Del “somos lo que comemos” podríamos derivar muy fácilmente al “somos tal y como comemos”, una afirmación que enlazaría no solo con normas sociales o de educación, sino con algo más ‘banal’ o ‘trivial’: los utensilios que rodean al hecho gastronómico.
La revolución en la cocina, con nuevas preparaciones y formas de degustar los platos, ha llevado inevitablemente a la creación de nuevos recipientes, herramientas, instrumentos y aparatos. La verdadera novedad no consiste en la invención de todo ello, sino en la forma de acercarse a esa manera de diseñar, determinada por el estatus que ha alcanzado la gastronomía. Comer ya no es simplemente un mero acto fisiológico relacionado con la necesidad de alimentarse: en muchos casos va unido al plano emocional de experimentar nuevas sensaciones. Es aquí donde el diseño de aquello que rodea a la propios alimentos entra en juego. Estudio Triángulo lo entiende así, y conjuga las disciplinas de diseño industrial, gráfico y desarrollo de producto con la gastronomía, creando conceptos, productos o eventos con un carácter innovador donde hay una integración de esos elementos y donde se investigan y exploran relaciones nuevas entre dichos ámbitos. La clave es no consumir diseño sino vivirlo.
¿Cómo y cuándo surge la idea de formar un estudio de diseño ligado a la gastronomía? Todo empezó mientras cursábamos nuestros estudios de diseño en la Universidad Politécnica de Valencia. Cada uno poseíamos experiencia en un campo: Laura en desarrollo de producto en el sector del metal, Guillermo como chef y Alejandro como diseñador de mobiliario. Al unirnos se creó la salsa.
¿Qué aporta el diseño a la gastronomía? Pensamos que es al contrario, ya que la innovación y la revolución conceptual en la gastronomía es inmensa. Podríamos decir que nosotros utilizamos la gastronomía como medio para los diseños.
¿Cuál es, hasta ahora, el producto o la idea que habéis puesto en marcha que mejor aceptación ha tenido y mejor ha funcionado? ¿Y de la que más orgullosos estáis? Lo que más gusta creo que es la Xocolamp, (el chocolate tiene muchos adeptos…). Y de lo que nos sentimos más orgullosos… los jamoneros. Es un objeto para el que no hay prácticamente alternativas a los modelos tradicionales. Es casi imposible encontrar un jamonero bonito en el mercado.
Hemos transformado el hecho de sentarse a comer en un ritual, una puesta en escena, una experiencia. Pero, ¿qué porcentaje atribuís vosotros a la estética y a la funcionabilidad? Para nosotros las dos son igual de importantes. A nadie le gusta una cosa superfuncional que sea fea, ni algo muy bonito que no sirva para nada. Nosotros trabajamos forma y uso intentando descontextualizarlas. Un ejemplo claro es el Petit Four invisible (en la imagen): parece una planta pero se come y posee los utensilios necesarios para dicha acción.
¿En qué os fijáis cuándo vais a un restaurante? En la decoración, el ambiente, la carta, la presentación… Vamos, en lo mismo que casi todo el mundo, pero con el filtro de la mente del diseñador, que es como un pequeño motor que no se detiene prácticamente nunca.
¿Dónde podemos encontrar vuestros diseños? Como producto, el mobiliario se vende por la distribución típica de este canal (El Corte Inglés, tiendas de muebles, …) Los productos de food design los solemos utilizar en eventos, aunque estamos buscando vías de comercialización.
Texto: Óscar Checa Algarra. Foto: Petit Four invisible.
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