Verte en un espejo, ver a las demás personas en un espejo, comprender, entender, empatizar, aprender, resolver, enfrentar. Obligarte a hacer, obligarte a mirar, a mirarte. Obligarte a ser, aquí, ahora, cada vez. Ser tú y ser múltiple, abrazar cada contradicción y cada grieta, abandonarte al instinto y entender que no es incompatible con la razón. Ser una. Y ser múltiple. Y seguir siendo, fuera de las demás, tú.
Esa amalgama confusa es, de alguna manera, por lo que soy actriz, o cómo intento ser actriz. Pero últimamente pienso mucho en el impacto que tienen el cine y la televisión fuera de mí y de mi vida. Que son reflejo social, pero también agente. Me planteo nuestra responsabilidad como contadores de historias cuando la televisión, especialmente, se ha convertido en una segunda escuela y un segundo libro. Cuando miramos a la pantalla para ver, entender y resolver nuestros miedos, preocupaciones y dudas. Para conocer lo que desconocemos, lo lejano en tiempo, espacio o estrato social, y crearnos una opinión sobre ello. Para buscar referentes en momentos de confusión.
La pantalla nos ayuda a construir nuestra idea del mundo y nuestra identidad, cada vez más, en un mundo que empieza a suceder en un paralelo físico y virtual y en un momento de cambio social, en el que estamos cuestionando lo que nos han contado y replanteándonos lo que creemos. En el que es fácil sentirnos perdidos, cuando ya no valen las estructuras del pasado, y buscamos los andamios con los que construir las nuevas. Y si a nuestro alrededor no podemos encontrarlos, a menudo los buscamos en la televisión.
Nos guste o no, nos parezca correcto o no, sucede. Y no podemos obviarlo.
Creo que es importante planteárnoslo porque el mundo que veo cuando miro a mi alrededor es mucho más rico y diverso que el que veo en nuestras pantallas. El espectro de experiencias es infinitamente más amplio, y no puedo dejar de pensar que algunas pasan apenas dibujadas y otras no aparecen en absoluto. Porque hasta ahora la mayor parte de historias las cuenta una sola voz, y el resto de voces son meros personajes secundarios que colaboran de alguna manera en el desarrollo de su historia.
Sé que para algunas personas esto puede no ser algo importante, pero eso es porque éstas han podido encontrar referentes cuando los han necesitado. Yo no lo he hecho, o no del todo (porque, aun así, tengo muchos más referentes que otras personas), y conozco la necesidad, la perplejidad y la duda de si entonces lo que yo soy no es correcto.
Para que la televisión sea plural y de todos, para que no marque una única forma de ser y de vivir como correcta, tenemos que estar todos en ella. Los que hay y los que faltan. Si les negamos el espacio estamos negando su voz y su propia existencia. El racismo, el machismo, el clasismo también se reproducen por omisión.
Para que otras voces hablen, otras voces tienen que producir, escribir y dirigir. Y quienes tienen el poder de decidir qué historia se cuenta tienen que permitirlo. Creo que es un momento en el que quienes trabajamos en la industria tenemos que replantearnos lo que hacemos, cómo lo hacemos y qué podemos hacer, cada uno desde nuestra pequeña parcela.
Dar espacio a las voces que faltan por hablar no por moda sino por justicia.
Aura Garrido (Madrid, 1989) es actriz de cine, teatro y televisión.
* Desde 2010, la palabra guion se debe escribir sin tilde, “pues se trataba de una anomalía del sistema ortográfico ya que la tilde solo se justificaba al entenderse que la pronunciación en dos sílabas la convertía en una palabra aguda acabada en -n: gui-ón”. (FUNDEU)