A esta fotógrafa israelí nacida en Rusia viajar la llevó a fotografiar. “Me he cruzado la mitad del mundo con una mochila”, cuenta, y por cierto que ve en Barcelona “una ciudad artísticamente muy sugerente, sobre todo por la arquitectura de Gaudí”. Y aunque al principio quería hacer fotos a lo National Geographic, “ahora quiero crear sueños”. En su propia vigilia encuentra ideas, “tengo un diario donde las apunto”. Pero sus fotos revelan que también hay influencias pictóricas, “sobre todo del periodo renacentista, aunque me fascinan Goya y artistas de principios del XX como Modigliani”, y místicas, “encuentro mucha inspiración en la filosofía de vida de la Biblia”. Actualmente trabaja en un proyecto en colaboración con el músico de rock israelí Yossi Sassi.
Has viajado por todo el mundo. ¿Un fotógrafo, además de ojos, tiene que tener pies? He cruzado medio mundo en plan mochilero. Siempre me han llamado la atención las distancias geográficas y culturales que hay entre los países, para mí son un auténtico misterio. Fue en esas rutas cuando comencé a hacer fotos. Inicialmente, hacía reportajes. Aprendí sobre composición y color, y aprendí a usar una cámara. Pero pronto me sentí más identificada con la fotografía clásica. Y descubrí que la fotografía digital me ofrecía horizontes más amplios, así que me pasé a ella. Quería crear sueños…
Sí, muchas de tus imágenes tienen un tono onírico. ¿Encuentras inspiración mientras duermes? Desde luego. Soy una persona que sueña a diario, y siempre apunto lo que recuerdo, que, como soy muy imaginativa, es complejo e interesante, como una película. Aunque lo que hago no es trasplantar lo que sueño a la cámara. Improviso a partir de ello, y de mis sentimientos. Cada obra de arte refleja el estado de ánimo que tenía al crearla. Yo no fotografío el mundo que nos rodea, “fotografío” el mundo de mi interior. A veces es absurdo y paradójico, extraño y surrealista, pero refleja lo que siento. En él coexisten emociones muy diversas: ironía, miedo, juego, dolor e incluso locura y desesperación. Pero siempre está presente la esperanza y nunca hay odio. No es que quiera imponer mi vida al espectador, solo abro la puerta a un mundo de fantasía, donde cada uno puede encontrar algo suyo.
Y además de los sueños, ¿qué otras fuentes de inspiración tienes? Me apoyo mucho en los grandes pintores clásicos. Sobre todo en los del periodo renacentista, por ejemplo en las extrañas alegorías de Hieronymus Bosch y Pieter Bruegel; es más, tengo una obra inspirada en el Blind leading the blind de Bruegel, aunque orienté la idea en una dirección diferente a la suya. De periodos posteriores, me encantan el misticismo y la locura del arte de Goya, especialmente de sus Caprichos; tengo una obra basada en El sueño de la razón produce monstruos. También me fijo en algunos artistas de principios del siglo XX como Egon Schiele, Klimt y Modigliani. Y centrándonos en fotógrafos, admiro la osadía y los impactantes trabajos del checo Jan Saudek, la melancolía de Anke Merzbach y la visión surrealista de Robert y Shana Parkeharrison. Otra fuente de inspiración fundamental para mí es la Biblia, los relatos bíblicos del Génesis y el Eclesiastés, por su misticismo y su filosofía vital. Me gusta improvisar sobre estas historias, no para difundir sus enseñanzas, sino para subrayar sus elementos filosóficos.
¿Cómo es el proceso por el que una idea tuya acaba convirtiéndose en foto? En la mayoría de mis trabajos, primero tengo una idea, que sería, utilizando un símil musical, la melodía de la foto; después compongo la escena y la fotografío, que sería como ir componiendo las variaciones de esa melodía que se tocarían con cada uno de los instrumentos; y al final, como en el jazz o en el flamenco, improviso en el momento de la postproducción, lo que quizá me aleje de la idea inicial. Pero, otras veces, echo a andar, cámara en ristre, y hago fotos de cosas que me llaman la atención, y eso es material potencial para trabajos futuros. Muchos de ellos son meras composiciones de esos materiales. Tengo toda una colección de nubes, texturas, objetos… Photoshop es para mí, en este caso, lo que lienzo es para los pintores. Y creo que al ver estos trabajos podemos calificar mi estilo de Neo Surrealismo.
Algunas de tus fotos son en blanco y negro y otras son muy coloridas. ¿Según qué criterio te decantas por una cosa o por la otra? Depende de mi estado de ánimo y de las musas. En general, el color no es sino una dimensión más de la foto. Y ni siquiera lo necesitas si lo que pretendes es que el espectador se concentre en las formas. Es entonces cuando trabajas en blanco y negro. Ahora estoy experimentando con colores inusuales. Si te fijas en mis últimos trabajos, todos tienen unos colores muy vívidos y muy poco frecuentes.
Siendo tan viajera, habrás estado en España. ¿Te parece fotogénica? Estuve en Barcelona en 2009. Me fascinó la arquitectura de Gaudí. En especial me gustó que tomara como referente la naturaleza para crearla. Barcelona es un sitio muy sugerente para un artista. Lo son cada uno de sus inesperados rincones. Aún no conozco Madrid, pero he oído hablar mucho de esa ciudad y ya tengo ganas de ir por allí.
Explícanos cómo hiciste la foto que has publicado en el calendario de 2012 de El Duende. Es parte de la serie Cuatro estaciones, que aún no está terminada. Se titula Imagination tricks. Es absurda. Le podríamos poner este pie de foto: “¿Qué es eso? ¿Un ángel que está de broma? ¿O nos estamos preparando para un chaparrón tremendo? ¿O para volar? Deja que responda tu imaginación”. Recuerdo que la hice durante un calurosísimo verano. Un amigo mío hizo un comentario muy gracioso sobre ella, dijo que las aletas y los paraguas eran para la inundación que se avecinaba. No era exactamente eso lo que yo quería decir, pero siempre me resulta muy curioso saber lo que le sugieren mis trabajos a la gente.
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Texto: Paloma Fidalg. Fotografía: Dina Bova.