Un viaje enoturístico por Madrid

Del vino no solo se goza bebiéndolo. De hecho, se puede disfrutar de él casi casi sin catarlo. ¡¿Cómo?! ¡Anatema!… dirían algunos… Es así, no hay que enojarse (aunque, ¿quién querría perderse ese voluptuoso placer?) Pero, bueno, tranquilidad, que no cunda el pánico.

El vino no es solo ese líquido en el que se transforma el mosto de la uva y que servimos desde una botella: el vino es más de dos mil años de cultura que ha determinado muchos de los aspectos de nuestras sociedades (especialmente las mediterráneas). Y eso es lo que muestra el enoturismo. Practicándolo aprendemos y disfrutamos del vino, claro que sí. Everyone should be enoturista.

Y, en Madrid, concretamente, ¿qué es lo que no hay que perderse cuando practicamos enoturismo? Lo más sencillo es seguir la Ruta del Vino de Madrid, Madrid Enoturismo, para elegir la zona, los pueblos, las bodegas, los alojamientos y otros recursos que queremos visitar en cada momento, pero  podríamos hacer una lista de los elementos que todo viaje enoturístico por el territorio madrileño tendría que tener:

Cuevas y tinajas

En Madrid está el que, en tiempos, fue uno de los pueblos más importantes en cuanto a producción tinajera: Colmenar de Oreja. La mezcla de minerales de la arcilla que se encuentra en esta zona hacen de ella un material perfecto para la cerámica y aquí se usó para fabricar tinajas. En los siglos XIX y XX, Colmenar tenía una de las producciones tinajeras más grandes del país, junto a Villarrobledo (Albacete) y Arroyomolinos de Montánchez (Cáceres). De los 35 hornos tinajeros que llegó a haber a principios del siglo XX hoy apenas quedan una docena, en estado de abandono. Lo que sí han sobrevivido son las tinajas: la mayor parte de ellas se puede ver en las cuevas de las casas y las antiguas bodegas, algunas abiertas ahora al enoturismo: Bodegas Jesús Díaz e Hijos, Bodegas y viñedos Pedro García y Bodegas Peral, en Colmenar de Oreja, y otras como Bodegas del Nero, en Chinchón. En esta última localidad, algunos de los antiguos mesones más conocidos, como el Quiñones o las Cuevas del Vino, han conservado las estancias de las antiguas casas de labranza que fueron, así como las tinajas. En este pueblo también podemos ver otra curiosidad relacionada con estas enormes vasijas de barro: el tejón. El tejón no es, ni más ni menos, que trozos de tinajas que se rompieron y que aquí reutilizaban para ‘empedrar’ las calles de arena, allanándolas, o como felpudo en las aceras, delante de puertas y portadas.

Paisajes de viñedos viejos

Las actuales técnicas de manejo de la viña conducen las cepas en altura, en espaldera. Pero en Madrid quedan muchas viñas tradicionales, plantadas en vaso, y el encanto de los lugares donde están es indiscutible. Solo hay que darse una vuelta por las viñas de bodegas como Tinta Castiza (El Molar), Vinos Jeromín (Villarejo de Salvanés), 4 Monos Viticultores (Cadalso de los Vidrios) o Valleyglesias, Las Moradas de San Martín y Tierra Calma (San Martín de Valdeiglesias). En estas viñas están variedades propias de Madrid como la malvar, la albillo real o la garnacha.

Museos y palacios

Algunas antiguas bodegas han pasado a ser museos y son parte esencial de las propuestas enoturísticas de establecimientos como las Bodegas Pablo Morate (Valdelaguna). Otras, ligadas a grandes proyectos históricos como la creación del complejo fabril de Nuevo Baztán en el siglo XVIII, se han integrado en la oferta turística de estos destinos, como el caso de Cuarto Lote o la antigua bodega del palacio, que ahora es parte del Centro de Interpretación, sin olvidarnos de la Bodega del Real Cortijo (Aranjuez), mandada construir por Carlos III para proveer de vino y aceite a la Casa Real.

Historia y experiencias

Cada una de las zonas vitivinícolas de Madrid tiene un sinfín de historias que contar relacionadas con el vino, desde la de los arrieros que traían el vino antiguamente desde Valdepeñas hasta la de los monjes del monasterio de Santa María la Real de Valleiglesias (en Pelayos de la Presa), que comenzaron a plantar y extender el cultivo de la vid en estas tierras. En cuanto a las experiencias más singulares que proponen diferentes establecimientos podemos citar la “Cata bajo las estrellas” (enoturismo y astroturismo en Las Moradas de San Martín), “Diseña tu propio vino” (Bodega Pablo Morate), las “Experiencias oleoturísticas de La Aceitera de la Abuela”, las visitas de Singular Spain por el Oeste de Madrid o las “Visitas en carriola” de Vinícola de Arganda.