Más que un entrevistado, Joann Sfar es un conversador. El suyo es un discurso a chorro que, saltando de un tema a otro, trasmite entusiasmo y erudición. Cualquier pregunta obtendrá una cantidad de información, datos y energía difícil de comprimir. Infatigable guionista y dibujante de cómic, da un pequeño paso que le lleva directamente a la cúspide del cine de autor galo con un arriesgado proyecto sobre la vida de Gainsbourg.
Acabas de encargarte de dos importantes mitos franceses. El Principito, en su primera versión cómic, y ahora Gainsbourg en el cine. Busco imágenes que puedan unificar a los franceses. En Francia tenemos las comunidades judía y árabe más grandes de Europa. Es la ocasión de hablar y de cambiar las cosas. Pero no para simplificar. Cada uno puede crear su propia identidad. Pero en su casa. Me toca las pelotas el respeto a la religión. No quiero que nadie me impida criticar la religión. Para mí, el gobierno y el presidente son mucho mas importantes que la religión.
Gainsbourg reunía todas mis obsesiones. Sexo, emigrantes rusos judíos, amor, una relación muy compleja con la sociedad francesa, la música… ¡Y el dibujo! Envié a Charlotte (su hija) un cuaderno con acuarelas y dijo: “siempre proponen hacer biopics sobre mi padre, y no me interesan, pero tú quieres hacer un retrato musical, algo como Un americano en París, una película onírica, imaginaria…” Eso le gustó a la familia.
¿Se puede trazar una relación entre los temas que abordas en tu obra como historietista y las claves en que has basado la película? No trata de mí, sino de Gainsbourg. He trabajado con sus recuerdos y con lo que dijo. Pero también he jugado con mi propia vida. Los padres de Gainsbourg eran, como mis abuelos, judíos originarios de Ucrania. Aquellos fueron totalmente antirreligiosos, muy provocadores y divertidos. Y absolutamente enamorados de Francia.
Y claro, en la película se tratan aspectos como la sensualidad, clave en el pensamiento judío europeo… En Gainsbourg hay un poco de la tradición intelectual de los judíos rusos que llegan a Francia y se hacen una imagen rabiosamente ideal de Francia. Y respecto a la sensualidad, también puedes verla, omnipresente, en el cine de Lubitsch. Pero no siempre divertido, también frágil, porque el judío quiere ser aceptado.
Cuando llegas a un país que no es el tuyo, tienes que encontrar un modo de ser amado. Incluso podemos hablar de circuncisión. Cuando tienes ocho días de vida y alguien te dice que determinado sitio de tu anatomía es muy importante… La verdad, no estoy seguro de que sea necesario andar cortando el pene a todo el mundo. ¡Ja, ja! Para mi la religión es algo totalmente loco. Lo de Gainsbourg no fue con la religión, fueron los símbolos nacionales. A él le gusta provocar, pero no por motivos políticos, lo hace porque quiere que la gente se fije en él. Son motivaciones muy intimas, egoístas. Pero el resultado es político, el resultado provocó cambios.
¿Es cierto que intentaste que su hija interpretara al propio Gainsbourg? ¡Es verdad! Trabajamos en ello durante seis meses y una mañana Charlotte me dijo que era demasiado doloroso. Quiso hacerlo para matar al dragón, terminar con la muerte de su padre. Pero era demasiado difícil y no quería seguir. Yo quise parar la película y Charlotte y Jane me dijeron: “No, nosotras no queremos ver a Serge en el cine, es muy doloroso. Pero tienes que hacerlo porque si él estuviera vivo le hubiera encantado”.
Y, ¿les ha gustado? No quieren verlo. Tengo muy buena relación, pero no quieren ver la película. Brigitte Bardot si la ha visto y le gustó. Le encantó que Laetitia Casta hiciera su papel y hablaron muchísimo por teléfono. Le hizo un montón de confidencias sexuales y Laetitia ¡no ha querido contarme nada!
Bueno, lo tuyo no es un biopic al uso, en cualquier caso. No es una película histórica, es una película sobre un tío muy especial. Yo quería entender por qué se odiaba a sí mismo y se comportaba de esa manera, por qué esa forma de autodestruirse. Pero es una historia feliz la de Gainsbourg. Tiene su maldición, pero su maldición le gusta. Beber, jugar y follar le gusta muchísimo. Creo que tuvo la vida que quería.
Y ¿por qué pasas del cómic, donde eres una estrella, al cine? Todos mis amigos, mis compañeros de estudio, Riad Satouf, Marjane Satrapi, han hecho una película, así que estaba celoso y quería hacer una también… Empecé a trabajar en la adaptación de El Gato del Rabino. Y me llamaron para hacer algo con imagen real, con actores. Vengo del mundo del cómic, no se hacer cine, pero mi universo es muy visual. Lo que me gustaría hacer puede parecerse a Fellini, Kurosawa, Buñuel y, mas modernos, Tim Burton o Guillermo del Toro.
Trabajar en cine es un placer porque tu equipo reacciona a tus ideas inmediatamente. Cuando dibujas un álbum, durante todo el proceso no recibes nada. Cuando llegas a una tienda, te encuentras a tu lector y le gusta o no le gusta. En un equipo cinematográfico todos pueden hacer dibujos, acuarelas para vestuarios o, para el decorado. Una relación muy interesante…
¿Y qué hay de la relación con tus mayores? Mi madre murió cuando yo tenía tres años lo que determina una especial relación con las mujeres. Mi padre y mi abuelo materno fueron unos donjuanes muy particulares. Todo esto hace una psicología quizá difícil. Cuando tenía 9 años le pregunté a mi padre. “Papá, ¿qué significa la palabra homosexual?” Y mi padre me dijo: “Es tan grave como casarse con una mujer no judía” (risas) Así que mi padre me dio dos claves importantes en la vida: O ser homosexual o encontrar una gran rubia con ojos azules. Y fue la rubia, porque conocí a mi esposa, pero podría haber sido cualquier otra cosa…(mas risas).
Texto: Christian Osuna
Foto: Éric Elmosnino y Laetitia Casta interpretan a Serge Gainsbourg y a Brigitte Bardott en la película.
Gainsbourg se estrena el 9 de julio.