Rai Escalé es visionario de la belleza bizarra. Ilusionista de la anatomía asimétrica. Y explorador de la sexualidad irreverente. El cirujano imposible secciona recortes de cualquier gramaje. Acopla rostros definidos. Deforma la lógica del Establishment artístico con óleo, tinta o lápiz. E idealizar el horror a través de un expresionismo contundente. Ha sido discípulo del surrealismo pop de la década de los setenta, Velázquez o Goya.
¿Te inspiran más las virtudes o los defectos del ser humano? Desde el punto de vista visual me inspira el ser humano en general. Pero en mis retratos no busco virtudes ni defectos, porque normalmente el retratado suele estar en estado catártico, aislado del resto de humanos y del mundo.
¿Una definición recurrente de tu obra que te moleste especialmente? Oscura.
Un titular para tu obra. Vivir puede doler. En la caja negra y con la tipografía de los paquetes de tabaco. Da la sensación, en los últimos tiempos, de que la fama del artista es directamente proporcional a las influencias de su mecenas.¿Ha sucumbido el arte al circo mediático? El arte que a mi me atañe sigue siendo francamente minoritario, por lo que nunca será demasiado interesante para el ‘circo mediático’, si por eso entendemos de La Vanguardia a Belén Esteban.
¿El mejor arte contemporáneo está en ARCO? Hay cientos de miles de artistas contemporáneos intentando hacer el mejor arte contemporáneo, y miles de contemporáneos pensando que mil cosas diferentes son el mejor arte contemporáneo. Sobre gustos, opiniones.
Francis Bacon justificaba la “amenaza” de sus cuadros con su biografía violenta; en tu caso. ¿Dónde surge la perturbación? No creo que uno tenga que justificar ninguna amenaza que pueda representar un cuadro, porque no creo que pueda representar ninguna. Sin embargo creo que perturbar es una de las cosas que debería siempre procurar una obra de arte. Por oposición a dejar indiferente.
¿Creas a partir de referencias sentimentales o es puro instinto? El instinto es el que toma las riendas en los momentos complicados.
¿Tu obra es más una búsqueda consciente del horror o el intento de desafiar los cánones griegos de belleza? Intento acercarme a mi belleza preferida, que creo que es la que mis personajes muestran si les das un tiempo y te mueves por sus topografías y no te quedas con la impresión del primer vistazo apresurado. Muy pocos se toman la molestia.
¿Utilizas más el SuperPop o el Esquire para buscar material de collage? Utilizo los soportes impresos de una manera cada vez más aleatoria y he acabado guiándome más por calidades y tamaños de papel, por densidades de tinta, por predominancias cromáticas, que por contenidos. Intento ser lo menos literal posible, y cada vez usar restos de una manera más poética o surrealista.
Tus cuadros han evolucionado hacia la luz, pero el ambiente tenebroso de las obras es prácticamente el mismo… A veces se cree, erróneamente, que la oscuridad es una cuestión de tono cromático, cuando en realidad yo creo que es de tono espiritual, aunque suene pedante.
¿En tu obra hay más de transgresión o de espectáculo? Depende de quien lo juzgue, seguramente. Para mí ninguno de los dos es un objetivo explícito.
¿Por qué la obsesión por el rostro? En el rostro se concentra la máxima expresión de lo humano, que es la fuente y final de todas las emociones y objetivos de lo humano…
Un referente literario… P.K.Dick.
Cinematográfico… D.Lynch.
Artístico… Tindersticks.
Texto: Rebeca Queimaliños