La infancia huele a Nenuco pero también a pañales sucios, a episodios divertidos y tragedias compartidas entre niños. En esas edades todo aparece como extremo y en esos puntos nos sitúa el escritor Andrés Barba (Madrid, 1975) con sus dos últimas publicaciones, la novela para adultos Las Manos Pequeñas (Anagrama) y la novela para niños La Alucinante historia de Juanito Tot y Verónica Flut (Siruela).
Uno de sus miedos es quedarse sin recuerdos, y asegura que tiene una memoria olfativa «nefasta», tan sólo se le hace presente el olor de una chica de la facultad que «era muy fuerte, muy intenso, muy especial, no era un mal olor sino fuerte, tampoco exactamente bueno. Me parecía muy perturbador y bestialmente carnal.» Sin embargo, se le enciende la mirada si piensa en su olor preferido «el de los guisos», y pone cara de asco cuando verbaliza los que no soporta «Los hospitalarios, como de clínica, de medicamentos…». Y los lugares de sus libros, ¿A qué huelen? ¿Cuál sería el olor del orfanato habitado por niñas en Las Manos Pequeñas? «Me lo imagino blanco y casi inodoro. No es exactamente neutral, ni anónimo. Como ese tipo de lugares que no pueden ser modificados por nada, que producen cierta inquietud porque sabes que no se puede manipular nada de ellos.»
¿Por qué has escogido la infancia? Está muy maltratada literariamente. Hay clásicos incontestables como El Señor de las moscas o Los chicos terribles, algunas novelas de Henry James,…, historias donde intentan exponer, no con excesiva oscuridad, pero sí con seriedad qué es la infancia. Generalmente, está tratada con una melancolía adulta extraña y que jamás han tenido siendo niños porque un niño tiene un corazón más punk que melancólico. La infancia revisada desde los ojos del adulto, generalmente es ridícula, falsa.
En Las Manos Pequeñas hay episodios de violencia infantil ¿Por qué te has fijado en esto? Es muy hipócrita y necio escandalizarse por episodios de violencia infantil, cuando hasta el niño más educado, más primermundista y más blanco está viviendo cotidianamente humillaciones, no porque no esté protegido sino porque son consustanciales a su edad; es una edad muy tremenda, severa, implacable, cuando más claro queda que los fuertes machacan a los débiles. Nunca se ataca como tan sistemáticamente el punto más débil del otro como en la infancia y nunca se está tan desprotegido con respecto a uno mismo.
Pero en la novela es violencia extrema. Sí, pero no me interesaba tanto relatar eso como la lógica que lo produce. La violencia nunca surge de la nada, ni es gratuita; está provocada y es comprensible, incluso la más bestial. Lo que más nos puede alejar de comprenderla es calificarla inmediatamente como algo monstruoso, impensable. Es humano, lo han hecho hombres o en este caso niños y es muy comprensible.
Qué mecanismo tiene un niño para defenderse. La ficción y la fantasía; un niño es capaz de vivir episodios irreales y reales al mismo tiempo y categorizarlos con el mismo valor. Como el niño no tiene el recurso del humor que tiene el adulto, y que gracias a él se rescata de sí mismo y de la severidad que le imponen sus deseos o miedos, utiliza la ficción. Viven realidades paralelas o construyen lo real de manera subjetiva.
Hay una niña protagonista pero hay una voz coral. Tenía muchas ganas de hacer un personaje colectivo, como el que hace Proust en A la sombra de las muchachas en flor. Y ganas de contar cómo una persona irrumpe en un grupo cerrado y hace que el grupo adquiera conciencia de quién es y de lo que tiene al ponerse en comparación con la nueva. Que las niñas del orfanato, adquirieran conciencia de su estado de orfandad porque llega una niña que ha tenido padres, memoria, y que ha estado en otros lugares. La realidad de Disneyland, se convierte en algo real cuando una niña que conozco ha estado allí. Eso es fascinante y horroroso a la vez porque confirma la existencia de algo, pero me hace comprender que yo no he estado allí.
¿Por qué te incluiste como un personaje? Creí que a los niños les podía hacer gracia y gustar que apareciera el autor.
Casi todas tus novelas están protagonizadas por niñas/mujeres. En esta novela quizá por la palabra que tiene un papel muy importante y se desarrolla antes en las niñas. La intimidad y verbalizarla, decir lo que sientes, y contar un secreto tiene más importancia en las niñas. Y en general, me resulta más fácil. Contra el tópico, las mujeres me parecen más fáciles de descifrar y de describir.
Has dado un salto de tratar la pornografía en La ceremonia del porno a hablar sobre la infancia y para los niños. Son géneros muy distintos, registros diferentes. Como decía Chaplin de los cómicos y por extensión de los artistas, hay dos o tres cosas que puedes hacer con convicción, el resto las haces impostadamente. Lo que me sale bien y con convicción es la narración.
¿Y la poesía y el teatro? Esto es lo que no sale tan rápido. Me gustaría más que escribir una obra de teatro hacer una adaptación, de hecho hay una que me apetece mucho.
Estás en un momento con mucha actividad. Están pasando muchas cosas a la vez, es muy agradable. Ha habido una adaptación al cine de La hermana de Katia, una edición especial para México del Libro de las caídas, publico estos dos libros de que hablamos… Creo que es un momento muy bueno para los escritores jóvenes. Hay muchas editoriales independientes que están haciendo catálogos muy serios.
¿Te sientes dentro de una generación? No, porque la generación más obvia de mi edad es la de los Nocillas, a la que no me puedo adscribir porque hago cosas muy diferentes, aunque tienen su interés. Mi generación es muy dispersa; lo que conforman las generaciones aparte de las coincidencias cronológicas, son las formaciones intelectuales y lo bueno de ésta es que cada uno es, literalmente, de su padre y de su madre.
Txt: Mónica Caballero
En la foto: Andrés Barba