Para el director de A vivir que son dos días, de la cadena SER, en el entretenimiento inteligente sigue siendo una cuenta pendiente del periodismo radiofónico. “Tendemos a creernos importantes y a tomarnos las cosas muy serio”, se sincera en su cita con EL DUENDE. “Los periodistas de cristal están en vías de extinción”.
En la foto, Javier del Pino y algunos de sus colaboradores en plena emisión Dieciocho meses después y con una pandemia de por medio, el equipo de A vivir que son dos días de la SER que capitanea Javier del Pino (Madrid, 1964) volvió a reencontrarse en directo con el público durante el Festival Internacional de Literatura y Arte con Humor de Bilbao para demostrar por qué es el programa de radio más escuchado de los fines de semana, con más de dos millones de oyentes.
El éxito de A vivir obedece a rara mezcla de información y humor. ¿Se digiere mejor la actualidad con una sonrisa en la cara?
Ya lo creo que sí. Además, cuando tomé las riendas del programa, yo venía curtido de Estados Unidos, donde la mayoría de menores de 40 años no elegía el New York Times para informarse, sino que veía el Daily Show de Jon Stewart. Yo no aspiraba a tanto, pero tomé buena nota de la fórmula.
En realidad, también fungiste como guionista de La noche se mueve, que presentaba Wyoming en Telemadrid. ¿Cómo recuerdas aquella etapa entre bastidores del primer late night español?
Confiaba en que no quedara registro de aquello… [risas]. Lo hice un poco por amistad con uno de los productores y también porque había gente muy inteligente en el equipo, de esos que desayunan con whisky y tabaco. Aprendí muchísimo.
De las vastas llanuras de Wyoming a la capital del poder, Washington. ¿Cuánto ha cambiado desde entonces el paradigma del aguerrido corresponsal?
Cuando yo llegué a Estados Unidos tenía la sensación de que mucha gente se enteraba de lo que allí ocurría porque yo se lo había contado. Ahora todo es distinto. La información te entra por los poros y el corresponsal debe darte el contexto para que la entiendas mejor.
¿No te han entrado unas ganas locas de montar un directo sobre las faldas del volcán?
He tenido la tentación de hacer un programa especial para tratar todo lo que esconde la humareda informativa. A veces los periodistas nos dejamos arrastrar por la inercia de los superfluo e innecesario. Por no hablar del contertulio que pasa de hablar de las coladas de lava a los presupuestos generales…
¿Cómo definirías el humor?
Para mí es un resorte que activa dos músculos de tu cerebro: el de reír y el de pensar. Ese lapso de tiempo que tardas en procesar la información, en pillar el chiste, es fundamental. Si no te cuesta un poco, no te hace tanta gracia.
¿Adolece el periodismo de un exceso de seriedad?
Los periodistas corremos el riesgo de creernos muy importantes. Yo fui educado para acabar siendo uno de esos periodistas de cristal, ya en vías de extinción, que no se pueden reír por nada. Pero tuve la suerte de trabajar con Carlos Llamas en Hora 25, todo un maestro de la ironía, y en La ventana de Gemma Nierga, que me reservó un espacio junto a Javier Cansado. En ese sentido, el humor ha sido mi tabla de salvación como periodista.
Se ha hablado mucho en los últimos años de los límites del humor y la censura a los cómicos. Sostiene David Broncano que en España se castiga más el chiste que el insulto. ¿Estás de acuerdo?
Salvo el sarcasmo guionizado de ciertos políticos para conseguir sus 20 segundos de gloria informativa, el ambiente general está muy crispado. Y eso ha hecho que los cómicos se lo piensen dos veces antes de decir algo. Estoy en contra de los chistes machistas o racistas, pero tengo claro que el humor es riesgo. O, como dicen tus colaboradores, “empujar a otros al abismo”. ¿A qué se refieren? [Risas] Cuando estoy haciendo una entrevista saben que yo no me puedo asomar demasiado a ciertos temas o preguntas, porque si me caigo yo nos caemos todos. Así que con una sola mirada entienden por dónde quiero ir y se sacrifican como obedientes kamikazes por una causa mayor.
Woody Allen formuló la que probablemente sea la mejor definición del humor: tragedia más tiempo. ¿Nos reiremos de la pandemia?
Me hice esa misma pregunta tras los atentados de las Torres Gemelas y el tiempo ha demostrado que sobre las tragedias colectivas se hacen pocas bromas. El propio Woody Allen ha declarado que en Nueva York no quedan rastros del 11-S. La gente no habla de ello. No sé qué ocurrirá con la pandemia.
Según el CIS, el 30% de la población española ha llorado durante la pandemia. ¿Te reconoces en ese 30% o eres del 70% restante que miente?
No recuerdo haber llorado, pero eso es porque no me ha tocado de cerca. Lo que sí he notado es que muchos oyentes se aferraban a la radio para poder sobrellevar el confinamiento. Ahora han vuelto a sonreír. Al acabar el directo de Bilbao muchos se nos acercaron para darnos las gracias por acompañarlos en su soledad. Eso sí emociona, aunque no te caiga una lágrima.
*Al inscribirte en la newsletter de El Duende, aceptas recibir comunicaciones electrónicas de El Duende que en ocasiones pueden contener publicidad o contenido patrocinado.