Grandes nombres se mezclan en la génesis del proyecto. El texto es del imprescindible José Sanchis Sinisterra, el apartado plástico lo ha creado Daniel Canogar y el musical Suso Saiz. El reparto está compuesto por Alfonso Delgado, Inma Cuevas, Alfonso Torregrosa, María Mota, Andrea Trepat, Fernando Sainz de la Maza y Font García.
Un título tan afrancesado ya dice mucho de este montaje. El ponerle el “Monsieur” por delante habla de la peripecia del artista durante su exilio en Burdeos y es curioso porque el autor nos cuenta esta aventura a partir de su última familia, su familia bastarda. Viaja a Burdeos con Leocadia, su ama de llaves y amante, y con sus dos hijos: Guillermo y Rosarito. Rosarito quiere ser pintora y Goya le enseña, ella tiene esa visión más contemporánea de su propia historia. En la obra también aparecen Leandro Fernández de Moratín, autor cosmopolita y amigo de Goya, y el pintor Antonio de Brugada, que también fue su amigo [fue quien hizo el inventario de las pinturas de la Quinta del Sordo] y por él descubrimos sus últimos testimonios. Es una reconstrucción del coloso a partir de sus últimos figurantes.
¿Dirías que es una obra de fantasmas? El texto que José propone se adapta casi como un espectáculo de fantasmagorías, que significa algo así como “asamblea de fantasmas” (un espectáculo de linterna mágica donde se proyectaba sobre distintas superficies y se hacía creer al espectador que entre la vida y la muerte había un mundo de pequeños fantasmas). En este caso se juega al doble. El espectáculo funciona en sí como una máquina óptica que nos permite mirar donde habitualmente no se mira o proyectar donde habitualmente no se proyecta. Al mismo tiempo es ese juego de traer a los fantasmas del pasado para ver qué huella nos han dejado en el presente o cómo conviven en este juego de tiempos compartidos.
Y a partir de aquí, ¿cómo se ha planteado la fusión entre la representación pictórica y la teatral? Contamos con la mano de Daniel Canogar en la parte de la plástica escénica. Es como si fuera una lente, desde un concepto panorámico. Hay una pared circular que esta hecha a partir de muchos lienzos que van recubiertos con la misma textura que el suelo y la estructura vertical. El escenario es prácticamente como un lienzo trabajado que habla de personajes semihundidos. Sobre esas paredes y sobre el humo que se proyecta por delante funciona todo un imaginario visual. Es complejo pero sencillo una vez que funciona la máquina.
Qué te ha sorprendido entonces de este proyecto con José Sanchis Sinisterra. Le dan el encargo de escribir sobre Goya y hace que no aparezca, para empezar. Entonces también hace que tu reto como directora crezca muchísimo más. Para mí es un genio a sus 80 años hablando de otro genio, sordos los dos. Con ciertas dudas sobre la obsolescencia artística y con la misma lucidez. También habla mucho de uno de los dibujos en Burdeos. Un viejecito que camina muy lentamente y cuyo sobretítulo es “Aún aprendo”. Él sigue aprendiendo y los que estamos al lado aún más. Es un juego constante de investigar, de hilar y de preguntarse constantemente si esto funciona.
¿Qué le puede atraer más de esta obra a un público novel? Hay muchas lecturas dentro de la obra. Una primera lectura para gente que no conoce nada de Goya y una segunda donde se puede reconocer parte de la obra pictórica y parte de su obra biográfica. También hay una tercera capa donde Sanchis hace travesuras, la capa de la gente que más conoce al pintor.
Lo bonito de alguien que no lo conozca es que lo va a hacer a través de una mirada nueva, la de los que le acompañan en su último viaje. Y es interesante ver cómo se construye a través de ellos. Cómo también este Goya mancha, no sé si oscuramente o todo lo contrario, a los personajes con los que habita. Hay algo de espía, te conviertes en casi un “voyeur” y estás en Francia decidiendo qué pudo ser y qué pudo haber sido. Es en ese “armar el puzle” donde funciona también la parte de enganche.