Luis Miguel Cobo (Úbeda, 1971) es uno de los mejores compositores para escena en España. También del teatro. Con casi cien trabajos a sus espaldas; varios reconocimientos, entre los que deslumbran Premios Max 2018 y 2020; lo que más destaca de su relato es cómo hila este lenguaje universal con la vida: “La música es la influencia oculta, no sabes cuándo se va ni cuándo ha entrado, pero es clave”. Hoy podemos ver y escuchar su último trabajo en el Teatro Español con Queen Lear.
Foto: Play y Loop, Cía. Aracaladanza
¿Cómo te refieres a tu profesión?
Soy compositor de música aplicada a otras artes, de cualquier terreno en el que la música pueda aportar algo.
¿Cómo arranca tu camino en la música?
Fue muy vocacional, en mi familia no hay nadie de este mundo, pero siempre encontré su apoyo incondicional. A los nueve años empecé a estudiar piano, solfeo… y llegó un momento en el que se abrió la puerta a Madrid.
¿En qué momento te especializas?
Estudié composición y colaboré con José Nieto, uno de los mejores compositores de bandas sonoras de cine. Yo escribía una partitura y a las dos semanas veía el resultado, esa es la mejor educación que uno puede recibir.
¿Y el salto al teatro?
Me llamó Miguel Narros para hacer la música de ¡Ay, Carmela!, la versión que hizo junto a Verónica Forqué. Aquello fue para mí una bomba, y ahí empecé a tener contacto con otros directores como Natalia Menéndez, Salva Bolta, Gerardo Vera… El teatro me buscó a mí.
¿Y con la danza?
Fui a ver un espectáculo del coreógrafo Sharon Fridman, que me embelesó. Al terminar la obra, en vez de irme a mi casa, fui a presentarme y le dije “me gustaría trabajar contigo”. Hoy llevamos diez años de colaboración, mi próximo proyecto lo estrenamos en noviembre en Teatros del Canal.
¿Cómo es la creación del “mapa sonoro” de una obra?
Las obras de teatro cuentan con su propia identidad sonora, más allá de la música, que es todo el artificio sonoro que la rodea y que no sea la voz del actor. Requiere trabajar esa identidad, determinando una densidad dramática o marcando un ritmo en la actuación. La capacidad de evocación que tiene la música es muy bestia.
Esto te da un control total sobre la trama, ¿cómo enlaza este trabajo con el del director o el dramaturgo?
Con el dramaturgo hay un trabajo muy directo sobre el propio texto. Si el texto te deja más preguntas que respuestas mejor es, porque al ser universal las posibilidades se vuelven casi ilimitadas. Esto lo traslado también al sonido, existen muchas más versiones posibles que las que puedan tener los directores a la hora de dirigirlo.
¿Y esa elección se hace con el director?
Estás trabajando por encargo, ese texto tiene una dirección, así es que en las primeras reuniones se habla del proyecto y de la interpretación del texto. Desde ahí elaboro distintos bocetos con los que vamos delimitando el camino. Luego empieza el trabajo más bonito, imaginar lo que va en ese texto y los días que vas a los ensayos, y ves qué encaja y qué no.
¿Y cómo sabes si has acertado?
Es maravilloso cuando la música coge el ritmo de la acción, del propio teatro, del director y su visión, y se sincroniza porque, a pesar de la paradoja, no te das cuenta de que la música está ahí, parece que ha formado parte de ese texto desde el primer momento. Es algo muy bestia ver como la música está casi de una forma ancestral. En ese momento es como si perdiera la autoría de esa música y pasara a ser parte de la función de teatro.
Eso hace cada obra y proceso muy particular…
Es la grandeza que tiene el teatro, que es directo y que no hay una obra que se parezca a otra. Cada una tiene su propio latido. En ese sentido, el músico tiene que ser muy generoso y no tener un ego muy grande, no enamorarse de lo que hace, porque no se sabe si va a ser aceptado, o no, por esa función.
¿Favorece el tener colaboraciones de largo recorrido con los directores?
Sí, empiezas a entender su lenguaje. Pero también me ha pasado de tener las ideas muy claras en los tres primeros montajes con un mismo director y, en el cuarto, no saber qué hacer. Esa búsqueda es muy interesante, porque te hace no caer en la monotonía, no puedes dar por hecho nada en el teatro, porque siempre te acaba sorprendiendo.
¿Qué sonidos conforman tu rutina musical?
Vivo en el centro de Madrid y lo que más detesto es la invasión del ruido del tráfico. Esta enajenación colectiva la sufrimos todos y esta “violencia auditiva” es algo que se ha acrecentado con la pandemia. Pero no detesto el ruido, de hecho, me encanta. Por ejemplo, soy un gran admirador del techno y todas las músicas experimentales.
¿Hay en el ruido también algo de inspiración musical?
Creo que la paleta de sonidos que ofrecen los propios ruidos en la calle es susceptible de convertirse en “música”, debemos ampliar nuestra capacidad crítica para escuchar la ciudad de otra manera y trabajar en un sonido más sano para todos. Es una especie de “sostenibilidad auditiva”, tratar de ofrecer “música” a nuestros vecinos y no solo ruido desordenado y caos.
¿Qué música escuchas?
Veinte de las veinticuatro horas del día las dedico a escuchar música. Existe una gran ansiedad por descubrir y conocer…
¿Te fías del algoritmo para descubrir tendencias?
Ha sido algo horrible para la música, ofrecernos siempre cosas que nos gustan, lo bueno es lo contrario. Te animo a sorprenderte con cosas que no hayas escuchado en tu vida.
¿Por dónde empiezo?
Hay que empezar equivocándose, a Spotify hay que tratarlo como un juego. Es fácil, solo hay que tener algo de imaginación.
¿La industria de la música y su potencial comercial nos distancia del talento y de autores más alternativos?
Soy una persona muy positiva, precisamente es ahora cuando estamos más conectados con personas con gustos similares, aunque no estén en nuestro ámbito geográfico.
¿Qué es la música para ti?
Es mi forma de vida. No concibo mi vida sin música.
¿Y qué es la música para la vida?
La música es la mayor expresión que tiene el ser humano, puede tocarte en dos segundos como ningún otro arte, es tan generosa que puede aportar a cualquier otra disciplina.
*Al inscribirte en la newsletter de El Duende, aceptas recibir comunicaciones electrónicas de El Duende que en ocasiones pueden contener publicidad o contenido patrocinado.