Su obra ha explorado las posibilidades artísticas de los objetos, dotándolos de otros significados. Su mirada indaga en lo que nos rodea pero no vemos, en la parte de atrás de la realidad o en el segundo tejido. Madoz siempre es actualidad por su particular forma de desvelarnos los objetos. La editorial La Fábrica edita un completo libro del artista dentro de su colección Obras Maestras, la excusa perfecta para conversar con él sobre los entresijos de su fotografía.
¿Fotógrafo o artista? Llevo tiempo definiéndome o encontrándome más a gusto con ese término de fotógrafo, más que con el de artista.
¿Por qué eligió de la fotografía como herramienta? Descubrí algo esencial. A partir de tener una cámara entre tus manos tenías la posibilidad de jugar con la idea que tenías de realidad, de dosificar esa información, de tergiversar, de fabular, de transmitir, en definitiva, historias, sentimientos, ideas, conceptos. Ese descubrimiento me empujó a seguir trabajando con ello.
¿Dónde están los límites de la realidad? Pienso que la realidad ofrece bastantes más posibilidades de las que somos conscientes en un primer momento. A poco que arañes o que rasgues un poco, te das cuenta de que están ahí, al final es una cuestión de cómo miras, de cómo observas, o de cómo puedes reflexionar para sacar partido a eso que tienes ahí delante.
¿Y de los objetos? Me interesaba trabajar con el objeto pero desde una perspectiva diferente, distinta a trabajar con bodegones o con las naturalezas muertas. En aquellos primeros años, no era muy consciente de todas las posibilidades que se escondían detrás de un objeto. Con el paso del tiempo vas ganando una cierta sensibilidad que te permite percibir de alguna manera todo aquello que ha estado o que anida dentro de los objetos.
¿Le interesa lo que hay de invisible tras ellos? Hay algo de ello, de hacer visible lo invisible en la medida en que lo que puedo pretender con las imágenes, es hacer visibles conceptos o ideas, o bien que están en tu propia cabeza, o que tú percibes en la propia realidad. Desde luego lo que haces al articular una imagen es intentar sacar ese concepto o idea a flote a través de la manipulación que haces con los objetos. En cierta medida estás intentando hacer visible algo que intuyes pero que no es evidente, y que está ahí latente. La intención es la de hacer hincapié, que todos reparemos en todas las posibilidades que esconde una imagen y las analicemos. En todo mi trabajo hay una especie de reivindicación de la duda en los valores absolutos.
Sus imágenes, ¿rompen prejuicios? Creo que en las imágenes hay un punto de desconcierto o un momento en el que uno puede convivir en planos o en realidades distintas. La posibilidad de que el espectador se plante ante esa imagen y que haya un momento en el que no sepa dónde situarla da pie para que luego pueda reflexionar sobre cuáles son esos planos que se van poniendo en relación.
Hay un cierto juego de ilusiones ópticas con el espectador. Es difícil hacer que una imagen resulte eficaz, que funcione bien. Las imágenes tienen algo de mecanismo de relojería. Hay muy pocos elementos, pero los pocos que hay tienen que funcionar. Luego a nivel formal hay manipulaciones que están a la vista y que son elementales y sencillas. En muchas ocasiones, esa sencillez yo creo que dota a la imagen de una gran eficacia. Porque hay algo de juego de magia puesto al descubierto. Todo está a la vista del espectador, y eso hace que la imagen gane en potencia y fuerza.
Texto: Andrés Castaño
Todas las imágenes del libro “Chema Madoz. Col. Obras Maestras”, La Fábrica Editorial