La fotografía sacó al arquitecto Víctor Enrich (Barcelona, 1976) del aburrimiento que le provocaba dibujar planos y más planos. En el último lustro, se ha recorrido medio mundo retratando edificios, generalmente desconocidos, para después clonarlos en 3D y reinventarlos de una manera irreal, fantasiosa.
¿Cómo empezaste a hacer estas imágenes de edificios manipulados? El primer ejemplo de edificio manipulado que recuerdo haber realizado es el del hotel Reval, de Riga (Letonia). Hacía pocas semanas que había llegado a la ciudad y, sin conocer el idioma ni prácticamente a nadie, los días se me hacían largos. El apartamento en el que me alojaba tenía una hermosa vista hacia dicho hotel, y mientras mi novia pasaba el día en el trabajo, yo me distraía haciendo un clon en 3D del edificio. No me preguntes por qué, pero encontraba esa actividad, aunque penosa y lenta, bastante reconfortante. Cuando terminé la clonación, no sabía qué hacer con él, y se me ocurrió disponerlo de varias maneras: rotándolo, ubicándolo en lugares inverosímiles… Con el paso de los años me he dado cuenta de que, sin quererlo, había inventado una técnica de clonación virtual en tres dimensiones basada en una fotografía del objeto, es decir, en su proyección bidimensional.
¿Cómo es el proceso creativo del que resultan tus fotos? En principio, cada imagen es una mezcla, un gran poti-poti de ideas, momentos, situaciones, historias o lecturas de las que he disfrutado y que, en mayor o menor medida, han influido en mi subconsciente. Intento no influir de manera racional o premeditada sobre el que será el producto final, es decir, no tomar decisiones sabiendo lo que quiero hacer. Al contrario, mi objetivo principal es que la creatividad fluya por sí sola, sin trabas, salga lo que salga. Para ello, las imágenes se producen según toque. Algunas quedan paradas en fase de producción durante algún mes y otras se terminan a las pocas semanas de empezar. Con el paso de una obra a otra, y tras los comentarios de la gente, voy tomando nota de la que debería ser mi línea, que de momento no es otra que encontrar ese umbral entre lo real y lo no real, entre lo posible y lo no posible.
¿Hay algún estilo arquitectónico que te resulte especialmente apropiado para tus trabajos? Desde niño Frank Gehry es uno de mis ídolos. Uno de sus proyectos iniciales, una casa unifamiliar en Santa Mónica, Los Angeles, me tiene encandilado. Sin duda él fue uno de los principales motivos por los que escogí arquitectura como carrera. Y quizás también por él me frustré más adelante, al ver que la arquitectura no era precisamente lo que Gehry hacía, sino algo mucho más burocrático. No obstante, actualmente me cuesta establecer una relación formal entre mis fotos y los edificios de Gehry: su obra es forma pura, concebida de la nada, para dar función a una actividad concreta, mientras que mis fotos se apoyan en geometría preexistente y no pretenden dar forma a un espacio de uso, pretenden convertir al edificio en algo más que un lugar funcional, meramente escultural.
¿Qué ciudades te resultan más fotogénicas? Desde el punto de vista geométrico, son aquellas con una componente vertical destacable, ya sea por agentes geográficos o por la arquitectura misma, como San Francisco, New York, Rio de Janeiro o Benidorm. Otras, como Las Vegas o Tokyo, me resultan fotogénicas porque portan una herencia cultural o iconográfica muy fuerte, lo que en parte le debo al cine. Aunque quizás deba reconocer que las más fotogénicas son aquellas cuyas gentes viven una experiencia urbana totalmente diferente a la que estamos acostumbrados; Delhi, Estambul, o El Cairo, me resultan muy atractivas.
Una de las fotos que ilustran esta entrevista es Manuela está llegando tarde. München (2012). ¿Cómo surgió? Estaba estudiando alemán en casa de un gran artista de esa nacionalidad, Christian Engelmann. Asistía a clases gratuitas e individuales. Manuela era el nombre de mi profesora, una chica sumamente seria, comprometida y puntual… excepto un día. Algo tan inusual solo podía ser comparable a ver un edificio al revés.
Texto: Lola Manfar. Foto: Manuela está llegando tarde. München, 2012.