko, Arkoh, Purone y rDick) ocupa un lugar destacado. Nacido en 2001, por su imaginación y talento, instituciones como el Cervantes y marcas como Nike le han hecho encargos. Y su bonita manera de pensar les ha llevado a imprimir color y arte en los muros de barrios deprimidos de todo el mundo.
¿Por qué os llamáis Boa Mistura? Cuando fundamos el grupo, estaba muy de moda poner nombres en inglés o siglas a las cosas. Nosotros siempre nos hemos sentido muy atraídos por lo brasileño, por eso utilizamos estas palabras portuguesas que significan “buena mezcla”, refiriéndonos a que cada miembro del grupo aporta una cosa: uno es ingeniero, otro es licenciado en Bellas Artes, otro en Publicidad…
¿Cómo arrancasteis? Los cinco vivíamos en el barrio madrileño de la Alameda de Osuna, y los cinco graffiteábamos los muros del vecindario. Un día decidimos hacer un mural conjunto… Y hasta hoy.
Más tarde además de graffiti y pintura mural, comenzásteis con el diseño gráfico e ilustración. Fue todo muy natural. Sabíamos hacerlo y lo hicimos cuando se nos presentó la ocasión. Por ejemplo, le empezamos a hacer el diseño a los discos de Pereza porque los conocemos desde siempre, son también del barrio, y esto llamó la atención de otros músicos…
¿Cómo es vuestro proceso creativo? Estamos siempre muy alerta a todo lo que nos rodea. Caminando por la calle, viendo una peli, tomando un café… De cualquier manera a alguno se le puede ocurrir una idea. La comparte con los demás, y, ¡a currar! Somos diez ojos, diez manos y un solo cerebro. Hablar es indispensable, le damos muchas vueltas a las cosas y las preparamos al milímetro. Al componer un mural en una calle, se nos ve con el metro, midiendo cada trazo, porque ya llevamos el dibujo bocetado. A menudo, la gente no tiene muy claro qué nos traemos entre manos.
¿Y la poli? Jamás nos ha dicho nada. Nosotros tenemos una máxima: no pintamos nada si no va a embellecer lo que había antes. Y creemos que así lo hace mucha gente, aunque no se le reconozca el trabajo. Por ejemplo, acaban de poner una cita muy chula frente a nuestro estudio, “Madrid es Tierno” (refiriéndose a Tierno Galván), y a mucha gente le pasa desapercibida… Para nosotros, que un soporte sea o no legal es circunstancial. Intervenimos en la calle con voluntad de enriquecerla, no pretendemos el vandalismo injustificado ni molestar. Nos fijamos en rincones deprimidos o degradados para intentar dignificarlos. No consideramos que estemos haciendo nada malo.
Sois muy positivos. Y os gustan las citas. Por Lavapiés habéis hecho murales con frases como La vida podría ser color de rosa o Madrid, te quiero en colores, y en la Fundación Antonio Gala escribisteis Callar es gritar intensamente. Nos gusta la palabra, sí. Nos gusta dejar mensajes. La experiencia en esa fundación fue curiosa, porque nos invitaron a intervenir ese convento del S XVII, de altísimas paredes y completamente blanco. Todo un oasis para la creación. Quisimos hacer un homenaje al silencio respetando el blanco de la pared en el interior de las letras. Blanco sobre blanco.
También viajáis. ¿Qué hicisteis en Sudáfrica? Nosotros invertimos el dinero que nos reportan trabajos que nos encargan instituciones y empresas en proyectos personales, y viajamos mucho. Sudáfrica nos cambió la vida. Hay otro ritmo, más sentido de comunidad, la gente es más alegre… Estuvimos en Ciudad del Cabo durante un mes, en la residencia de artistas de Ricky Lee Gordon, ubicada en el barrio de Woodstock, una peligrosa zona, antes industrial y ahora en decadencia. Pintamos en el Township de Khayelitsha (la segunda favela más grande del país), hicimos una gran fachada en el centro de Ciudad del Cabo, y fuimos parte del Toffie Festival. La gente nos agradeció muchísimo que fuéramos allí a alegrar su vecindario, a darle color. Fue precioso.
Parecido ha sido vuestro proyecto Luz nas vielas en São Paulo. Cruzamos el charco para conocer las zonas degradadas de Brasil, en las que encontramos mucha energía y magia en la gente. La familia Gonçalves nos acogió en su casa como si fuéramos sus hijos. Nos fuimos integrando en el barrio de manera gradual, e improvisamos el proyecto, pintando con colores las paredes, con la colaboración de todos los vecinos, que estaban agradecidísimos. Lo hicimos con el corazón y ellos nos dieron el suyo. Nos fuimos entre lágrimas. Nos emociona mucho pensar que hemos puesto una semilla de bienestar allí.
¿Seguís en contacto con los vecinos? Con la gente que nos acoge, por supuesto. Y a veces recibimos mensajes de turistas que lo han visto y nos felicitan, o de miembros de la comunidad que nos dicen cosas como: “¡Mi perro se ha hecho famoso gracias a vosotros!” Nos hace mucha ilusión.
Todas estas experiencias las grabáis en cortos o las inmortalizáis con fotos, que luego recopiláis en libros. Claro, porque es un tipo de arte efímero…
¿Y eso es bueno o es malo? Ni bueno ni malo. Se empieza a intervenir la calle por ego, básicamente. Pero, si evolucionas como artista, luego adquieres un impulso social, quieres aportar algo a la comunidad. Cuanto más tiempo esté tu trabajo, mejor, pero la naturaleza de este soporte es la que es, y es ella la que lo lleva a ser lo que es. Para hacer piezas imperecederas, ya trabajamos en lienzo.
Texto: Inés Granha. Fotos: proyecto Luz Nas Vielas, por Boa Mistura.