Cuando Bill Wolverton (Misisipi, 1932) se matriculó en la escuela de medicina no imaginaba que acabaría trabajando para la NASA, ni mucho menos que su contribución a la ciencia mejoraría considerablemente la calidad de vida de los astronautas en el espacio. Durante un tiempo se desempeñó como biólogo hasta que la Guerra de Vietnam le llevó a aceptar un puesto de investigación en el ejército para dirigir un laboratorio de la Base de la Fuerza Aérea de Eglin, en Florida. «Nuestro principal objetivo era proteger a las tropas de los agentes de guerra químicos y biológicos», recuerda Wolverton en su cita con El Duende. «Enseguida descubrimos que algunas plantas de pantano eran capaces de eliminar el Agente Naranja e incluso de comerse los insecticidas tóxicos de las aguas contaminadas». Poco después fue transferido a un departamento de la NASA para desarrollar un Sistema Ecológico Cerrado, esto es, un bio-domo adaptado a las condiciones de gravedad cero. «Cuando me quise dar cuenta tenía un pie en la tierra y otro, más allá».
La agencia aeroespacial invirtió una suma considerable de dinero en el Programa de Garantía Ambiental Stennis, cuya misión consistía principalmente en purificar el aire de las naves y cápsulas espaciales. Según un informe previo de la NASA, se habían detectado hasta 107 compuestos orgánicos volátiles (COV) en el interior de la estación espacial Skylab. «Para que el ser humano pudiera moverse con seguridad en un entorno cerrado de esas características debíamos dotarles de un sistema de soporte vital de la naturaleza». Su investigación demostró que las plantas ayudan a paliar los efectos de lo que ya entonces se conocía como Síndrome del Edificio Enfermo (SEE), una serie de enfermedades y molestias, tipificadas hoy por la OMS, como consecuencia de una mala ventilación, la descompensación de temperaturas y la presencia de partículas nocivas en suspensión. «Las conclusiones de nuestro proyecto se aplicaron también en otros ámbitos, como la fabricación de casas y oficinas de gran eficiencia energética». Paradójicamente, cuanto más hermético y aislado era el BioHome de la NASA, más perniciosos los efectos de las toxinas de los materiales sintéticos que contenía. «Una vez más la solución pasaba por agregar la cantidad adecuada de plantas de interior que ayudaran a mejorar la calidad del aire».