Cuando se le pregunta a Jamie Baldridge por su experiencia con las drogas, no entra al detalle, pero reconoce que «a veces las puertas de la percepción necesitan abrirse de par en par». Lo dice un tipo que lleva 34 años atrincherado en su imaginación, un fuerte con vistas a un pequeño pueblo de clase trabajadora de la zona más deprimida de Louisiana. «Con 14 años, ya había leído todos los libros de arte de la biblioteca varias veces. Claro que no visité un museo hasta los 22». Hasta entonces, se dedicó a toda clase de trabajos insólitos, más o menos relacionados con la fotografía, y se licenció en Bellas Artes por la Universidad del mismo estado, donde empezó matriculándose en Escritura Creativa y en Teología. «Curiosidad. Duda. Temor existencial. Mi entorno católico me había imbuido una natural afinidad por lo fantástico. De alguna manera, el catolicismo fue mi primera experiencia con el arte conceptual».
Suya es la fantástica imagen de portada de esta edición.
Diez años después de sus primeros devaneos con el negativo, Baldridge se repite como un eco en los manuales de fotografía y en las revistas especializadas. Quizá en contra de su voluntad. «Nunca he pensado en mí como un fotógrafo, sino como un artista. El término en sí es bastante genérico, más ahora, que todos somos fotógrafos de algún modo». Se dice heredero de Oscar Rejlander, Man Ray, Mona Kuhn, Shirin Neshat, Teun Corvejones, Ferdinando Scianna, Marta Hoepffner, Jeff Wall y otros muchos que utilizaron y utilizan la cámara para reubicar la realidad, y no como un mero tomavistas. «La fotografía es un medio inabarcable en tanto que se presta a la experimentación sobre aspectos no sólo estéticos, también técnicos, digitales y hasta químicos». En efecto, el proceso creativo de sus fotos resulta bastante complejo. «La idea arranca en un cuaderno de bocetos. Luego pasa al estudio fotográfico, donde entran en juego los modelos y marco la ubicación en el espacio cartesiano. Después, me sirvo de Maya, un programa digital para hacer retoques y crear ambientes u objetos. Finalmente, todo se mezcla y recolorea en PhotoShop». Lo que en tiempo real vienen a ser de cuatro a ocho semanas por instantánea.
Sólo así se consigue conjugar las alegorías fabulescas de Alicia en el país de las maravillas con la estética steampunk de las películas de Jean Pierre Jeunet. No en vano, el hilo musical de su página web ha tomado prestados varios acordes a Amélie Poulain y los intertítulos orlados de las películas de Chaplin. Baldridge recurre al cine, a la pintura flamenca, a las musas prerrafaelitas, a las primitivas arcadias, a los mundos de Gulliver, Gilgamesh o Abraham y a los parajes que Tolkien olvidó habitar. «Leo empedernidamente. Ya sea ficción, biografía, historia, teoría cuántica, filosofía, religión, crítica. Soy devoto del existencialismo, del surrealismo y del análisis de Jung». De ahí que sus monográficos se debatan a menudo entre el vagabundeo estilístico y una perfecta eclectización, a modo de balance imposible entre mil poleas: metáforas inalcanzables, silogismos que atentan contra el sentido común y un cosquilleo visual muy similar al que producen los fractales de Escher. En su última colección, Dystopia, que define como «una reacción a la sociedad capitalista», nuestro ojo no encuentra referentes asequibles ni salidas de emergencia. Hay algo decadente en los personajes, pero también altas dosis de parodia. «Es la perversión, y no otro, el efecto que busco en Dystopia«. Y evita cualquier lectura fuera de prospecto. «Pienso Dystopia en términos de vodevil, no de apocalipsis. Nunca he creído en la irremediabilidad del ser humano». Por si acaso, ya está trabajando en otro proyecto y tiene la India y el Lejano Este anotados en rojo en su calendario. Un viaje a los comienzos, advierte. «Se trata de una serie llamada Origin of the Species, un epistolario visual y literario de las parábolas de ficción, de ninguna de las cuales se podrá esperar un final feliz». Que tiemble Darwin.
Texto: Manuel Dallo
Fotos: (arriba) Balancing Gibraltar; (sumario) The First Day of Spring.
Jamie Baldridge «Dystopia» · Galería de arte Cámara Oscura · Alameda, 16 1ºB · Hasta el 31 octubre