Si pudiera, Luis Urculo elegiría parecerse a Carlo Mollino, por ser un personaje “alucinante, vividor; por su trabajo y por su visión de futuro eterno”. Sería como este italiano que le inspira y de quien tiene una estampita en su estudio, en ese espacio donde se entremezclan arquitectura, diseño interior, gráfi co e industrial, y arte. Todas, palabras mayúsculas y lenguajes inseparables en sus proyectos, aunque ahora fi jemos la mirada con él, en el interior. ¿Diseñar un espacio interior es convertirlo en arte? Obra de arte es, quizás, por la complejidad al abordar los proyectos. Al nutrirme de distintas disciplinas hay un diálogo más complejo que un proyecto meramente de arquitectura. Tomo con el mismo rigor el detalle que la estructura. Intento no imponerme la presión de las etiquetas porque si no, estaría pensando “tengo que hacer esto porque se considera arte, o esto otro porque se considera diseño”. Diseño con una gran inconsciencia y eso parece que me da cierta frescura. Lo hago a lo loco, como me sale. La proyección de un edificio no se queda en la fachada, el interior también importa. Absolutamente. La arquitectura me parece un coñazo comose plantea por lo general. Es como crear cadáveres, que son escaleras, ventanas, huecos, despieces de piedra, etc. Me planteo el interior, diseñar lo no tangible, el espíritu del edifi cio llevado a cómo es la comunicación, los materiales interiores, el picaporte,… es algo muy complicado. Por eso, me he especializado en la pequeña escala porque no hay todavía una conciencia, una fi losofía de hacer las cosas cuidadas en la construcción a gran escala. He ido reduciendo el campo hasta ver hasta dónde podía controlar con ese mimo y con la intención de hacer las cosas de manera controlada y cuidada. «Dancin Trees» ¿Cómo ha de ser un espacio para que puedas diseñarlo? Me preocupa mucho si es efímero o más permanente. En los más permanentes, intento no sobrediseñarlos para que no caduquen rápidamente, para que sean sitios que estén demasiado ligados a la tendencia. Por eso me fijo tanto en lo antiguo, y de lo actual tomo la técnica, los materiales. Diseñar un espacio es hacer algo que pueda permanecer el mayor tiempo posible teniendo la menor cantidad de gestos efímeros, aunque no puedo evitar mi circo interior que, de alguna manera, sale. Aunque intente hacer algo silencioso, al final siempre me salen un par de solos de batería. Recurres a materiales domésticos de ofi cina, rotuladores, tu caligrafía… El lenguaje que utilizo es lo que tengo encima de la mesa: post-it, rotuladores, clips, lápices, cajas de cartón… y con eso se puede hacer todo. Es un lenguaje de oficina, rústico, muy simple pero también más fresco, menos pretencioso. En tus trabajos hay símbolos, fórmulas matemáticas… ¿es parte de una identidad? Es algo visual; siempre me ha fascinado lo que no entiendo. Los diagramas de los que está compuesto un video o planos de vuelo me alucinan; igual me pasa con la vida, cuando viajas, los sitios nuevos te fascinan, una vez que lo descubres, te vas hacia otra cosa. Este tipo de diseños o de dibujos tienen que ver con hacer cosas que no son comprensibles pero que pueden seducir. Texto: Mónica Caballero Entrevista publicada en Anuario del Diseño 2009 |