Foto. You are the one that protects from the rain, Miguel Vallinas, 2023. Cortesía de Tamara Kreisler Gallery
Edit nº202
La moda es una metáfora imperfecta. Un oxímoron. Un lienzo para plasmar sueños sobre cuerpos. Un lenguaje que se mezcla lo nuevo con la tradición en el devenir del espacio y el tiempo. Pasarelas urbanas de asfalto, de calle y de barrio. Historias fascinantes que se zurcen entre los pliegos de colores vibrantes o el más puro negro. Costuras sociales. Desnudos plenos de belleza por su ausencia, abrigos que ocultan miserias, tacones fetiches contra la indiferencia, bailes de disfraces y apariencias. El tacto del alma. La elegancia de la mente. El Pantone del mundo. Símbolos de lucha en la cremallera de la eternidad. Insignias de división o diversidad. Anillos de compromiso eterno. Sombreros que muestran respeto y botones que saltan sin consentimientos. La imposición del miedo y el silencio en la sombra de un burka. Las corbatas del G20, y las ligas de los prostíbulos. Un paño de pureza, el perdón de los pecados. Una tenue luz en el taller de un artesano y el brillo de los focos y las marquesinas. Influencia, ignorancia y postureo. La erótica de poseer y el deseo. Cánones que se imponen y patrones que se rompen. Maquillaje para los golpes. La dictadura de la belleza y libertad de expresión. Danza de telas, sinfonía de creatividad y diseño. Teatro, debate y delirio. Un reflejo de un mundo insustentable desfilando hacia la luz creativa de la sostenibilidad. Y todavía hay quien duda que la moda sea cultura. Mejor sería que la cultura estuviera de moda.