En estos años, los espacios expositivos se han multiplicado en nuestra ciudad. Han nacido La Casa Encendida, Matadero, CaixaForum, CA2M, Espacio Fundación Telefónica, se ha ampliado el Reina Sofía y el Museo del Prado y han surgido nuevas galerías, la mayoría de la calle Fourquet y del Barrio de las Letras (Maisterravalbuena, Nogueras Blanchard, F2, The Goma, Delimbo…) Pero, ¿y los artistas?
Es Ana la que nos comenta que recuerda “seguir con curiosidad la programación del recién creado Espacio Uno del Reina Sofía (1997) que, bajo la tutela de Rafa Doctor, introdujo lo que empezó a llamarse por entonces arte emergente”. Nos hemos acostumbrado a llamar “emergentes” a los creadores que despuntan.
Ana Berruguete y Luisa Espino, profesionales de la gestión artística, han colaborado en El Duende a lo largo de más de una década. La primera es jefa de exposiciones en La Fábrica y la segunda es Jefa de la sección de arte de El Cultural.
¿Cómo ha cambiado la labor de los artistas en estos veinte años?
AB: Se están promoviendo iniciativas desde las instituciones, pero, también, los propios artistas han tomado el mando. Tras una época oscura de incertidumbre, Madrid vuelve a tomar cierto impulso. La crisis sigue pero la manera de afrontarla es otra. Del susto hemos pasado a la acción, y aunque ser artista sigue siendo un camino lleno de obstáculos, creo que hay más optimismo, colaboración y ganas de hacer. LE: Ser artista es hoy una heroicidad y muchos se quedan en el camino. Hasta los 30-35 hay becas y ayudas (Injuve, Circuitos de la CAM, Generaciones, Academia de España en Roma…). “La Actividad Económica de los/las artistas en España”, un estudio que publicaron en 2017 Marta Pérez Ibáñez e Isidro López-Aparicio daba cifras heladoras: menos de un 15% viven de su trabajo y al menos la mitad de los creadores consultados dijeron que cobraban menos de 8.000 euros anuales.
¿Hemos visto “emerger” algún movimiento artístico?
AB: Lo que creo es que justamente se ha producido el rechazo (por fin) hacia esa necesidad de etiquetarlo todo, y se ha reivindicado lo multidisciplinar del arte y las trayectorias individuales de los artistas, detectando influencias, correlaciones, intereses comunes, etc. LE: Para hablar de movimientos artísticos hay que mirarlo con mayor distancia temporal pero sí podemos decir que el arte colaborativo ha cogido peso y ha entrado en las instituciones. Colectivos como Todo por la Praxis, Recetas urbanas con Santiago Cirugeda a la cabeza, o artistas como Nuria Güell, han trabajado desde una óptica en la que el proceso y la participación de otros agentes es más importante que los resultados puntuales de una exposición. Hay más cruce de disciplinas.
¿Qué artistas españoles querríais ver en los manuales de arte futuros? s, Cristina Garrido… ¿Sigo?
AB: Como hacer una lista siempre es injusto aprovecho para citarlas a ellas: Irma Álvarez-Laviada, Linarejos Moreno, June Crespo o Paula Anta. LE: Isidoro Valcárcel Medina, Sandra Gamarra, Andrea Canepa, Diego Dela
¿Qué exposiciones en Madrid os han dejado más huella?
AB: ¡Tantas! Así, a bote pronto, la de Francis Bacon en el Prado y Juan Muñoz o Val del Omar en el Reina y Los retratos de El Fayum en el Arqueológico. Banquete. Comunicación en evolución en Conde Duque, me pareció atrevida y fresca. LE: Me quedo con un súper clásico: Picasso: las grandes series en el Reina Sofía y con Andar por casa, en Salón, una iniciativa de Ángela Cuadra que invita con mucho tino a comisarios a hacer propuestas de un par de días en su salón-estudio. Con trabajos de Claudia Claremi, Marta Fernández Calvo y Begoña Olavarrieta, acompañadas por la comisaria Beatriz Alonso. Giraba en torno a la vida y la historia del edificio en el que está Salón.
¿Algún deseo que se vea cumplido en los próximos 20 años?
AB: Hacer del arte una cosa de todos y un motor de cambio. Que el arte llene los colegios y los niños los museos. El IVA cultural, el estatuto del artista y la Ley de mecenazgo. Un Centro Internacional de la imagen o fotografía, pero, sobre todo, que no tengan que pasar 20 años para ello. LE: Conseguir que los programas sean sostenibles, que los directores de los centros sean elegidos por concurso público y que los artistas y comisarios cobren por su trabajo. Y, parafraseando a nuestro nuevo ministro, empujar el estudio de las Humanidades en todos los niveles educativos para conseguir que el arte contemporáneo se convierta en algo cotidiano.
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