Bill Plympton (Oregon, EEUU, 1946) le debe su vocación al Pato Lucas. Recuerda que a los 11 años experimentó una “revelación catódica” sentado frente al televisor y desde entonces vive pegado a un lápiz.
“Como en Oregon no había museos, me pasaba las horas pintando. Tenía tantos dibujos que me permití la bravuconada de enviar unas muestras al mismísimo Walt Disney”. La dirección de la compañía le contestó casi 30 años más tarde, solicitando sus servicios para dar vida y color al genio de la lámpara de Aladín (1992). “Entonces había montado mi propio estudio en Nueva York, lejos de los imperativos de Hollywood. No sabía exactamente si me querían para una película o para algún estúpido programa de televisión. Pero tenía claro que no iba a dejar mi mundo por largarme a Los Ángeles”.
A pesar de sus dos nominaciones a los Óscar (por sus cortos Your Face y Guard Dog), o precisamente a cuenta de ellas, Mr. Plympton se ha erigido en el animador indie por excelencia y también en el único auteur del gremio que se jacta de dibujar a mano cada uno de los “fotogramas” de sus películas, con un estilo que conjuga la candidez de los Looney Tunes de Tex Avery con la sanguinolencia de Quentin Tarantino. Para su último largometraje, Idiots and Angels, invirtió dos años y medio bajo el flexo. Desde entonces, la historia de un hombre que reniega de sus alas, no ha dejado de cosechar premios.
¿Cómo se le ocurrió el argumento de la película? Las entrevistas te obligan a tener respuestas para todo, ya sabe. Me encontraba en el Festival de Lille, presentando Hair High, y alguien me preguntó por el próximo proyecto. Tuve que improvisar algo. Le dije que se trataba de una historia complicada… de un miserable al que le salen unas alas en la espalda que le incitan a hacer el bien, pero que aun así quiere despojarse de ellas…
Improvisó una historia gore y le salió un cuento con moraleja… Más que moraleja es un aviso. El mensaje es claro: por favor, no os dejéis convertir en idiotas.
Tras la experiencia con Tom Waits, Moby, Nicole Renaud, Corey A. Jackson y Pink Martini en Hair High, ¿por qué decidió renunciar a la música y a los diálogos en Idiots and Angels? Me di cuenta de lo caro que puede llegar a ser el proceso de sonorización. Además, la ausencia de diálogos hace mucho más sencilla la exportación.
Uno de sus personajes engrasa una máquina registradora después de haber descuartizado a un traficante de armas. ¿Cine de animación para adultos? ¿Alguien lo dudaba? (risas) Creo que el trabajo que desempeñan algunos de mis colegas en Pixar o Dreamworks es estupendo, pero no va conmigo. Aunque parezca un niño, no soy capaz de pensar como ellos.
¿Cuáles son sus referencias? En un ejercicio de concisión le diría que Walt Disney, Winsor McCay, Tex Avery, Charles Addams, VIP, A.B. Frost, Milton Glaser, R. Crumb, Bob Clampett, Pixar… Para Idiots and Angels me inspiré en Ralph Bakshi, el padre del género adulto de la animación. También me influyeron mucho el cine negro, sobre todo El tercer hombre y Sed de mal, las películas de Svankmajer y las tiras de Charles Addams en el New Yorker.
También usted pasó por la redacción de los periódicos. ¿Cómo recuerda aquella época? A aquellos días les debo buena parte de mi estilo. Cuando trabajaba de ilustrador en New York Times, National Lampoon y Rolling Stone recurría a la parte más subconsciente, onírica e irracional de mi imaginación para dar vida a las viñetas. Gracias a ellos Your Face se convertiría más tarde en la gran cabalgata del surrealismo.
Texto: Manuel Dallo
Ilustraciones: Idiots and Angels