¿Cómo surge la colaboración con El Circo del Sol, primero con Corteo y ahora con Luzia?
Nació porque Guy Laliberté, fundador de Cirque du Soleil, se interesó años atrás por mi trabajo. Él había visto Ícaro y alguna otra producción muy chiquita, tan chiquita como Ícaro que es un monólogo para un solo espectador… y me invitó a crear algo que tuviera el mismo sabor, los mismos perfumes, pero en una dimensión tan magna, tan gigante como resultó ser Corteo. Y después de algunos años, surgió la idea de hacer algo de nuevo, y llegó Luzia.
Laliberté te pidió la esencia del pequeño formato en grandes espectáculos… ¿Cómo se logra?
Depende mucho de los intérpretes que tengas en el escenario. Puede ser grande, como Cirque du Soleil, o puede ser más grande todavía, como una ceremonia olímpica. Es cuestión de tener intérpretes que profundicen en tu estilo. Me ocupo mucho de mantener intacto, o tratar de mantener intacto, ese lenguaje poético que me define.
¿Es Luzia tu particular homenaje a México?
Es un homenaje a la cultura mexicana sí, pero no hay nada de folclore. Alude más bien a los elementos de su narrativa, la forma del realismo mágico que permite, en el mundo circense, recrear imágenes, sugerir… y habla de esa caleidoscópica forma de ser del mundo mexicano, tan distinto, tan profundamente distinto y diverso… Y para sumergir al público en un viaje dentro del alma de México era muy importante encontrar sonoridades. Que no fuera solo evocar, sino llevar los sonidos reales de México a los espectadores. De hecho, la formación musical que está en el escenario es bastante atípica. Hay marimbas, metales, trombones, tumba, estos instrumentos que normalmente en un espectáculo del Cirque du Soleil no tienen necesariamente espacio, pero que, en este caso, permiten conmoverse y acercarse a estos sonidos mexicanos.
¿Cómo enfocas la dirección artística para lograr que interioricen el estilo fuera de tu compañía?
Es un proceso, está claro. En mi compañía hay artistas que trabajan hace muchos años y eso les da un entendimiento muy profundo de mi lenguaje. En el caso del Cirque du Soleil es igual, trato de llevar actores que me conozcan de tiempo, y esa mezcla crea un proceso de emulación… En un espectáculo más pequeño, se puede ir a detalles profundos más rápidamente. En Luzia tomó un tiempo, pero también lo conseguimos…
“Teatro de la Caricia” qué forma más bella de describir tu estilo…
Surgió porque todo el trabajo de la compañía, y el mío, gira en torno a la empatía. Siempre me interesaron los procesos rituales de curación: curar a una persona, curar a un niño de sus miedos, curar a un joven de sus primeras heridas de amor… hay historias que curan, y curanderos que son poetas y chamanes. El teatro de la caricia es un libro de Facundo Ponce de León, mi amigo fraterno, en el cual se desgrana toda esta cuestión de cómo desarrollar la empatía y, lo más importante, cómo hacerlo de una forma sublime en el teatro… esa sublimación que apenas dura unos segundos, pero deja un perfume que permanece.
¿Sublimar las pequeñas historias?
Por ejemplo, para hablar de México hay que ir a los detalles, son los detalles los que permiten contar el todo, porque si no, uno se arriesga a quedarse en lo evidente. La mejor forma de contar algo que pueda construir una emoción es coger pequeños detalles; sencillos, cotidianos, donde vernos reflejados.
Tu relación con España viene de lejos. ¿Cómo es el público español?
Yo tengo un cariño muy, muy grande por el público español. Gira tras gira se dio un encuentro bonito, particular, porque vine con espectáculos más teatrales, con otros más acrobáticos. He traído cosas distintas y siempre encontré un público fiel. Hay una tradición muy fuerte y un público entusiasta. Créeme, sorprender al público español es toda una tarea.
Me consta que muchos artistas sueñan con poder trabajar contigo. ¡Qué bonito!
Me da un placer enorme que me digas esto porque creo también que este afán por trabajar conmigo es, a fin de cuentas, ganas de trabajar con la compañía. No hay muchas compañías en Europa que puedan decir que llevan 40 años trabajando. Esta fidelidad en el grupo es algo único… es algo que creo que, a los actores, a los teatreros, les fascina… Esta persistencia, estas ganas de continuar, de buscar en la misma dirección, pero utilizando tantos recursos distintos.
Pequeño formato, gran formato, teatro, ópera, inauguraciones olímpicas… ¿Te queda algo por hacer?
Quedan muchas cosas por hacer, y quedan muchas cosas por hacer mejor. Cuando me subo al escenario con Ícaro recuerdo y reaprendo lo que son los esfuerzos, los miedos de un actor, las ansias antes de subir a escena, y esto me permite dialogar mejor con cualquier otro artista cuando dirijo. En los espectáculos grandes he descubierto algo importante, podrás pedir todo el dinero que quieras, ¡pero el tiempo va a ser limitado! Esto te obliga a tener un plan de trabajo definido que también puedes aplicar al pequeño formato. Y sí, me quedan cosas por hacer, nuevos proyectos. Estoy fascinado con mi esposa Melissa y como ella viene del mundo del cine… me está empujando a caminar en esa dirección.
Director de cine, payaso, director, empresario, dramaturgo, ¡tú sí que eres caleidoscópico!
¿Sabes qué creo? Ahora estamos en el tiempo de la especialización, todo se especializa, incluso en el mundo del arte. Y claramente yo pertenezco a un pensamiento más cercano al Renacimiento, donde los artistas se expandían en varias direcciones. No sabías si eran pintores, ingenieros, escultores, poetas… yo me siento así. Yo interpreto esta idea de la expansión, el aprender, porque siento que moverse en varios ámbitos permite ser más eficaz en lo que haces.