Con una carrera a caballo entre Madrid y Barcelona, Chantal Aimeé nos trae a su particular Maggie de La gata sobre el tejado de zinc caliente. Allí ha sido una revelación con las entradas agotadas con semanas de antelación.
Tennessee Williams explicaba que las cloacas de la vida se reflejan en el teatro. ¿Cuáles son esas cloacas en La Gata? Es la amargura de toda una familia que lleva viviendo múltiples mentiras. La verdad, la hipocresía, el ser quien realmente tú eres o el esconderte debajo de una piel. El por qué es tan difícil hablar. Aquí sale toda la basura de una pareja que hace diez años que no se mira a los ojos.
¿Qué se va a encontrar de nuevo la gente que ya haya visto la película o montajes anteriores de la obra? El director (Àlex Rigola) ha quitado todo lo que no fuera tensión. Hemos creado algo muy dramático, hora y media de puro conflicto. ¡De hecho en Barcelona tuvimos varios desmayos entre el público! Aunque supongo que el hecho de que el aire acondicionado no estuviera bien regulado quizá tuviera también algo que ver (risas).
El original estaba ambientado en los 50 y vosotros habéis compuesto una pieza atemporal. ¿Seguimos comunicándonos igual de mal? Hay muchas cosas, como la homosexualidad pero sobre todo la bisexualidad que es la que de verdad está latente en la obra, en las que se ha avanzado pero estamos muy lejos aún de llegar donde deberíamos. Las grandes piezas no caducan porque hablan de sentimientos base: el amor, la avaricia, el dolor, la generosidad. Esto no va a evolucionar nunca. Tenemos grandes miserias y grandes maravillas. Evoluciona el contexto pero no el material del que estamos hechos.
El papel de una mujer como Maggie, con sus obsesiones y sus opresiones ¿es también igual de trasladable en el tiempo? Todo está llevado al extremo, pero a muchísimas personas les pasa lo que a Maggie. Abrir los ojos cuando se está enamorado sigue siendo tan difícil. Sólo cuando se llega a un punto de no retorno es cuando se saca toda la miseria. La incomunicación sigue ahí, la liberación de la mujer ha ido por otros derroteros.
¿No es agotador para un actor meterse en la piel de un personaje tan intenso como Maggie, con tanta frustración concentrada dentro de sí? Esta pieza ha sido la más exigente para mí. La primera escena dura 25 minutos y fue durísimo encontrar un tipo de concentración que me permitiera llevarla a cabo. Cada noche estoy en la cuerda floja: a veces estoy riendo, en cuatro réplicas lloro, luego vuelvo a bajar, después saco rabia, ira…
La luz en esta obra es muy expresionista ¿cómo la habéis trabajado? La luz que ha diseñado Xavier Clot es muy lateral es muy bonita desde fuera, pero, ¡es tremendamente difícil en el escenario! Nunca sabes donde está tu compañero, tengo que acordarme de a quién tenía a mi lado en la sala de ensayos. Pero es muy expresiva, basada en tonos nocturnos y con una sorpresa final impactante. La luz es uno de los aspectos que más ha evolucionado en el teatro, con ella puedes hacer una escenografía entera.
Texto: Luis Pérez Gil. Foto: Ros Ribas
Gata sobre tejado de zinc caliente, de Tennessee Williams · Teatro Valle-Inclán | Sala Francisco Nieva · Del 20 de enero a 27 de febrero.