El éxito de su original novela Bonsai (2006) lo convirtió en gran promesa. Poco después, en 2010, tras publicar poemas, críticas literarias, y narraciones -entre las que destaca Formas de volver a casa– y de hacerse un nombre como profesor universitario, Alejandro Zambra (Chile, 1975) fue elegido por la revista británica Granta como uno de los veintidós mejores escritores de menos de 35 años en lengua española. Acaba de salir en nuestro país su ensayo No leer (Alpha Decay), donde reivindica el derecho a no leer a los clásicos.
Hace poco que has publicado No leer, pero ya estás escribiendo el poemario Borradores, el ensayo La literatura de los hijos y una novela que aún no tienen título. ¿Hay que trabajar a este ritmo para poder vivir de la literatura? Yo pienso que no soy para nada prolífico… Más bien me demoro mucho en libros, que siempre salen breves. Trabajo a un ritmo intenso, eso es cierto, todos los días, pero eso es inevitable. Al final más que un trabajo, escribir es un hábito, una obsesión. Por lo demás, no vivo de la literatura, para nada, sino de las clases que desde hace diez años imparto en una universidad, y de la crónica que escribo cada dos semanas en un diario chileno.
¿Tus libros tienen título aún antes de que los hayas terminado de escribir? Me pasó con Bonsái y con La vida privada de los árboles: lo primero que supe es que quería hacer libros que se llamaran así. Con Formas de volver a casa fue distinto, en la mitad del proceso apareció el título, y lo agradecí mucho, porque realmente la novela siguió la señal de ese título.
¿Necesitas tener la estructura en la cabeza antes de ponerte a escribir? Avanzo bocetando, tentativamente, como con pisadas de turista, y de a poco voy adentrándome en el texto. Creo mucho en el ensayo y error. No hago demasiados planes.
En No leer analizas la obra de grandes autores, como Nicanor Parra o Bolaño, partiendo de tu experiencia como crítico de literatura. ¿Es verdad que es más fácil criticar que crear? Yo pienso que la crítica es una forma de creación. A veces un texto sobre literatura es mejor que un texto literario. Me interesa más la creación y me he volcado en ella, pero tampoco creo que sean actividades antagónicas.
¿Hay que ser buen lector para ser buen escritor? Pienso que tiene que ver con sensibilidades, con formas de mirar, y de ninguna manera con la cantidad de libros que leas, o con lo vigentes que sean tus lecturas. Más bien pienso que uno va buscando a su propia familia en la tradición, y va contestando con los libros que escribe. Buscamos al padre, lo encontramos, lo matamos y después quizás nos buscamos otro padre más, y así.
En No leer reivindicas el “derecho” a no leer libros, por muy bien que se hable de ellos. ¿Tú crees que cuando se obliga a leer ciertos textos se consigue disuadir de la lectura en lugar de aficionar? No lo sé. Pero sí se puede enseñar de manera abstrusa, matando el gozo, civilizando demasiado el material. En No leer me río un poco de algunos profesores que realmente no amaban la literatura.
En tu artículo Elogio de la fotocopia, te quejas de que los libros en Chile tienen precios prohibitivos. ¿Va cambiar esto el libro electrónico? Adoro los libros-libros, pero es evidente que en países como el mío la tendencia va a acentuarse cada vez más: los libros son para los ricos, y como los ricos no leen, al final no lee nadie… Además de la carestía está la demora, pues realmente un libro tarda mucho en llegar a las librerías del cono sur. No soy tan entusiasta del libro electrónico, pero me parece necesario considerar su efecto.
¿Y por qué te gustan los audiobooks, ¿por qué? Porque para mí una novela debe sostenerse en el aire. Debe soportar una lectura en voz alta.
Texto: Paloma F. Fidalgo. Portada de No leer (Alpha Decay).