El próximo 12 de agosto el director nipón Takashi Miike estrena en España 13 Asesinos, remake de la película de Eiichi Kudo que recupera, en tono tarantiniesco, el género de samuráis.
Antes de empezar el rodaje de 13 Asesinos, ninguno de los actores del reparto había blandido una espada, ni cabalgado a lomos de un caballo y por supuesto no conocían de las artes marciales más que lo que habían leído en los libros y visto en las películas. Su única noción del riesgo implícito en el guión que tenían entre manos era la película del mismo título que Eiichi Kudo estrenó en 1963 y para cuyo remake Takashi Miike les había convocado en Tsuruoka, en la prefectura de Yamagata, al norte de Japón. “No se trataba tanto de una evocación poética y efectista de la vida de estos guerreros -cuenta Miike a El Duende- como de una reproducción lo más verídica posible del sufrimiento: luchamos contra la naturaleza, contra las inclemencias del rodaje y contra nuestra propia inexperiencia”. Fueron necesarias dos semanas de catorce horas diarias para nutrir de planos una encarnizada lucha final de 45 minutos, que remite al tercer acto de Los siete samuráis de Kurosawa. “Todas las películas japonesas tienen a Kurosawa como referente, si bien no hemos querido hacer un tributo al maestro, sino un homenaje a toda la gente que, detrás de las cámaras, han hecho posible sus películas”.
Aunque Miike reconoce albergar “ciertas dudas sobre el verdadero sentido de la amistad”, 13 Asesinos no habría sido posible sin un equipo que ha trabajado como una piña. El autor de títulos como Ichi the Killer o Audition nos cuenta que en Japón no suele emplearse la “segunda unidad de rodaje” y que por eso todo el metraje ha sido resultado de una relación natural con el ambiente. “Planteamos las escenas de acción igual que las dramáticas. No teníamos un plan fijo o una coreografía antes de empezar a rodar. Cada día aprovechábamos las circunstancias que nos parecían más idóneas. No queríamos unas escenas muy pulidas y al final conseguimos que el frenesí del rodaje terminara imprimiendo cierto ritmo a la película”.
13 Asesinos es una película sobre el amor y la lealtad a pesar de los litros de sangre que salpican su argumento y justifican la afinidad del director nipón con la estética de Tarantino. “La única manera de que un filme puede resultar clásico y contemporáneo a la vez es una temática universal, que en su esencia trascienda el tiempo, los géneros y los países”. Con pocas palabras (“ya se sabe que los samuráis guardan sus sentimientos muy adentro”), Miike cuenta la historia de un pueblo que ve amenazado su destino por el ascenso al poder de Lord Naritsugu en el Japón feudal del siglo XIX. Después de años de padecimientos y masacres, un oficial del shogunato, reúne a un grupo de samuráis, liderados por el gran actor Koji Yakusho, para acabar con la vida del tirano. “El pueblo japonés ha demostrado en los momentos difíciles tener la fuerza y la entereza suficientes para afrontar de cara sus problemas”, asevera Miike. “Sólo gracias al sufrimiento de nuestros predecesores Japón ha podido volver a levantarse tras el fatídico 11-M”.
No ha querido Miike rescribir ni corregir la cinta original de Kudo, sino volver sobre los pasos de un género, el de samuráis, que ha caído en desuso y que amenaza con extinguirse para siempre. “De hecho, la razón por la que la película es tan ortodoxa en comparación a otros de mis trabajos ha sido mi gran respeto al original”. Y lo más importante: “Me gustaría que los espectadores pudieran preguntarse qué camino tomar en sus vidas sin tener en cuenta lo que les rodea. Y tiene gracia porque la promoción de la película frustra uno de mis grandes deseos: que las imágenes hablen por sí mismas, sin esperar a que venga alguien a explicárnoslas”.
Texto: Manue Dallo. Fotograma de 13 asesinos.