Verijadiego, Juan García, Brujidera, Arco… Incomprendidas, casi proscritas, estas variedades minoritarias resurgieron del olvido gracias a unos viticultores singulares que, como ellas, tampoco se doblegaron: aprendieron que en aquella suerte de “resistencia” estaba escrita el alma de sus territorios, y hoy salvaguardan un patrimonio vitivinícola excepcional.