Premio Nacional de Fotografía 2005, la multidisciplar Ouka Leele (Madrid, 1957) vuelve a estar de actualidad. Una gran retrospectiva de su obra nos espera a la vuelta del verano. Dos meses antes hemos tenido la oportunidad de charlar con ella.
Te diste a conocer como artista de la “movida madrileña”, ¿cómo recuerdas aquella época? Marcó mis comienzos, era divertido y emocionante saber que formas parte de una generación de artistas interesantísima.
¿Te defines como pintora o fotógrafa? Artista en general, me gusta la libertad de hacer lo que quiera, hacer fotos, pintar, dibujar, escribir, rodar…
¿Cómo fueron tus inicios? Casuales, no había pensado para nada ser fotógrafa, mi pasión eran las formas tradicionales de arte, pintura, escultura, dibujo… Podía estar cinco horas seguidas sin despegarme del caballete, tenía prisa por aprender.
Y ¿el paso del blanco y negro a la fotografía coloreada? Normal, si pintas y haces fotos, la tentación de juntarlo es evidente, al menos para mí. Fue una búsqueda y un encuentro de un lenguaje con el que podía crear poesía visual, literatura en imágenes a partir de la realidad, con un idioma contemporáneo y popular todos hacemos fotos, todos hemos dado color a cosas en blanco y negro, nos entra por los ojos.
¿Qué aporta la pintura a la fotografía? Yo sé lo que aporta la fotografía a la pintura: libertad. Si no fíjate en el cambio que da la pintura desde que aparece la fotografía, ¡se libera! Ya no necesita imitar la realidad, la cámara es un instrumento que ayuda a los pintores a ser más libres al pintar. Puedes ver la realidad y hacer una abstracción de ella o contar todo un cuento con un sólo trazo de pincel.
Has definido tu obra como un trabajo autobiográfico. La vida de un artista es su cofre de los tesoros, si no vives nada, no tienes nada que contar. Pero creo firmemente que la imaginación es la mejor fuente, pues alguien que nunca salga de una habitación puede volar y crear mundos y escribir un libro estupendo que además le haya ayudado, el escribirlo, a aguantar ese encierro de manera más saludable.
En junio has estado impartiendo un taller de fotografía dentro de PhotoEspaña y no es la primera vez que participas en este tipo de encuentros ¿qué supone para ti el contacto con los alumnos? Acercarme a ellos, compartir, aprender a lo mejor más que ellos, con la diferencia de que a mí me pagan y ellos pagan, ja, ja, ja…Pero bromas aparte, me gustan los jóvenes, me gusta llenarles de ilusión y colores y hacerles ver que si quieres puedes mover montañas, con un poco de paciencia y trabajando, claro.
¿El artista hoy es libre? o ¿sigue sujeto a lo que se demanda de él? Yo soy una Juana de Arco, una luchadora empedernida y mi lucha es siempre por la libertad. La libertad de estilo, de comunicación, de formas de acceder al público…Hay que inventar un camino propio. Creo que hay artistas que cuando encuentran un estilo, les cuesta sentirse libres de investigar en cualquier dirección, pues tienen miedo al mercado y a los intermediarios. Y viven encasillados de por vida.
¿Con qué tipo de cámara trabajas, analógica o digital? De momento mecánica, eso de analógico me suena raro, la lógica anal…, a veces digital, hago pruebas, pero no es mi lenguaje, bueno depende de qué cámara utilice y de que consiga hacerla amiga.
En septiembre se celebrará una exposición retrospectiva de tu trabajo en Madrid (Sala Alcalá 31). ¿Qué supone para ti enfrentarse a todo lo que has hecho hasta ahora? Un aluvión de trabajo, y no me enfrento, me recreo, literalmente, porque estoy haciendo nuevas versiones de cosas antiguas. Espero dar el do de pecho y que la disfrutéis mucho.
Txt: Ana Berruguete
Foto superior: En el Palacio de Gaviria, Madrid, 1987
Foto sumario: OK, Fuerteventura, 1984
Foto1: El niño me está mirando, 1996
Foto 2: Mi querida Adriana absorbida por la tele mientras Manolita cose, Madrid, 1982