Ricardo Cavolo (Salamanca, 1982) fue seleccionado en la edición española de Safewalls, el proyecto de El Circo del Sol para recuperar la tradición cartelista circense. Además, Pomelo y Limón, escrita por Begoña Oro e ilustrada por Cavolo ha recibido el último Premio Gran Angular de literatura juvenil.
En tu trayectoria hay referencias muy claras a la ilustración clásica o primitiva. Pero en tu propuesta también hay algo profundamente contemporaneo. No es un feo a los ilustradores de hoy. Es que todavía hay mucho que investigar en lo que ya se ha hecho. Me interesa mucho lo histórico. El movimiento outsider, el Art Brut es con lo que más me he sentido identificado. Pero, por favor, no me pidas que te de referencias contemporáneas, me pierdo. En cuanto a ilustradores me gusta mucho Edward Gorey o Grandville, su antecedente. Pero me quedo más en los grabados de Doré que en ilustradores como tal.
Pero tu estilo tiene un punto estridente, de llamar la atención, de que la vista se clave. Cuando te enamoras de alguien, lo primero que te impacta es su cara, su pelo, sus ojos. Y cuando entablas una conversación entiendes si te interesa o no… Hay mucha oferta hoy en día, creo que tienes que dar un impacto primero, que te deje en blanco. Y que quieras acercarte y gastar medio minuto en esa pieza.
¿Cómo entra en tu vida el dibujo? Desde que nací. Mi madre y mi padre han pintado toda la vida, o sea que en realidad vivíamos en un estudio de pintura. No tengo ningún mérito, antes de coger juguetes hacía lo que veía… Luego hice Bellas Artes que tiene el valor que cada uno quiera darle. Yo soy autodidacta y allí trabajé y aprendí mucho por mi cuenta. Cinco años en los que tienes tu terreno para hacer tus cosas.
Trabajas para Japón, una exposición en Rusia, un taller de ilustración en el Museo Herreriano… Un estudio de diseño en Osaka había pedido a unos cuantos artistas que diseñaran camisetas, con la intención de que la venta fuera para ayudar a Japón. Y en la misma línea he hecho otra cosa para una agencia, Pobre la Vaca, que con Cruz Roja subastarán piezas únicas. Está genial porque el dinero no es para ti, pero va a mejores fines. Lo de Rusia surge porque alguien en Moscú vio mi trabajo en internet y le interesó. Después de la premiere, visité tres o cuatro ciudades terminando en Moscú.
Precisamente demuestras que eres nativo digital en la gestión de tu trabajo, en los medios de difusión, redes sociales… Es una ventaja. Yo lo vi claro. A mi me han gustado los cacharritos desde el principio, pero si le ves la practicidad… Ya no tienes que ir de galería en galería, de editorial en editorial enseñando tu trabajo, sino que el primer día que publicas tu trabajo ya lo han visto novecientas personas en todo el mundo. Y de ahí te llega mucho trabajo del extranjero.
Pero en tu forma de trabajar, nada de ordenador… Yo tengo mi paleta gráfica, lo intenté, y a los tres días la mandé a tomar por saco. Yo necesito que haya un pincel, un lápiz… Pero no porque sea de la vieja escuela y demás, sino porque hay una cosa en el proceso, se nota si estás disfrutando. Tienes un margen de error que, si la cagas, no hay “control + zeta” y entonces… ahí queda. Es mucho más interesante mientras lo hago y por lo tanto el resultado final termina siéndolo también. No me cierro, pero todavía no he encontrado algo digital que me satisfaga de igual forma. Ahora estoy pirograbando en madera… Me estoy complicando un poco la vida.
El que te conoce en persona encuentra otra referencia muy clara en tu cuerpo. El tatuaje, importante en tu obra gráfica y en tu propia vida. Yo lo llamo historias dentro de otras historias. En mi cuerpo llevo historias que me han sucedido, recordatorios que quiero tener presentes para cosas venideras. Es un lenguaje en el que suceden cosas dentro de cosas. Que quien está delante de la pieza, en esos treinta segundos, se sienta entretenido. En este nuevo proyecto en el que estoy trabajando, tenemos a un personaje que en su fisonomía, vemos qué le ha ido sucediendo y por qué llega a ser lo que es. Así, a simple vista.
Texto: Christian Osuna