Ilustración de Nuria Cuesta
Sir Arnold Wesker, caballero de la Orden del Imperio británico por sus servicios al arte dramático, fue miembro destacado de los angry young men, una generación que expresó la ira y la frustración de las clases bajas británicas de la posguerra. También formó parte de varios proyectos que trabajaron para acercar el teatro a la clase obrera. Publicó más de cuarenta obras de teatro, ensayos y volúmenes de cuentos, relatos y poesía.
Un artista tan prolífico como usted podrá revelarnos el misterio: ¿cómo nace la creatividad?
La naturaleza del misterio implica que éste no tenga explicación, si no, no sería tal. Pero es verdad que hay ciertas personas que han nacido con la capacidad de elegir las palabras adecuadas para colocarlas en un poema. Otros tienen la maravillosa habilidad para hacerlo con las notas de una sinfonía, mientras que los pintores han sido bendecidos con una percepción visual especial, y así sucesivamente con todas las artes.
¿Y en su caso?
A veces puedo recordar cuándo me vino la primera línea de una obra a la cabeza, otras no… Pero incluso si recuerdo este momento, no puedo explicar cómo llegó hasta ahí. Tampoco creo que importe. Me interesa más ser sincero, fiel a la sustancia de la obra, y que el contenido de mi trabajo tenga valor, claro.
Tres grandes teatros nacionales en Reino Unido repondrán algunos de sus primeros trabajos el próximo año. ¿Cómo recibirá el nuevo público esas obras, estrenadas cincuenta años atrás?
No estoy seguro. Ya en aquellos días, diferentes tipos de personas recibieron de distinta manera las obras. Las audiencias se quedan con lo que necesitan en cada momento de cada trabajo artístico.
¿Hubiera podido escribir esas mismas obras hoy?
El buen teatro viaja a través del tiempo y de las fronteras porque los escritores poseen percepciones reveladoras sobre constantes en el tiempo, como la condición humana. Por esta razón las historias de la Biblia, los dramas griegos o Shakespeare todavía hoy nos dicen algo. Mi obra más representada es La cocina. Aunque tiene casi un reparto de treinta actores, se ha representado constantemente durante cincuenta años en todo el mundo. Otra de mis obras, Las cuatro estaciones, una historia de amor para dos actores, ha sido representada de México a Tokio, de Copenhage a Praga, de Madrid a Nueva York. Por eso asumo que mis obras contienen material atemporal que traspasa fronteras.
Ha publicado recientemente su primer libro de poesía. ¿Se siente poeta?
Como muchos otros escritores, comencé escribiendo poesía a los doce años. Los poemas eran horribles. Durante muchos años escribí poesía de mala calidad. Mi problema es que aspiro a ser un poeta, pero no lo soy, incluso si estoy tratando de publicar un segundo volumen. Ocasionalmente junto palabras que creo que merece la pena ofrecer a un público, pero no pienso como un poeta. El mundo no me viene a la cabeza a través de imágenes y metáforas; me viene en diálogos, relaciones que se desarrollan sobre el escenario. Pero me gustaría que se apreciara en mis obras una cualidad lírica.
Si tuviera que recomendar una de sus obras a nuestros lectores, ¿cuál elegiría?
Me gusta mi primer volumen de poemas, sin embargo no lo recomendaría antes que mis obras. Me parecería un concurso de belleza y no creo que el arte tenga que verse así. Pero es verdad que hay algunas que me importan especialmente como Shylock, Love letters on blue paper, Caritas, Their very own and golden city y Lady Othello.
¿Cuál es el escritor español actual que más le gusta?
Me avergüenza confesar que no conozco suficiente a los autores españoles como para tener uno preferido. No me gusta la idea de favoritos tampoco, me suena otra vez al concurso de belleza. Sin embargo, adoro a Lorca. ¿Quién no?
Esta década ha celebrado su setenta cumpleaños y su cincuenta aniversario como dramaturgo. ¿Qué le gustaría que fuera lo siguiente?
Antes de morirme quería publicar un volumen de poesía y una novela, ¡ya lo he hecho! Ahora trato de componer otro volumen de poesía y me gustaría escribir otra novela. También me gustaría aprender a dibujar. Además, soy pobre. Me gustaría ganar el Premio Nobel de Literatura y así podría dedicar todo mi tiempo a escribir, y no preocuparme por cómo pagar las facturas.