Artista que ha conquistado el puesto 333 del ‘top 500’ de los artistas contemporáneos más cotizados del mundo. Una lista que publica cada año Artprice en la que sólo hay tres españoles, Juan Muñoz, Miquel Barceló y ella, la única mujer de los tres.
Gitana, hija de una prostituta que la abandonó al nacer, Lita Cabellut (Barcelona, 1961) fue criada por su abuela hasta que murió cuando ella tenía 8 años. Las calles del barrio del Raval, lleno de putas, proxenetas y vagabundos, se convirtieron en su sala de juegos hasta que internó en un centro de menores y con 13 años la adoptó una familia burguesa. Gracias a ellos empezó a pintar y con 20 años ingresó en la Gerrit Rietveld Academy de Holanda.
Sus cuadros están llenos de fuerza. Son viscerales, realistas, crudos. Su enorme carisma envuelve cada trazo. Sus retratos reflejan el más profundo vacío. Desde La Haya, ciudad en la que reside, responde al teléfono con un acento catalán todavía evidente.
¿Por qué empezaste a pintar?
Desde pequeña tenía una obsesión por entender lo que estaba mirando, por deshacer la realidad y componerla de nuevo. Sentía que veía cosas que los demás no veían. Cuando me adoptaron, me llevaron al Museo del Prado. No sabía leer ni escribir, pero en el momento en que entré, reconocí lo que era y justo ahí dije: “Este es mi lenguaje. Esta es la manera en la que yo me quiero comunicar”. Se lo dije a mi familia adoptiva y me pusieron un profesor.
¿Cómo afectó a tu condición artística la infancia que viviste?
Es muy difícil saberlo, pero por supuesto, el drama es una caja de joyas para un artista. Los contrastes de la vida es lo que necesitamos para encontrar los colores, los matices, las profundidades y las formas. Creo que no saber leer y escribir fue muy conveniente en mi lugar. Mi mente estaba muy libre porque no estaba estructurada en patrones.
¿Qué te inspira?
Trabajo mucho en series y siempre me mueve una parte antropológica, el momento histórico que estamos viviendo y las necesidades que hay a mi alrededor. Ahora, por ejemplo, estoy haciendo una serie sobre la disturbación urbana.
En tu obra se ven grandes emociones, mucha intensidad y empatía.
Cada persona que pinto es algo que tengo que sentir. Casi lo tengo que querer para poder entenderlo. Cuando un modelo viene a mi estudio tengo que tener con él una afinidad y cuando es duro o muy desagradable tengo que entender por qué lo es.
Dentro de tus referentes, ¿quién te ha marcado más a lo largo de tu carrera?
Me ha marcado muchísimo la música. Camarón, Janis Joplin, el rock en general, y Bach por encima de todo. Después también están mis grandes maestros, Goya, Velázquez o Tàpies. También Saura, Bacon, Lucian Freud y tantos otros. Además de ellos, los monstruos de la literatura. He cogido los mejores maestros en la música, en el teatro o en la danza porque para mí el arte no es solamente pintar. Me moriría de aburrimiento si pensara que toda mi vida gira sobre la pintura. Trata sobre la expresión de la imagen, sobre lo que quieres transmitir y lo que la gente hace con eso. Quiero hacer cosas en la vida que inspiren, consuelen, y hagan compañía.
¿Cómo es ser mujer artista hoy en día? Es tremendamente duro.
Primero porque las mujeres tenemos la tendencia a ser mamás y eso es un trabajo titánico. Al hombre, hasta ahora, le cuesta mucho responsabilizarse. El mundo del arte además es un mundo de hombres. Muy pocas mujeres tienen la fuerza suficiente para no dejarse intimidar en ese camino. La mujer sigue siendo ignorada y discriminada y tiene que ganarse el sitio a golpe de agresividad. El talento de la mujer no se valora como el talento de un hombre. A veces me encuentro con clientes que me dicen que pensaban que mis obras eran de un hombre porque tiene muchísima fuerza. Me quedo mirándolos y pienso: “Os daría cuatro bofetadas, idiotas”.
¿Qué sientes al verte entre los artistas españoles que más venden en todo el mundo?
Me hace ilusión que la gente me reconozca, pero lo cierto es que eso no influye en el día a día. Es como una cosquilla en el alma, como un beso. Lo que me hace verdadera ilusión es, por ejemplo, si me llaman para imprimir las imágenes de mis obras en los libros de texto. Eso me conmueve y me hace decir: ¡Qué bonito, y qué útil soy! Que se vendan mis cuadros por el mundo, ¿es útil? Para mí no. Mi reto en la vida es hacer cuadros que conmuevan.
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