Los dramaturgos españoles contemporáneos marcan la primera temporada del Centro Dramático Nacional (CDN) en la que Ernesto Caballero (Madrid, 1957) está al timón. Un autor y director avalado con 30 años de carrera teatral, hijo artístico de la Movida, forofo de Beckett y del Atleti y que firma obras con carga social. “En este puesto he tomado consciencia de la importancia de todos los implicados en el teatro: desde quien vende la entrada al último técnico”, comenta.
Y fíjese que no hay una categoría para técnicos en los Premios Max… Es verdad. Aunque hay tantas categorías que no sé si cabrán… Pero sí habría que plantearse reconocer esa labor con algún premio.
¿Le ha dado tiempo a seguir escribiendo desde que está en el cargo? Sergi Bellver, que fue director del Teatro Nacional de Cataluña, me dijo que no iba a poder, pero lo he conseguido, aunque no al mismo ritmo y en verano, cuando se para todo.
Qué mala suerte llegar al CDN con tanto recorte… Sí, pero bueno, estoy acostumbrado a hacer teatro hasta con una tiza. Y mira que los recortes no solo afectan a las producciones, sino también a los costes laborales del centro. Aunque, en nuestro caso, saldremos beneficiados de la subida del IVA, que a los teatros nacionales no se nos aplica. Aunque es competencia desleal…
¿Qué indicadores va a valorar al final de esta temporada para evaluar si ha sido un éxito? Primero, la asistencia de público, obviamente, porque revelará el grado de interés suscitado; eso sí, teniendo en cuenta que en la vastísima programación hay espectáculos sobre los que tenemos un nivel de expectativa alto y otros sobre los que no, porque son apuestas arriesgadas, o de jóvenes, que el CDN ha de atender. En segundo lugar, la temporada será un éxito si lo que hemos presentado gira fuera de Madrid, e incluso fuera de España. Y en tercer lugar, valoraremos la repercusión social, esto es, las opiniones que se viertan en diversos ámbitos como la prensa, los colegios o los círculos de la profesión teatral.
Para usted, un público fundamental es el escolar. Así es. Tenemos que crear futuros espectadores. Yo podía haber programado aquí cinco éxitos indiscutibles, tengo los medios para llamar a los actores y directores más influyentes. Pero no he querido hacer eso. He querido realizar una labor pedagógica que pasa por editar libros, acoger visitas guiadas de los colegios, etc. El fin es que los alumnos conozcan al teatro contemporáneo, además del clásico que le enseñan los libros de texto. Ellos vendrán muy bien preparados para ver, por ejemplo, Doña Perfecta, que tenemos en cartel. Y da un gustazo tremendo escucharlos comentar la obra con nivel, recordando lo que han aprendido en clase. Yo quiero que hagan lo mismo con los autores de ahora, que están estrenando aquí, como Antonio Álamo, Eugenio Amaya, Julio Salvatierra, Yolanda Pallín, Eusebio Calonge…
También ha mencionado que le interesa el impacto que ejercerá entre los profesionales del teatro. Sí, en nuestra programación contemplamos el proyecto El laboratorio de Rivas Cherif, desde el que se investigará la producción teatral por medio de talleres, clases magistrales o planteamientos de producción distintos a los habituales. Y es que estas iniciativas son el I+D de la profesión teatral, que en estos momentos de jungla ha de reinventarse, hacer autocrítica, estar cohesionada, crear un código deontológico…
Otra sorpresa de su programación es el ciclo De la novela al teatro, donde se verán montajes cuyo texto son adaptaciones de novelas de conocidos narradores como Almudena Grandes, Toni Bentley o Atxaga. Creo que el teatro necesita un diálogo interdisciplinar. A veces se ensimisma demasiado, y tiene que estar en contacto con otras artes. Por eso también hemos puesto en marcha la iniciativa Los lunes con voz, que son conferencias de sociólogos, periodistas, etc.
Como director, ¿cuáles son sus autores fetiche? De los españoles y de mi quinta, Sergi Bellver, Juan Mayorga, Ignacio Del Moral y Laila Ripoll. También me gustan los maestros inmediatos de estos, y hablando del repertorio del siglo XX, que es lo que me compete ahora, Bertolt Brecht, que le dio la vuelta al teatro, y Valle Inclán. También siento debilidad por otros clásicos, en particular por Calderón de la Barca, cuyo teatro me ha obsesionado mucho.
¿De algún montaje suyo se siente especialmente orgulloso? De Eco y Narciso, un montaje muy bonito que se estrenó en el Festival de Otoño pero vio poca gente. También de Auto, un texto mío cuyo escenario solo se componía de una tarima y dos lámparas de quirófano que instaló Andrés Lima, que fue entonces un gran hallazgo. Y de los sainetes que hice con la Compañía Nacional de Teatro Clásico o un especial con textos de Mihura que hice aquí. También quiero destacar pequeñas delicatesen, cosas más underground que ha visto poca gente pero de las que guardo muy buen recuerdo. Por ejemplo, un montaje dedicado a Gómez de la Serna llamado Querido Ramón.
Texto: Paloma F. Fidalgo / Imagen: Los conserjes de San Felipe. Foto: David Ruano.
Ernesto Caballero dirige esta temporada: Doña Perfecta, de Benito Pérez Galdón. Del 2 de noviembre al 30 de diciembre.