Martín Rodríguez Gaona (Lima, 1969) es crítico, traductor y poeta. Conocido en el ambiente literario por tener opiniones controvertidas y complejas acerca de lo que escribimos y leemos, ha obtenido el décimo Premio Málaga de Ensayo con su último libro, La lira de las masas (Páginas de Espuma, 2019). Hablamos con él de la poesía de los nativos digitales, es decir de aquellos escritores que han crecido con internet.
Qué caracteriza a la generación millennial?
Además de la alfabetización digital, es una generación destruida por los efectos de la globalización y la crisis y que tiene como paliativo ese espacio de auto-gratificación instantánea que son las redes sociales, en las que la popularidad arrasa con la calidad.
En tu ensayo anterior, Mejorando lo presente (Caballo de Troya, 2010), hablabas de una generación que aún no era nativa digital. ¿En qué se diferencian?
Un concepto fundamental de mi ensayo es la oralidad electrónica. La oralidad no es simplemente hablar, también es la imagen, el vídeo…todo esto dura cinco minutos. Antes se escribía con la pretensión de la eternidad, pero esto es ridículo desde el entorno electrónico. Ahora el valor está en su radiación, su viralidad y su poder de estimular a otros interlocutores, a los fans y a los haters, con el fin último de alcanzar la fama.
¿Pero todos los millennials son iguales?
No, no. Hay poetas jóvenes que siguen el patrón de la ciudad letrada, formal, discursivo, en diálogo con la tradición. Aunque igualmente se sirven de la autopromoción a través de la red y generan comunidades, su propuesta más difícil de asimilar y venden muchos menos ejemplares. En cualquier caso son una minoría. Ahora existen comunidades muy distintas.
¿Y cuáles son estas comunidades?
Hay muchos, por citar sólo algunos están los que yo llamo los poetas pop tardo-adolescentes (Elvira Sastre, Marwan…), que venden muchísimos libros y está auspiciada por Planeta, Espasa, Antena 3. Por otro lado están los poetas cool tardo-vanguardistas, las feministas, las anarquistas… (María Salgado, Layla Martínez…). El entorno electrónico ofrece un escenario y entre las clases medias con pretensión artística se demanda una puesta en escena que remita a las performance de los años sesenta, imitan a Joseph Beuys a Yoko Ono… Pero ni son verdadera vanguardia ni cuentan con una crítica que los avale.
¿Pero hay posibilidad de innovación en este momento?
Sí, pero la capacidad de innovación está en Silicon Valley. Estamos viviendo una época corporativa. Si no te patrocinan no existes. Esto se debe a un diseño de ingeniería social concreto. La caducidad del rock a favor del trap no es gratuita, tiene que ver con la destrucción de las clases medias, las ciudades multiculturales o la consagración del gueto. Madonna tiene que pegarse a Maluma para salir en la foto.
¿Qué papel tienen los premios de poesía hoy?
Los premios son herencia de un modelo cultural franquista. Antes era la única forma de publicar en condiciones en las cuatro editoriales con distribución que había. Los jurados suelen ser muy conservadores, pero las redes se han saltado esta autoridad. Editoriales como El Gaviero y La Bella Varsovia fueron las primeras que crecieron al margen y dieron espacio a los autores jóvenes. Luego han llegado las multinacionales y han capitalizado el bigdata. Ahora quieren limpiar la imagen de sus productos literarios a través de premios como el Biblioteca Breve, que este año lo ha ganado Elvira Sastre.
Este año también has editado una antología, Decir mi nombre. Muestra de poetas contemporáneas desde el entorno digital (Milenio, 2019).
Todas ellas son usuarias de las redes, pero lo hacen de manera muy distinta. De Gata Cattana, que por desgracia falleció en 2017 y era rapera, a otras como Cherie Soleil, que tiene una imagen whitmaniana, o Mónica Caldeiro, que es una poeta neobeatnik. Hay más de cien poetas millennials en activo.
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