Foto © Iglús
Rupturas, soledades, dilemas vitales o políticos: Adelaxd, Iglús, María Gómez o Flavita Banana, son algunas de las ilustradoras que mejor reflejan la realidad social actual con sus viñetas. Su lenguaje y su trazo son ahora más libres que nunca.
En Lapso de atención, Gloria Mak explica que la atención media de una persona que veía algo en una pantalla era de dos minutos y medio en 2014, pero en la actualidad esa cantidad se rebaja hasta 47 míseros segundos. En ese período de tiempo, se nos presentan miles de estímulos gráficos, ya sea en formato vídeo, fotos o dibujos. En este último caso, una idea política, un dilema moral/vital o un gag cómico elaborado, tiene que presentársenos con un impacto tal que pueda provocar alguna reacción en nosotros. Parece difícil, pero lo cierto es que hay una serie de ilustradoras que lo están consiguiendo con gran éxito. Hablamos en femenino, ante un panorama que hasta hace pocos años le parecía vetado a las mujeres. Y podemos afirmar que el lenguaje y el trazo es más libre que nunca y que nos encanta que nos dibujen nuestras propias miserias.
Pero, ¿por qué ahora?
Bueno, ¿y por qué no? O, mejor dicho, ¿cómo no? Adelaxd apela al avance del feminismo para explicar por qué funciona lo que hace: «Creo que con el feminismo hemos empezado a sentirnos merecedoras de un papel protagonista en la sociedad (y no de asistenta del protagonista), y esto también incluye perder el miedo a ser etiquetadas como locas, quejicas, histéricas, y muchos apelativos que se nos atribuían históricamente cada vez que expresábamos disconformidad o padecimiento, incluso felicidad por el éxito. Creo que nos hemos rebelado contra la exigencia de ser discretas, calladitas y sumisas. Tenemos voz y ahora empieza a escucharse». En la misma línea se encuentra Carmen de la Riva (@iglus_): «El feminismo avanza, por tanto, nuestra libertad también, lo que quiere decir que cada vez hacemos más lo que nos sale del ñoco». Ambas empezaron en la ilustración por inspiración familiar: la madre de Adela es pintora, aunque ella hizo la carrera de medicina, tiempo en el que realmente dio rienda suelta a su imaginación con mayor ímpetu. Y el padre de Carmen igual, lo que la llevó a vender sus propias ilustraciones desde el segundo año de carrera.
Esta última nombra a Nuria Pompeia, recordando que ya hubo otras antes, solo que no tuvieron la plataforma ni el contexto adecuado. También lo hace Flavia (Flavita Banana), que advierte: «Hemos tardado mucho en “permitirnos” hablar de temas fuera de nuestra esfera (socialmente construida) de interés o lucha. De ahí que nos hayamos centrado en mostrar, reforzar y reírnos de nuestra condición. Hoy en día ya es una categoría propia e internet lo ha reforzado. Me alegra y preocupa a la par, porque creo que es importante que tengamos nuestra “habitación propia”, espero que eso no nos haga creer que la casa entera es nuestra también».
La creación: ¿supeditada al like y al follower?
Adela suma 184.000 seguidores en su perfil de IG, Carmen de la Riva 66,7 y Flavita 638.000. ¿Cómo frenar el impulso de crear acorde con el aplauso de esa audiencia casi tangible? Las tres reconocen haber estado demasiado pendientes en algún momento, algo de lo que han aprendido. Flavia, por su parte, también publica viñetas en El País, por lo que en su perfil comparte solo lo que le gusta a ella: «Creo que el gran público busca la morbosidad, la reafirmación, lo que les permite decir “Así soy yo, no como los demás, esta es mi postura”. Querer gustar a ese gran público es lo que lleva a hacer imágenes simplonas, virales, pobres que no me gustan». Las ilustraciones de Adela y Carmen hablan mucho más de relaciones y dilemas vitales que nos pueden suceder a todas en el día a día: «Es como que una puede decir que pasa de la política (aunque es físicamente imposible, porque pasar de la política tiene consecuencias políticas), pero una no puede pasar del hecho de estar triste y no saber por qué, por ejemplo» – nos explica por mail la propia Adela. Y se agradece, pues teniendo en cuenta que pasamos más de un cuarto de nuestro día haciendo scroll en esta red social huyendo de lo que nos pasa, como para que encima nos den todo el rato el pan que creemos querer.