Pablo Maqueda emprende en Dear Werner (Walking on cinema) un viaje hacia lo desconocido (o de «iniciación perpetua», que diría Jodorowsky) que nace de los sinsabores que la industria procura a los nuevos creadores y termina revelándose como un alegato cinematográfico tan optimista como inspirador. Para ello el director madrileño recurre a la cámara en mano (bien ubicada a la altura de los ojos) y a Del caminar sobre hielo, uno de los diarios de Herzog, que presta su voz a algunos pasajes de la cinta en la invocación mágica de las experiencias descritas en el libro 45 años antes. Algunas tan fáciles de recrear como los planos de Múnich que realizó en 1896 Francis Doublier, uno de los operarios de Lumière, y otras más inaprensibles y poéticas, como la danza mayestática de un papel en el andén de una estación fantasma. A medio camino entre el documental y el cine confesional, Dear Werner, que se estrena el 20 de noviembre en salas, recorre 750 kilómetros de reflexiones acompasadas a la banda sonora de José Venditti, cuyo mayor mérito consiste en escuchar cada paisaje desde dentro. Así sucede en el bellísimo interludio de evocaciones bachianas dedicado a La cueva de los sueños olvidados, donde la materia misma del sonido parece emanar de la roca. Al inicio del proyecto, Maqueda se propuso materializar una escena misteriosa que había anidado en su imaginación mucho antes de coger el primer avión: un gran plano general de sí mismo envuelto en una niebla espesa. «Así comienza todo, y así debe concluir». El resultado es un ejercicio de introspección cinematográfica tan brillante y lúcido como tiernamente ingenuo. Porque si, como dice Herzog, el mundo se revela a quienes viajan a pie, el cine sólo puede parecerse al sonido que producen nuestros pasos.
Dear Werner (Walking on cinema), de Pablo Maqueda. Estreno: 20 de noviembre.